El pasado jueves tuvimos la suerte de disfrutar en concierto en el Kafe Antzokia de una de las joyas no tan visibles del panorama español, Rufus T. Firefly, en una cálida noche que bien podría haber inspirado las poéticas letras del grupo de Aranjuez.
Abrieron los irundarras Slimfit con su indie de guitarras en castellano que sonó muy empacado y solvente, como en la canción “Cómo explicar” con la que cerraron, muy en la onda de los omnipresentes León Benavente.
Media hora después, entró en escena el combo psicodélico RTF quienes, tras una breve intro pregrabada, arrancaron con los sonidos electrónicos de “El coro del amanecer” de su álbum más reciente "Todas las cosas buenas". La música, llena de capas, nos acariciaba los oídos desde un escenario repleto de músicos.
En primera fila, los miembros fundadores y base creativa, Víctor Cabezuelo (voz, guitarra, sintes) y Julia Martín-Maestro a la batería (¡y qué batería!), acompañados por Manola (teclas y coros) y Juan Feo (percusión). En la retaguardia, Miguel de Lucas (bajo) y Marc Sastre (guitarra).
Ya este primer tema anunciaba lo que vendría después: canciones psicodélicas sostenidas por una base rítmica brutal —con redobles increíbles de Julia—, alejadas de los cánones de la canción pop de tres minutos y entregadas a largos desarrollos propios del rock sinfónico. No podemos dejar de mencionar las letras: poca gente como Víctor encaja tan bien el castellano en el pop, con largos textos descriptivos, lisérgicos y oníricos.
Julia dio entrada a “Polvo de diamantes” del postpandémico larga duración El largo mañana y al tema de 2025 “El principio de todo”. Arrancó éste con uno de sus estallidos rítmicos para luego Víctor añadir una línea electrónica à la Daft Punk. El público contemplaba el escenario, anonadado, mientras las cambiantes luces que decoraban el fondo del escenario (gracias por no distraer con innecesarias proyecciones) se tornaban azules, sumergiéndonos en un universo que recordaba a la película Tron. Irónicamente reza la letra “No te dejes arrastrar por la nostalgia de aquellos ochenta”. Víctor se puso a bailar, guitarra en ristre, animado por las palmas de la multitud para pasar luego a las teclas con el mismo estilo que antaño lucía Nacho Cano.
Tras una breve presentación, explicó después que iban a continuar con “El problemático Winston Smith”, recuperándola después de 10 años sin tocarla, como condición impuesta por el nuevo técnico Ángel Luján para trabajar con ellos. La canción fue evolucionando con un sonido muy guitarrero y cuando llegó el puente instrumental, el cantante depositó su Fender en las sorprendidas manos del que aquí firma para irse aquel a las teclas. Le siguió “Pompeya” del mismo disco que la anterior (Nueve) con sus guitarras en la onda de Matt Bellamy de Muse y texturas ruidistas nuevas que añadieron riqueza a la canción, terminando ésta con un trallazo recordando a Rage against the machine. Julia abandonó las baquetas y se puso en pie para llevar la voz cantante en “Ceci n'est pas une pipe” (Esto no es una pipa) , título que hace referencia al artista surrealista Magritte. Nos ganó a todos con sus palabras “una de las salas más bonitas y de la gente más bonita”.
Víctor retomó el micro y pasaron a la mañana psicodélica de “Magnolia”. Todo un muro de sonido lleno de capas y matices, digno de Phil Spector, que contrastó después con Manola sola a las teclas y a la voz en “Premios de la música independiente”. La banda al completo se unió en un final apoteósico. El público empezó tímidamente a moverse al ritmo de “Trueno Azul” con la que fue la parte más bailable del bolo. Siguió la aún más discotequera (M83 por aquí, Daft Punk por allá) “Dron sobrevolando Castilla La Mancha”. Tras el rock acelerado de “Todas las cosas buenas” se marcó el líder tema en solitario “La guitarra” del álbum en homenaje a Lorca que sacó con la flamenca Ángeles Toledano, Gloria Maurel y Javier Martín, muy experimental como fue en su día el Omega de Enrique Morente.

Tras explicarnos cómo desarrollaron su proyecto 100% independiente—sello, estudio y grabaciones propias-nos regalaron otras cinco gemas psicodélicas terminando así a la medianoche. Sonó el mantra positivista “Aunque no lo puedes ver, sabes más que lo que crees” de “Sé donde van los patos cuando se congela el lago”, Víctor bailó como un niño feliz en “La plaza”, se sentó en las gradas para hacer un falsete a lo Tame Impala en “Nebulosa Jade”, tirar de blues en “Río Wolf” y acabar en perfecta comunión con el público en “Canción de paz”.
Se despidieron al sonido de “Como yo te amo” de la Jurado (di que sí, muerte al snobismo musical, no todo van a ser referencias cool). Un auténtico conciertazo de un grupo que no ha parado de crecer y por el que vale la pena pagar.

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