Dominio y continencia
Conciertos / Manel

Dominio y continencia

7 / 10
Alberto Bonilla — 29-10-2022
Fecha — 21 octubre, 2022
Sala — Kafe Antzokia, Bilbao
Fotografía — María Elena Álvarez

Es difícil recordar, sobre todo con una pandemia de por medio, cuándo fue la última vez que Manel se dejó caer por el norte en una gira de salas. Tanto es así que todavía guardan una deuda pendiente con Pamplona –a quien corresponda– tras cancelarse su concierto previsto para un día que supongo que solo dejará indiferente a los más olvidadizos, 12 de marzo de 2020. Por ello, a pesar de desembarcar en territorio vasco, en una sala amplia como el Kafe Antzokia, y cantando en lengua foránea, el cuarteto prácticamente llenó toda la estancia en una noche de octubre bilbaíno que se sintió primaveral.

Cierto es que quedarán algunos, los menos, que todavía no se habrán adentrado en la música de Manel o no hayan sentido jamás flechazo alguno con sus melodías. Lo normal es que, o has entrado de primeras a pesar la barrera del idioma, o es posible que ya nunca les vuelvas a coger el gusto. Porque lo que no cabe duda es que la punta de lanza de su música reside plenamente en sus letras de carácter costumbrista, en sus folclóricos relatos y en la sensibilidad que rebosa la banda a la hora de contar algunas de las situaciones más mundanas y cotidianas. Y ahí la cuestión del idioma, en su virtud o defecto, juega un papel fundamental.

Pero en el extremo opuesto encontramos otra vía de entrada a su universo, que es lo que concierne a todo lo meramente musical. Y es justamente en este terreno en el que Manel ha pasado de ser una formación de claras aspiraciones folkies y espíritu trovador a una banda con un dominio total de su expresión y una amalgama de registros que han ido adaptando a un estilo propio inimitable. Y es justamente esa nueva estructura horizontal de liderazgo en la que paradójicamente Guillem Gisbert ha asumido un papel protagonista mucho menos encorsetado y más ocioso.

Todo lo anterior se atisbó desde el primer minuto en el Antzokia con las guitarras desatadas de “Les cosines”, que sin duda suponen una ruptura total con los inicios naíf de su carrera. En este sentido, la constatación llegó a continuación con “En la que el Bernat se’t troba”, que tras catorce años de rodaje ha pasado a ser una pieza deconstruida en el directo, probablemente con el mismo deseo de agradar que de no aburrir al respetable con una reiteración interpretativa.

Y así se fueron sucediendo, con mayor y menor grado de euforia, diferentes cortes de toda su trayectoria como “Aquí tens el meu braç”, “Captatio benevolentiae”, “Boomerang” o “Per la bona gent”, que fueron generando una atmósfera de fraternidad y baile en un ambiente hasta el momento algo frío y reservado. Porque sí, aunque sonaron impecables, se percibió desde el primer momento un sonido algo aprisionado y una actitud de la banda mucho más comedida que en anteriores ocasiones a lo largo de todo el espectáculo.

Así mismo, como si de un metraje se tratase o como si nos hubieran leído las ganas, el punto de giro narrativo y conductual vino de la mano de la infinita “Jo competeixo”, en la que sucede algo similar a esa sensación que experimentan los conductores que habitualmente realizan el mismo viaje largo. Sí, esa percepción de que el trayecto cada vez se les hace más corto. Una pieza incalificable con sus múltiples cambios de ritmo y registro, y una locución que mantuvo hipnotizado a un público interpelado por Guillem del segundo 1 hasta el 514 que dura la obra maestra.

Ese entreacto en alto, que supuso una inflexión clara en el show, también vino acompañado de algunos descubrimientos en directo como “La jungla” y “Tipus suite”, que a pesar de ser cortes con menos rodaje, sonaron armónicos y estables en un espectáculo que se presentó ya cuesta arriba, no por ninguna incomodidad sino por el nivel ascendente y progresivo que se alcanzó con cada una de las melodías que desplegaron los catalanes.

“Mort d’un heroi romàntic”, “Criticarem les noves modes de pentinats, “Les estrelles” y “La cancó del soldadet”, cada una de ellas con su respectiva templanza y ensoñación, acabaron por contener a un público antes de prender la mecha de “Boy band”, con su hilarante coreografía, o la exaltación afectuosa de una “Teresa Rampell” que siempre sube un escalón en el directo previo y que excitó a los presentes previo a la bajada del escenario.

Casi ininterrumpidamente, sin alargar de forma innecesaria el parón, subieron de nuevo a las tablas para desplegar la mejor versión en catalán que se haya hecho del “Common People” de Pulp, una renovada “Al mar!” y la muy acompañada “Benvolgut” que desencadenó una danza final arropada por los acordes del “Mi gente” de J. Balvin. Un desenlace en alto que sirvió de recompensa para un directo al que igual no fue tanto lo que le costó arrancar sino llegar a emocionar.

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