El ZINEBI, el festival internacional de cine documental y cortometraje de Bilbao, le volvía a dar galones a Merina Gris y la banda del momento respondía apostando por un género que es un valor seguro: la road movie introspectiva. El trío donostiarra lanzaba un bólido con combustible hyperpop que acogía a todo el Arriaga en su asiento trasero. Los cinturones se quedaban sin abrochar para cruzar juntos los capítulos del agujero que proponen en el destacable "Zuloa" (2025). Un inevitable tránsito por la oscuridad que aunó unos visuales muy currados y muchas sorpresas en forma de colaboraciones.
Los denominados “superhéroes de la melancolía” apelaron, con su habitual intimidad y desgarro, a un público acostumbrado a las curvas cerradas de la incertidumbre; en un trayecto complejo, de carreteras tenebrosas donde la luz aparece, pero se hace de rogar. Cris, de Belako, fue la primera en atreverse a montar en una maquinaria que ya rodaba con la contundencia de los mastodónticos coches de Mad Max: el alma en cada beat, una voz impecable como motor adaptable a cualquier terreno y una batería que otorgaba ritmo y velocidad a todo el conjunto.
Hofe se subía en marcha y sin despeinarse para ser un emisario perfecto de lo que significa estar en el agujero: “muchos cuando río, nadie cuando lloro”. También unas ultramotivadas Eire, que trajeron vientos frescos de guitarra para dar más aún diversidad a la pieza; Cris volvía para pisar el acelerador en “Otro Lado”. Merina Gris ya se había quitado esas máscaras que se han convertido en símbolo absoluto del grupo; ya se sabe, para salir del pozo hay que destruir parte de lo que eres. ¿Quieres quitarte esa máscara?, le interpela Furiosa a Mad Max en una parada de la persecución del desierto.

Un alto en el camino que llegaba cuando Sara Zozaya descendía del bólido para regular revoluciones. Acompañada de un cuarteto de cuerda, entonó los versos de calado generacional de “Mejor”: “tengo miedo a sentir tanto, pero más a no sentir”. Julen, desde el escenario, le daba la contraparte en uno de los momentos más especiales de la noche. A los asistentes, ya rendidos a la fuerza de un viaje apasionante, les quedaban más sorpresas, como la mezcla entre las míticas “Haizea”, de Ken Zazpi, y “Fireflies”, de Owl City; o la intervención de Eneko Sagardoy, con la hondura y la brevedad de los mejores poemas.
El respetable fue el primero en coger la gasolina para “Tesla Bat Sutan”. Un último derrape de la mano de il capo, un esperadísimo Gorka Urbizu, que funcionó como el nitro final por si no había ya suficientes caballos en la pista (pena ese micro que falló). Toda una travesía liberadora que dejó magulladuras y cicatrices. Nadie dijo que atravesar el agujero fuese tarea fácil.
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