Perder, pero con elegancia
Conciertos / Veintiuno

Perder, pero con elegancia

8 / 10
Joan Sánchez — 18-03-2024
Empresa — Festival Guitar Bcn
Fecha — 15 marzo, 2024
Sala — Apolo Sala [2], Barcelona
Fotografía — Joan Sánchez

El de perder es un arte que solo existe para quienes son capaces de aceptarlo. Elizabeth Bishop lo escribió en sus poemas y, años más tarde, los (casi) toledanos Veintiuno rescataron la máxima para convertirla en un emblema. La banda, que se atreve a serlo en medio de un panorama musical que aboga por el individualismo, aterrizó en una Apolo 2 de Barcelona con un cartel de sold out colgado para presentar su último álbum, El arte de perder (Warner Music, 23).

El concierto entero fue un viaje. Diego (vocalista), Rafa (guitarra), Yago (bajo) y Pepe (batería), con la ayuda de Xas al saxo, protagonizaron una especie de guía, de trance, como si desde el escenario se impartiese una lección digna de estudio: cómo perder, pero con elegancia. A la noche se sumaron algunos problemas técnicos: micros sueltos por golpes mal dados o acoples. Pero nada los paró porque, cuando uno aprende a perder, hasta lo disfruta. Y, si Diego no puede cantar, no hay problema: ya lo hace el público.

No hay mejor medidor de éxito en un concierto que dejar de escuchar al artista. Que deje sonar a la sala. Que Rafa le dé un golpe en el hombro a un Diego absorto en el calor del público para que sean los de abajo quienes canten. Una banda como Veintiuno cuenta con un coro propio, cambiante, pero fiel en cada concierto. El suelo de la Apolo 2 estuvo a punto de hundirse con temas como “Escalofríos”, “Haters” o “Mi Monstruo y yo”, que Diego introdujo con una pregunta certera: “¿Os acordáis del día que más solos os sentisteis?”.

Y así como el jaleo ratifica el poder de una banda, también lo hace el silencio. Del arte de perder también forma parte la ternura: cuando, sobre 800 personas, cae el breve manto de la complicidad, la lágrima es inevitable. Y, tras la tormenta eléctrica de un grupo que rebosa energía, llegó el momento de la intimidad. Los cuatro músicos aparecieron, bajo una tenue luz, para interpretar con la suavidad del acústico “Chihiro”, “Parasiempre” y “Desvelo”, en la que retaron al público a “superar a Madrid” y llenar la sala de linternas encendidas.

Tras la delicadeza, sin descanso, llegó de nuevo la energía. El público volvió a saltar con “La Toscana” para encarar la recta final del concierto con una insignia clara: “No quiero que sea perfecto, quiero algo que recordar”. La banda interpretó su mítica “Dopamina” y, tras los bises, la que, según Diego, es “la buena de Veintiuno”: “Cabezabajo”, que llevó al vocalista a saltar del escenario y codearse —literalmente— con sus seguidores. La guinda final la puso un “Dale Pepu” que hizo entender a todo el mundo que llegaba la canción más esperada y el cierre de la noche. Tras “La Vida Moderna” y con un público entregadísimo, Veintiuno se despidieron de Barcelona entre abrazos con “Puedes contar conmigo”, de La Oreja de Van Gogh, para poner la guinda a una noche mágica en la capital catalana.

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