Blanquear el soul
Conciertos / Curtis Harding

Blanquear el soul

6 / 10
Javier Corral “Jerry” — 25-07-2022
Empresa — Heineken Jazzaldia
Fecha — 21 julio, 2022
Sala — Playa de la Zurriola, Donostia
Fotografía — Jokin Fernández

Perfectamente podría haber permanecido en la parte trasera del show business, cuando aparecía en remixes de Outkast o de segundo vocalista de Cee Lo Green, en aquellos tiempos en que el hip hop sureño se nutría de soul y rhytm'n'blues. Pero en 2014, ya con 35 años, Curtis Harding reunió un número suficiente de buenas canciones para publicar un prometedor "Soul power", también en plena fiebre por recuperar la pureza del soul clasicista. Desde entonces, ya en el frente, Curtis ha puesto en circulación dos álbumes más que no envidian al primero. Su carrera parece encaminada y crece su nombre como solista destacado dentro del retro soul como ejercicio ya casi irónicamente atemporal.

Esta oportunidad que le trae a la Playa de la Zurriola del Jazzaldia donostiarra en horario nocturno, precisamente poco después de visitar otro festival de jazz en Niza, es la segunda en nuestra cuenta. La primera llegó a finales de 2019, poco antes de que todo lo parara el covid, en el bilbaíno Kafe Antzokia, en un concierto que ya nos dejó con muchas dudas sobre su directo. Y puede decirse que seguimos parecido. Curtis aparece en escena amarrado a su guitarra (que luego simultanea en una posición de frontman con pandereta como muleta) y con unas enormes gafas de pasta blanca que perfectamente podría haber rescatado del ropero de Sly Stone. Y no es éste un detalle cualquiera. Porque, como Sly & The Family Stone (y otros de entonces), Harding incorpora en buena medida aquel soul setentero y sofisticado que lo mismo se mezclaba con el rock que la música disco o la psicodelia. De hecho su forma y formato es pefectamente reconocible como un quinteto blanco de rock (todos sus acompañantes lo son), donde los punteos del guitarrista Tyler Morris (qué maravilla que en los festivales de jazz tengas la formación completa antes de empezar el concierto) recuerdan demasiado las ortodoxias del género. Y mira que el arranque de esa pequeña sinfonía de gospel sinfonizado de "Hopeful" presagia emoción. Pero a medida que avanza, el concierto se va convirtiendo en un viaje plano, le faltan las curvas del arrojo (y aquí se distancia definitivamente de Sly y otros) que se le presupone y se le debe exigir a la genuina música negra.

Habrá que decir que a Harding (a su música) le sobra elegancia para que aquello no decaiga nunca en una feria, pero también le falta la condición natural de los super clases. No hay apenas groove, escasea el grano de la hondura. Está todo correcto, su voz grave y su falsete (que presiden 'I Need My Baby', 'Dream Girl' o ' I Can't Hide It') no desentonan, las canciones no están mal, pero incluso a las más resultonas ("On and on", "I won't let you down", "Need your love") les cuesta trascender más alla del recreo. Triunfa la capa de yeso blanco que Curtis Harding y sus músicos proponen y que terminan por construir un muro que separa el divertimento del verdadero arte. Pocas horas antes, y en ese mismo escenario además, habíamos visto a Mulatu Astatke en septeto. Y una vez más las comparaciones no proceden.

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