El Festival Boreal alcanza su mayoría de edad en una edición que mantiene su esencia intacta, con más de una veintena de actuaciones de músicos de cuatro continentes y decenas de actividades multidisciplinares gratuitas para todos los públicos, desde danza a exposiciones, pasando por talleres para todas las edades, actividades familiares y propuestas de arte urbano. Una fiesta y festín sonoro para celebrar (no para despedir) el verano infinito canario, donde la raíz y la contemporaneidad se unen y vuelan como arte libre, y todo bajo un latido que marca el camino común del compromiso, el activismo y la diversidad.
Éxito total con más de 10.000 personas durante el fin de semana, demostrando una vez más que es posible y necesario salir del circuito repetitivo de festivales comerciales; además de descentralizar la cultura y corroborar que un municipio, Los Silos, con poco más de 5.000 habitantes puede albergar un evento que, en su 18ª edición, sigue ensalzando la pluralidad cultural, cuidando el entorno y mimando a artistas y público por igual.
Cabe subrayar que, desde su creación, Boreal ha sido concebido como un eco-evento, con una integración entre prácticas culturales y principios de sensibilización y educación ambiental. En este aspecto, “por su implicación en la divulgación, el conocimiento y la conservación de la biodiversidad y la cultura de las Islas Canarias”, el Premio Boreal 2025 ha recaído en la bióloga Atteneri Rivero.
Con mimo se cuida también en el festival la accesibilidad y la inclusión, para que las personas con cualquier tipo de discapacidad disfruten de la cultura: de conciertos signados, a mochilas sensitivas, espacios reservados, acompañamiento y una decena larga más de acciones, con un Punto Naranja incluido como espacio de atención e información especializado en accesibilidad y discapacidad. Y muy destacable es, por su claridad y realidad, el plan de igualdad del festival: Punto Violeta, paridad de género en la programación y nada de grupos ni artistas cuyas letras promuevan discursos sexistas, racistas o LGTBIfóbicos.

Viernes 19
Tengo un vínculo especial con Tenerife porque fue la primera isla que me acogió con los brazos abiertos y eso ocurre una vez más. Recuerdos a cada paso y llegamos a Los Silos, con el mar rondándonos y antiguas salinas y cultivos de cañas de azúcar que ya quedaron atrás. Recorremos un camino empinado, flanqueado por muros de los que asoman infinitas plataneras, hasta coronar y llegar al maravilloso casco antiguo, rodeados de montañas, plazas de película adornadas con centenares de banderines rojos, blancos y amarillos (colores de la bandera de Los Silos) y calles empedradas con decenas de puestos de artesanos y rica comida local.
No llegamos a tiempo para ver a Nuria Herrero en el concierto inaugural, pero cuando nos acercamos al Escenario Convento aún resuena el eco de su universo de percusiones y raíces latinas, africanas y cubanas, el canto a la memoria y la voz de las silenciadas y silenciados. Seguimos la música y encontramos en el escenario Canarias, al fondo de una estrecha y larga calle, a La Otra & Jhana Beat, que nos reciben arrojando al aire versos sentidos y comprometidos, demostrando que no hay que cambiar el paso para pasar de lo íntimo a lo colectivo. La música y “la poesía no es un lujo”, sino, como afirmó Audre Lorde, es algo totalmente necesario, combatir desde el arte las terribles injusticias y crímenes del mundo, con Palestina siempre presente. Mecen la tarde y curan heridas con esa mágica “brisa que viaja al cantar” en temas como “Vuelve” o el flow enérgico y necesario de cantar para recordar que “Tenemos poder”, tema en el que Isa, tras fallar la tecnología, sin base electrónica, deja que su canto vuele a capella, porque, como decía El Cabrero, “a la voz no hay quien la pare, ni rejas ni paredes”. Y de la canción de autor y el folk más preciosista y embriagador, pasamos a la rave más reivindicativa y festiva, con Jhana Beat acelerando el pulso rítmico de la tarde, ráfagas de beatbox incluidas. Hasta llegar a ese “dolor que puede ser la pimienta de las alegrías”, despedida sanadora que funde cumbia con techno, dejándonos la primera marca en el pecho nada más aterrizar en Boreal.
El compromiso y las raíces fluyen en el escenario (principal) Los Silos con la canaria Cristina Mahelo, folclore y contemporaneidad por igual, acompañada por la omnipresente Belén, la Jalada, a los mandos de la nave electrónica, batería y percusiones mil. De “La herida” inicial que ya nos deja tocados y en sus redes, a “sacudirnos las espinas y rezar todos los males para que venga lo bueno”, en ese resplandeciente fraseo de no ser ni de aquí ni de allá, “Justo en la mitad del mar”. Amor por la conservación del territorio a cada paso y denuncia social, canciones con aroma a salvia y romero, de las que crecen tabaibas libres y salvajes que abren ventanas por las que entra y sale la luz y el olor a mar. Así, pañuelo de campesina que intercala con el palestino, pasamos por una emocionante “Aullar” sobre las tablas o con Mahelo bajando y cantando versos entre el público, mientras Belén la acompaña desde el escenario al tambor herreño: “Me preguntaron esta noche por qué desfallecía, / será porque la presidenta se armó en la porquería. / Y en la magua que yo tengo tan adentro de mi alma / no se lleva tan oscura si se comparten hermanas…”. Tristeza compartida que da paso a la alegría, aparcando el folclore y, como hija de su tiempo y comprometida con las terribles injusticias, “perreando” con “Mis lobas” y fuera manadas y jueces machistas.
Velocidad de crucero al caer la tarde y la artista colombiana La Valentina hace que las temperaturas suban con su fusión de ritmos urbanos, del rap al trap, pasando por la salsa, el reggaeton y el perreo “hasta que se rompe el suelo”. Y como cantó Camarón y Kiko Veneno, “volando voy, volando vengo”, de escenario en escenario, entreteniéndonos y disfrutando del camino, comida local y un buen jugo de caña de azúcar incluido, para recargar energías y poder gozar de todo lo que nos queda. Así, con el solape de actuaciones persiguiéndonos, picoteamos y nos empapamos con los ritmos disco, hip-hop, latinos y pop del grancanario Om Domínguez, mezclando en perfecta armonía instrumentos tradicionales y sinfónicos, trompeta al poder en “Fuego” como una de las cimas de la velada; y antes nos dejamos llevar por las buenas vibras a los cuatro vientos con la tinerfeña Isa Izquierdo & MVBA, una suerte de brisa y soniquete que fusiona reggae, electrónica y cuidadísimos arreglos, disfrute para los sentidos en el que nos quedaríamos más tiempo, pero tenemos que teletransportarnos al escenario principal para asistir a uno de los conciertos estelares de la jornada, pareja artística irrepetible que sin lugar a dudas pasarán a formar parte del olimpo de los grandes dúos de cantaores y tocaores del flamenco, Israel Fernández y Diego del Morao. Aunque el incómodo “murmullo” de una parte del público no termina de apagarse, pronto el arte para el tiempo y se apodera de Los Silos para siempre, con un Diego estratosférico a la guitarra, con ese toque incomparable que te pellizca por dentro y te tiene en vilo, sin tocar el suelo, de principio a fin, ya sea por soleares, con Israel Fernández templando volcanes a su antojo y cada vez más a gusto e inspirado: “Si el sol que sale te ofende, / con el sol yo me peleara / aunque me cueste la muerte”; o por una “Taranta minera de Chacón” que corta la respiración y funde el atardecer con la noche, luna sonriendo también de emoción que ya asoma en el cielo tinerfeño. La conexión, admiración y hermanamiento entre Israel y Diego, Diego e Israel es total, dos genios que entrelazan el arte en cada mirada, en cada gesto, parece que “andaban sin buscarse, pero a sabiendas de que andaban para encontrarse”, y que suerte la nuestra. La lluvia de perseidas flamencas sigue su curso a cada rasgueo de guitarra de Morao, con el duende siempre entre los dedos, y a cada quejío que surca y araña el aire, magia que sale de esa fragua que tiene en la garganta el toledano que es, como diría poco después Chaparro de Califato ¾ y a lo que nos sumamos completamente: “El único Israel que nos gusta, Israel Fernández”. El público de las primeras filas completamente embelesado con un ramillete de Tientos que resplandecen más que las estrellas: “Yo a ti te pondría, yo a ti te pondría, / un puente para que llegaras / de tu casita a la mía”; para desembocar en soleares de amor con espinas (“Yo no sé lo que le ha dado esta gitana a mi cuerpo / que hago por olvidarla / y más presente la tengo”), tangos (“Yo soy gitano” y Los Silos, Camarón presente, se rompe la camisa de emoción) y fin de fiesta por bulerías, con el público al completo repicando a las palmas como si fueran del mismísimo barrio jerezano de Santiago. Una de esas actuaciones que, contra viento y marea, marcan un antes y un después jondo en Boreal.
Con la piel aún erizada, volamos al escenario Canarias para disfrutar de otra de las actuaciones que teníamos apuntada a fuego en nuestra ruta del viernes: la napolitana Carola Moccia, La Niña, que sale a escena en formato trío y nos hechiza con cada movimiento, ya sea a la guitarra, pandereta o con un canto que parece surgir como una fuerza de la naturaleza, mística y carnal al mismo tiempo. Una voz privilegiada y un magnetismo sobre las tablas que no nos deja ni parpadear. Repasa su espléndido segundo disco, “Furèsta” (25), delicia de principio a fin, piezas que rezuman tradición, presente y futuro con una luminosa personalidad que es puro arder en cada interpretación en vivo: de la fuerza galopante (palillos a las manos) de “O Ballo d’ ‘E’mpennate”, al vaivén irresistible de “Ah!”, pasando por la belleza cegadora de arreglos y canto en “Oinè” o el ciclón incontrolable en la recta final de una “Guapparìa” que hace que la calle al completo no toque tierra en ningún momento. “Hija de la tempestad” que se acuerda del pueblo palestino y le dedica “Fortuna” a la flotilla. Termina el concierto y ya estamos deseando volver a verla.
Cogemos aire y Dorada por la garganta antes de la traca final, despidiéndonos por hoy del escenario Canarias con las mexicanas Girl Ultra y un pegadizo y marciano cover del “Morena mía” de Miguel Bosé.
Todo preparado en el escenario principal, olor a incienso y a azahar de naranjos florecíos… comienza la misa pagana y la rave andalusí más espacial y adictiva con Califato ¾ y un “Crîtto de lâ Nabahâ” que hace bailar hasta a las montañas que nos rodean. Arte, guasa y compromiso a cada nota, envolviéndonos en una balacera de hits al alcance de pocas bandas. De los ritmos árabes, flamencos y electrónicos de “Dime dónde bâ”, a piezas claves ya de su genuino cancionero que atraviesan y hacen temblar el suelo, pista de baile sin tregua, como: el compás en llamas de “Buleríâ del aire acondiçionao”, el éxtasis colectivo con “La bía en roÇa” o el cover de “La puerta” más lisérgica, de nuestra querida Le Parody. Andalucía rules, ravera, flamenca y empática. “¡Vamos a querernos más y menos bombas, carajo!”. Palestina latiendo y, con la cumpleañera María José Luna derrochando flamencura y arte, Los Silos se funden, bailan y cantan a viva voz “Historia de un amor”. Ahí quedamos, en la alegría y la razón del existir recuperada por momentos.
Tras la rave andalusí más hechizante sacamos bandera blanca e iniciamos retirada, pero la estela festiva continúa y el broche perfecto de una sobresaliente primera jornada de Boreal llega desde Castilla-La Mancha de la mano de La Pili, con coreografías mil y una puesta en escena vibrante, disparando hits cargados de empoderamiento, identidad, folclore futurista y pura fantasía que convierte la luna en una enorme bola de espejos que no deja de girar. La moda no son ellos, es La Pili, “Matahari” y “Dirty Diabla” al poder.

La Otra y Jhanabeat
Sábado 20
La segunda jornada sonora comienza con la colombiana Laura Pérez, acústica en mano y disco debut bajo el brazo, “La Chinita” (25), acariciándonos con una brisa íntima y luminosa que funde pop y folk a fuego lento en el escenario Convento. Para seguir poco después con otro reconfortante abrazo sonoro a cuenta del dúo canario-gallego formado por Sara Caride y Silvia Izquierdo, Lula Mora (voces, timple y acústica), acompañadas de teclista/guitarra eléctrica y contrabajista para la ocasión, regalándonos un viaje que va de lo íntimo a lo colectivo, recorriendo los surcos de su disco “Hogar” (25). Así, mecen a la calle al completo mientras nos adentramos “Mar” adentro y encontramos “Refuxio” en cada una de sus letras.
Muchas ganas teníamos de ver a Carmen Xía defender sobre las tablas su brillante último trabajo, “El cuerpo” (24), y desde la prueba de sonido nos gana, cantando un fragmento de “La Prueba” de nuestra añorada y eterna Gata Cattana. Con el productor y músico Suzio Tarik a los mandos electrónicos, Carmen tarda poco segundos en meterse a la calle larga al completo en el bolsillo, tanto con su repertorio más comprometido y emocionante, como con piezas más festivas y desternillantes, todas genuinas y con versos a la altura de las más grandes. “Corre que te pilla, corre, corre que te come, corre que te come…”, de las fatiguitas dobles desmintiendo tantas mentiras interesadas y falsas en “Awita”, a ese rompedor y empoderado pañuelo “Blanco y dorao” en sus dos partes, jondo y metalero, que nos hace un nudo en la garganta y que eriza con su recitar hasta el suelo empedrao: “Tus heridas son las mías. Acuérdate de la promesa: Juntas pa siempre, hermana, en esta y en las que vengan”. Nos deja huella con su esencia coplero-flamenca y rapera en el fragmento a corazón abierto de “La Prueba” y, en el siguiente parpadeo, pone la calle patas arriba con la divertida “La Juani” y una “Premenstrual” que baila y canta hasta el que no se la sabe. La fiesta ravera cargada de ironía y denuncia continúa su fluir en la denominada “Verbena del coño” y unos “Andaluces de Jaén” reivindicativos y fiesteros por igual. Más arte y revienta el mundo, genia y figura.
Bajamos las pulsaciones, pero no la intensidad, en el escenario principal con el sol derramándose por las montañas de Los Silos y pablopablo dorando las pieles a base de interpretaciones rebosantes de sensibilidad y elegancia, en formato trío (guitarra acústica y eléctrica, teclados, percusiones y saxo), jóvenes multiinstrumentistas que intercambian posiciones con la misma maestría y naturalidad que respiran. Recorren los surcos de su segundo largo, “Canciones en mí” (25), parando relojes y arañando por dentro con mal de amores centelleantes como “Otra vida” o “Será x mí”, con Pablo Drexler intercalando eléctrica y acústica sin despeinarse. No falta la pegadiza “Sidekids” que grabó con esa otra alma/voz gemela, Guitarricadelafuente, dejando estelas en el cielo tinerfeño con un falsete y fraseo que roza lo imposible, o una vibrante “Dónde estás!”, con crescendo y explosión de distorsiones final. Clase, virtuosismo y alma en cada interpretación, una de esas delicatessen sonoras que te dejan marca en vivo sin que apenas te des cuenta. Se despiden meciendo Los Silos con una “La tuya” en la que nos habríamos quedado a vivir una larga temporada y “esa mala costumbre que tenemos de esperar otro mensaje…”, en otra cumbre del sábado que se nos queda clavada en el pecho, “Eso que tú llamas amor”.
La artista guatemalteca Sara Curruchich sube la apuesta de compromiso social y planetario sin olvidar la celebración y el baile, como ella misma dijo, “defender la alegría sin perder la indignación”. Un cancionero en el que los himnos por la igualdad, la justicia y la dignidad se unen en la encrucijada donde el folk, el rock y pop se entrelazan con sus raíces y gritos de celebración y revolución. Intercala su lengua materna, el kaqchikel, con el español, de “Somos” a “Pueblos” o “Mujer indígena”, pasando por una muy celebrada versión del “Clandestino” de Manu Chao, con banderas palestinas de nuevo ondeando a los cuatro vientos.
La energía comienza a bajar y un buen amigo me dice que no hay que irse de Los Silos sin comerse un bocata de cochino negro con mojo y allá vamos. Antes estuvimos en la fiesta infinita de Matah & Chalart58, con el escenario Canarias a reventar y bailando sin parar a base de sonidos jamaicanos y dub empapado de sonidos mestizos; y después, con el estómago contento, nos dejamos llevar por el festín sonoro que ha organizado La Cangreja, rodeada de músicos de altos quilates y derrochando frescura, identidad canaria, sensibilidad y talento por cada poro de su piel. Cierran el escenario Canarias con una actuación que va de la jam a la epifanía, con Elena y sus músicos en completa armonía, rozando en trance y transmitiendo feeling y energía a un público completamente entregado a la causa. Boreal vuelve a subrayar y reafirmar su apoyo y apuesta por el talento canario, muy presente y protagonista en el cartel de esta edición.

Pablopablo
La angoleña Pongo era uno de los platos fuertes de la edición y no defrauda lo más mínimo, firmando un show en el que se deja la piel sobre las tablas y entre el público, primero invitándolos a subir al escenario y luego bajando con ellos para continuar el baile. Bien flanqueada por una banda de relumbrón y dos bailarinas, Pongo es una fuerza de la naturaleza que lleva el ritmo en la sangre y utiliza su música como trinchera para luchar contra el mundo hostil. Así comenzó en la música, tras huir con sus padres de Angola, destruida tras 25 años de guerra civil, con tan solo ocho años. En Lisboa vivió la segregación social y la discriminación por su color de piel. Y en la escena underground de la capital lusa pudo dar rienda suelta, ya con 15 años, a su deseo de ser bailarina profesional; con la suerte de que, casi por arte de magia, se cruzara con personas angolanas de su edad que bailaban kuduro y la invitaran a unirse, acogiéndola en el grupo. Pongo cantaba cuando bailaba, y un día alguien la grabó y se lo envió a la mítica banda portuguesa de kuduro Buraka Som Sistema, que, tras quedarse sin vocalista, le ofrecieron sumarse al proyecto y cubrir el puesto. Desde entonces fue creciendo rápidamente como artista, componiendo el tema más escuchado de Buraka Som Sistema, “Wegue wegue”. Sin explicación ni motivo la expulsaron de la banda y, una vez que venció al desencanto, comenzó su exitosa carrera en solitario, dando con la fórmula perfecta de llameante kuduro, electrónica y afrobeat. Los Silos danzan al son de la calma envolvente de “Kuzola”, celebramos el cumpleaños de la hija de Pongo (apaga las velas en el escenario) con “Celebrate” y la noche entra en trance y desenfreno profundo con “Wegue wegue” y más de una docena de personas del público saltando y bailando sobre las tablas. De su último trabajo hasta la fecha, “Sakidila” (22), suenan especialmente hipnóticas y adictivas “Bruxos” y “Pica pica”, con Pongo recolocándose su corona, sin lugar a dudas la indiscutible jefaza del sábado.
Si aún teníamos el kuduro y el latido de la música afro-portuguesa corriéndonos por la sangre, el baile continúa con Kumbia Boruka y su cóctel explosivo de psicodelia, chicha peruana, dub, reggae y cumbia mexicana. Así, sesión de vientos a quemarropa, “arriba los corazones” y piezas rompe caderas como “El grito” o, de su último largo hasta la fecha, “Santa suerte” (23), una “Fiesta en las calles” que es pura alegría, pasando a la kumbia lisérgica de “El remedio”, con la banda al completo flotando en Los Silos y nosotros con ellos, hasta prender una rueda gigante de cumbia (literal) con la banda y el público girando unidos y sin parar de bailar.
Nos queda un hilo de batería y nos despedimos bajo la tromba de ritmos sin freno de una Big Band de ensueño, la New Regency Orchestra, un huracán tropical que se mueve a la perfección por la salsa, el mambo, el latin jazz y aires afrocubanos mil. Casi una veintena de músicos sobre el escenario que mantiene viva la candela sonora y el espíritu de Tito Puente, Machito, Xavier Cugat o Tito Rodríguez. “Sambaroco” en vena y nos vamos bailando de vuelta al hotel tocando los timbales en el aire.

Pongo
Domingo 21
Amanece en Los Silos y aunque deberíamos de estar haciendo la maleta para salir en breve camino al aeropuerto, cambiamos la hora del vuelo cuando la organización de Boreal anunció a última hora la sorpresa de la actuación de Fajardo como broche de oro a esta mayoría de edad del festival. Y es que, ya lo hemos dicho muchas veces, estamos ante uno de esos pocos artistas que, con la interpretación de una sola canción, pueden hacer que todo recobre sentido y valga la pena. En el escenario Canarias, esa calle larga a la que tanto cariño le hemos cogido, comienza a llenarse de público y crece la expectación, porque, por suerte, el fajardismo está llegando. Sale Jose micro en mano y comienza con esos cantos de cabreros majoreros que cortan la respiración, ojos cerrados y micro golpeándose y golpeándonos el pecho. La emoción y la verdad siempre crujen, se rompen y se vuelven a crear en sus directos, con una guitarra que abre mares en ese mecerse, ese retorcerse en sí mismo tan personal a cada rasgueo, trance al que nos arrastra una y otra vez; haciéndonos hoy esa pregunta existencial sin respuesta en “Qué quiere el hombre” o chocando y rompiendo esos “Mil muros” con su música y canto libre. Nos regala un nuevo tema que toca por primera vez y, como “hierro en el aire”, nos impacta a la primera en el lado izquierdo del pecho. “Faltan las canciones, / falta esa mirada que atraviese tu ser… / (...) / Faltan sensaciones, / falta esa palabra que sacuda tu ser…”. Las emociones no faltan en Boreal y siguen su curso con Diego Hernández subiendo al escenario y acompañando en dos temas a Fajardo, arrojando magia al lapsteel, primero en “Homenajes”, de su proyecto en común, Rabiche, y luego en una maravillosa interpretación de “Accidentes” en la que, tengo que confesar, aún estoy atrapado. Cover del grupo canario Malcortado que ya grabó Jose en su disco “Intuición” (21) y que hoy, junto a la luz que desprende el lapsteel de Diego, quiebran la realidad y rozan el milagro. Coronada una de las cumbres de esta ya inolvidable 18ª edición de Boreal, proseguimos por las alturas y “nos dejamos caer” y atrapar por esa “roja lava que lo destruye todo al pasar” y se apaga en el mar, pero que siempre vuelve a surgir… como esos amores inextinguibles que rugen dentro del “Volcán”, con la calle al completo casi sin respirar. Cogemos aire y seguimos descubriendo que “está en la risa la fuerza del universo” con una “Deidad” que se refleja en los ojos vidriosos de los presentes que, tras ovación sincera y sentida, pedirán y cantaran con Fajardo ese personal “Like a rolling stone” de su cancionero que difícilmente podrá dejar fuera de su repertorio por aclamación popular y por gastar tanta generosidad: “Batalla vencida”, con el público dejándose la garganta y el alma en cada verso, remando todos a una y escapando del dolor, que “se desvanece en los portales” y en esta calle larga de Los Silos de la que ya nunca nos iremos del todo.

Fajardo
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