El mismo día en que salía a la venta su nuevo álbum, “The Tomorrow Man” (Ponderosa, 25), Micah P. Hinson ofreció un concierto privado en el Espacio Amazonas, centro social autogestionado sito en ese madrileño distrito de Carabanchel en el que el artista reside junto a su pareja desde hace un tiempo. Una especie de previa fijada cuatro semanas antes de que acontezca la presentación oficial del disco en la sala Clamores de la ciudad. Será, en este caso, dentro de la programación de MAZO, acompañado de banda completa y en un doble pase con entradas agotadas.
Un concierto acústico con el que probar la rodada inicial del nuevo material, de corte extremadamente intimista y completado ante medio centenar de personas. Una maniobra para la que el de Texas se acompañó en exclusiva de guitarra, su habitual micrófono vintage y unos cuantos cigarrillos de liar. Las nuevas canciones resultaron así despojadas de esa orquestación manifiesta en su versión de estudio, intercambiando aspecto crooner por una preciosa y sentida sencillez que se acerca sin disimulo al clasicismo puro del country y el folk.
Quedaba así a la vista el esqueleto mismo de unas canciones que, bañadas en su desnudez, ganan en profundidad y emoción. Sobre todo, sostenidas por la siempre reconocible y penetrante interpretación vocal de Hinson, rematada para la ocasión por meditados punteos que van y vienen (en ocasiones, incluso desaparecen del todo), cediendo sin tapujos la línea argumental a la propia historia narrada por este coyote del desierto que ahora aúlla a sus anchas por tan castizo barrio.
Un trazado por composiciones recién estrenadas que resultan candentes en su más básica manifestación, caso de “One Day I Will Get My Revenge”, “Think Of Me”, “Walls”, la magnífica “Oh Sleepyhead” o “The Last Train To Texas”, acompañado por clásicos del repertorio que siguen agitando almas del tipo de “People”, “Beneath The Rose” o “500 MIiles”. Unas y otras completaron una velada de formas tan austeras y cercanas como, en la práctica, consecuencias lujosas de compleja cuantificación.
Un desarmante reencuentro con el libro de estilo de Micah P. Hinson, acontecido en torno a esa hoguera de confianza y cercanía que sólo pueden proporcionar distancias tan cortas, salteada además con generosa charla del autor acerca de pasado, presente y futuro. Un regalo por parte de un firmante a todas luces imprescindible dentro de sus coordenadas, que antaño convertía sus demonios en canciones exorcizantes y que, ahora, parece en paz y sitúa ese equilibrio en torno a su propia expresión creativa.

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