Y el éxtasis era esto
ConciertosMy Bloody Valentine

Y el éxtasis era esto

9 / 10
Marcos Gendre — 26-11-2025
Fecha — 25 noviembre, 2025
Sala — Ovo Arena Wembley, Londres
Fotografía — Marcos Gendre

Pues sí, tras esperar desde 2018 a que My Bloody Valentine volvieran a las tablas, en su cuarto concierto de la gira, y ya más rodados, me acerqué a Londres con la esperanza, y el peligro que estas aventuras conllevan, de no quedar defraudado ante las expectativas exageradas que siempre despiertan grupos como el liderado por Kevin Shields, seguramente, el guitarrista (o desestructurador de la ortodoxia eléctrica, según se mire), más influyente de estas cuatro últimas décadas.

Para mi suerte, lo acaecido en su concierto en Londres fue mucho más que una reunión de acólitos a la liturgia de ruido y duermevela pregonada por los irlandeses desde que, entre 1988 y 1991, asentaron las bases sagradas del shoegaze, al mismo tiempo que se escapaban de las mismas hacia terrenos lisérgicos de texturas electrónicas, tremendamente, orgánicas, con ejemplos como “Slow”, que el martes sonó con una presencia arrebatadora gracias a sus consabido compases de batería hip-hop marcando la ruta de un crisol hipnótico de mantra indio.

A estas alturas de la película, es más que sabido que la leyenda forjada por MBV no ha dejado de crecer debido a dos razones principales: su trayectoria guadianesca y la imposibilidad de toparnos en todos los años posteriores con un fenómeno musical que, en terreno noise, o cómo se le quiera llamar, se acercara ni remotamente a los niveles alcanzados por el mítico cuarteto dublinés durante su edad dorada.

Aparte de ir con tal carga de expectativas sobre los hombres, ya veníamos advertidos de ciertos problemas con algunos cortes y reinicios con clásicos como “Soon” en sus conciertos previos. Sin embargo, y no por justificar, eso es algo que ya viene implícito del peligro que supone asistir a un evento orquestado por un perfeccionista crónico como Shields. Experiencia que limita con lo absurdo, pero que, tal como volvió a quedar demostrado ayer, deriva en la búsqueda del éxtasis físico a través de una experiencia más cercana a una rave de los años noventa que al de un concierto al uso de un grupo shoegaze. En su caso, definido por una fórmula cuyos extremos van del poderío intimidante de los Stooges de “Fun House” a la abstracción onírica del Aphex Twin de principios de los años noventa. Y entre medias, un mundo.

Por lo que a mí respecta, y viendo el panorama general de caras desencajadas en un casi inquietante rictus de felicidad descontrolada, lo que genera el grupo irlandés sobre las tablas es único. Sí, la moneda cayó de cara. No en vano, ¿qué grupo del mundo puede permitirse el lujo de arrancar con dos misiles como “I Only Said” y “When You Sleep” y no bajar la intensidad a lo largo de ciento diez minutos? ¿Hay alguno? Desde luego, dentro de sus lindes shoegaze, ni de lejos. Porque lo que vino después no fue sino un coitus interruptus articulado en torno a “Loveless” y el EP “You Made Me Realise”, principalmente, con tres añadidos gloriosos de “Isn’t Anything” y con rescates de sus EPs previos a “Loveless” como “Honey Power” y una “Off Your Face” que nunca habían tocado en directo hasta esta gira.

Con un repertorio de este nivel, resulta imposible no caer rendido ante el trance general invocado por Shields y los suyos. Incluso, a medio gas hubiera funcionado a la perfección. Sin embargo, y a pesar de que los años pasan inexorablemente, la base rítmica conformada por Colm Ó Cíosóig y Debbie Googe funcionó como suele ser habitual en ellos: siendo un motor tan ágil como contundente, rozando la cadencia industrial, aunque con la velocidad requerida para calibrar, en todo momento, la tempestad de melodía y ruido gestada por Shields y Butcher, para la cual también contaron con la ayuda de un quinto miembro a los sintes que dio más cuerpo y matices al geiser emocional que derivan de unas canciones donde los efectos, delays y tremolos se comen por completo a cualquier atisbo de literalidad en las formas melódicas.

En este sentido, la gran particularidad de gestas como la vivida en el Ovo Arena Wembley es la de quedar atrapado en una dimensión etérea, de volumen atronador, en la que da igual si se entienden las palabras de Shields y Butcher. Al fin y al cabo, de eso va el shoegaze, ¿no?

En definitiva, si la gran cuestión al respecto del retorno de My Bloody Valentine era si siete años sin tocar juntos les habían oxidado de más, la respuesta es no. Quizá su retorno no genera ni la décima parte de ansiedad que el de Oasis, pero lo cierto es que para comebacks el de estos tipos cuyo estatismo escénico habitual incluso les sirve para sortear el paso del tiempo como si se fundieran en el mismo. Sin duda, todo un paradigma onírico de lo que su propia arcadia sonora despierta en vivo.

Lo dicho, siguen siendo únicos y muy por encima del resto de los mundanos indies. Nada más que añadir que la presencia de un telonero como J. Mascis, quien calentó los ánimos a base de versiones acústicas en solitario de su repertorio con Dinosaur Jr. Sin más y a años luz de lo que provocaron los titulares de la noche.

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