Muchachos con gorras, mujeres refinadas, jóvenes con camisetas, señores con camisa, y niños de gala. Una audiencia diversa que llegó a las casi 2.000 personas. El Kursaal estaba hasta la bandera el sábado por la noche, y la heterogeneidad del público era digna de elogio. Las diferencias no tenían cabida, y al cubo grande accedió sólo cuanto unía a todos esos feligreses dispares: su devoción por Morgan. Y se apagaron las luces. Shhhhh. Se hizo el silencio, se iluminó el escenario, y se encogieron los estómagos. Entonces el foco viró a la puerta de acceso, y se personaron los anfitriones más esperados en el pasillo de entrada. La reacción fue inmediata. ¡Ya estaban con nosotros!
Enseguida nos abrieron la puerta de ese coche con el que viajaríamos hasta el "Hotel Morgan" durante las dos horas siguientes. Nos invitaron a acomodarnos en la parte trasera por blues. Con un Arena prístino que los ocho músicos fueron interpretando mientras caminaban entre el público, su público, hasta las tablas. Guitarra acústica, por Paco; percusión con el chasquido de los dedos y el sonido de los pies al andar, los otros siete; y la voz. Esa voz única e icónica de Nina de Juan, que nos desveló la intención del recital: “Vengo a traerte flores y arena del camino/ Vengo cantando a las penas que viajan conmigo/ [...] Y quiero parar un segundo y mirarte”.
Y así, mirándonos, emprendimos juntos la travesía.
La banda afincada en Madrid formada por la cantante Carolina de Juan (Nina), el guitarrista Paco López, el batería Ekain Elorza, y el teclista David Schulthess (Chuches) pasaba por San Sebastián para presentar su cuarto largo: "Hotel Morgan". Un disco grabado en un estudio noruego a pie de fiordo, hasta donde los músicos se desplazaron en furgoneta, y cuyo trayecto por carretera es una metáfora recurrente en cada una de las 12 piezas del álbum. En Donostia repitieron la formación conformada al hilo de esta gira por auditorios. Ellos cuatro más los hermanos Planas, habituales en sus directos: Willy al bajo (¡menudo bajo!), y Gabi a los teclados, percusiones y guitarra. Pero también con el apoyo vocal de Alejandro Ovejero y Carolina García, que se despedían en la cita donostiarra, porque Morgan vuelve al formato de salas después del tour que clausuraron en el Kursaal.
Pues así, cantando a capela, llegaron hasta el escenario. Nos dieron aún tiempo para aclimatarnos con una íntima versión de Delta, interpretada con Nina y los dos vocalistas en el centro del escenario, bajo un foco rojo. Una versión coral cuyas voces trascendieron el espacio cerrado del auditorio, y después cada uno tomó su instrumento. Iban a poner en marcha el tercer tema, que tanto en el disco como en este directo fue Error 406, y entonces ya sí: desplegaron toda su artillería. Ya nos tenían a todos montados en el coche, como hicieron ellos antes de partir hacia Noruega a grabar "Hotel Morgan". Así que pisaron el acelerador a fondo, y empezamos el viaje. ¡Y menudo viaje!

El revestimiento de las canciones interpretadas fue de una maestría instrumental grandiosa. Los arreglos a los temas de estudio resultó de una potencia atronadora. Y el trabajo de luces adoptó un gran peso para guiarnos por aquel terreno musical. Nos faltaron manos para aplaudir después de "Cruel" o "Pyra". Se nos entrecortó la respiración durante "Alone" o "River". Y nos reímos mucho al ejercer de coristas para "Praying". Porque al margen de la solemnidad de la puesta de largo de este disco, Nina, que se movió por el escenario y no se mantuvo fija en el piano como antiguamente, rompió la emoción contenida con sus intervenciones cercanas y divertidas que enamoraron, aún más, al público. “Estamos muy contentos de estar aquí. Imagínate… Un día estás haciendo música y al siguiente estás tocando en el Kursaal”, declaró agradecida la espléndida maestra de ceremonias. Claro que el recorrido de Morgan, como bien apostilló la vocalista, no ha sido así de fugaz. Porque estos músicos llevan desde 2012 afianzándose con cuatro trabajos de estudio y cientos de conciertos. Y a estas alturas ya han conquistado ese amplio espacio de la escena musical nacional que ya les pertenece.
A pesar de la emoción del público, que se sentía a cada solo de guitarra de Paco, o a cada baquetazo de Ekain, las butacas nos mantuvieron a cada uno en nuestro sitio. Estáticos, sin aullar cada tema que nos sabíamos de memoria, y que, por vergüenza de molestar al de al lado, nos limitamos a susurrar para nosotros mismos. Porque ninguno de los presentes fuimos capaces de mantenernos mudos durante ese "Volver" o "Sargento de Hierro" de los vises. ¿Cómo no tararear, estremecidos ese “Cúrame viento/ Ven a mí/ Y llévame lejos/ Cúrame tiempo/ Pasa para mí/ Sálvalos a ellos/ sálvalos a ellos” con Nina al piano?
Con "Final", el último corte del disco, nos despidieron. Y el concierto resultó ser una ola gigante que lo engulló todo. Porque, con ellos en escena, había fuego. Fuego por todos lados. Como en "Pyra" “There is fire/ fire everywhere/ Like a giant wave swallowing everything”. Y así, la energía que entró en el cubo del Kursaal ardió. Guiada por esos ocho músicos trascendió, y cuando la audiencia salimos a la Avenida de la Zurriola transitábamos ya un aura nueva, cortesía de una banda con uno de los directos más sólidos que hay en España.
Después de lo vivido en el Kursaal el sábado, creo que la mayoría de la audiencia coincidiremos en que nos iríamos de viaje con Morgan a donde quieran. Porque dónde nos lleven da igual; lo importante es que nos lleven ellos, y que, como ocurrió en Donosti, nos transformen por el camino.
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