A mí me daban dos

Doble cartel muy bien delineado por los responsables del ciclo ‘Noches del Botánico’, con la presencia de un par de bandas británicas clásicas, de esas capaces de movilizar a la vieja guardia y aficionados encantados de desempolvar sus camisetas clásicas del grupo en cuestión. Por un lado, los escoceses Teenage Fanclub, en este caso ejerciendo como encargados de abrir la velada. En la otra esquina, y como principal atractivo de la noche (en un papel que, en la práctica, resultó bastante más evidente que lo que habría cabido entender de inicio) se posicionaban los mancunianos James.

Teenage Fanclub pagaron, con un volumen y tiempo limitados y algo acongojados en esa parte concreta del escenario que se les había reservado, su posición en el cartel. A pesar de todo, la banda liderada por Norman Blake y Raymond McGinley tiró de veteranía y, apuntalado sobre sus principales armas –eternas líneas melódicas, medidos juegos vocales y, en definitiva, preciosas canciones–, ofertaron un buen concierto. Algo que, de paso, borró el mal recuerdo dejado por su anterior visita a Madrid, cuando a finales de 2023 un pésimo sonido lastró su actuación en el Teatro Albéniz. Quizá sea inevitable, a estas alturas del partido, no echar en falta el ímpetu juvenil mostrado antaño sobre las tablas por el grupo; incluso procede pensar en que, por momentos, la cosa fluye con el piloto automático. Pero, en cualquier caso, el reencuentro con canciones como “What You Do to Me”, “I Don't Want Control Of You”, “It's a Bad World”, “The Concept” o “Everything Flows” sigue resultando impagable.

Teenage Fanclub

Lo que, visto lo visto, quedó como obviedad fue que James se erguían como las estrellas de la cita, con la banda liderada por Tim Booth trasladando al magnífico emplazamiento ofertado por ‘Noches del Botánico’ ese indie-pop atemporal que en su país resuena en estadios y grandes recintos. Un éxito consensuado además por el número uno de ventas que consiguieran en Reino Unido con “Yummy” (Nothing But Love, 24), el que es hasta la fecha su último álbum de estudio. Un sonido arrollador con definición cristalina junto con (en este caso sí) un volumen espectacular presidió todo el concierto, con la voz de Booth luciendo impecable acompañado con frecuencia por la aportación de Chloë Alper tras el micro. Una actuación que comenzó con una versión acústica de “Lose Control” desarrollada mientras la banda desfilaba desde la grada hacia el escenario, y en la que numeroso combo apostó por destinar buena parte del repertorio a revisar su época más reciente.

El espacio principal se lo llevaron temas como “Stay”, “Way Over Your Head”, “Shadow Of A Giant”, “Better With You”, “Heads” o “Moving On”, salpicados, de tanto en tanto, con aquellos éxitos de siempre que todo el público quería escuchar (“She's A Star”, “Say Something”, “Born Of Frustration”, “Tomorrow”) y que, dada su escasez, eran recibidos con pasión. James podrían haber destinado su presencia sobre el escenario al auto homenaje, dándose un baño de masas asegurado y de esos que dejan el ego más que saciado. A cambio, buscaron (y encontraron) la victoria tirando de presente, luciendo orgullosos las canciones que conforman sus últimos álbumes. Su personalidad épica y elegante a partes iguales y una ejecución milimétrica hizo el resto, sobre todo entreverada con los mencionados himnos indies aptos para todos los públicos.

Los bises derivaron (ahora sí) en ese banquete de familiaridad que la mayoría de los presentes buscaban desde que comprasen la entrada, con la pegadiza “Beautiful Beaches” allanando el camino para el desbordante trío de ases compuesto por “Getting Away With It (All Messed Up)”, “Laid” y “Sit Down”. Y es así es como el concierto de James terminó convertido en fiesta grande, a pesar de que su auténtica valía quedase focalizada en el imponente valor global de un espectáculo desarrollado con detalle a lo largo de cien minutos poco menos que sobresalientes.