La quimera de la Diosa
Conciertos / Pj Harvey

La quimera de la Diosa

9 / 10
Raúl Julián — 08-06-2024
Empresa — Noches del Botánico
Fecha — 07 junio, 2024
Sala — Jardín Botánico Universidad Complutense / Madrid, Madrid
Fotografía — Víctor Moreno

La figura femenina más inexcusable de los noventa en Reino Unido y el mejor enclave al aire libre de Madrid. PJ Harvey y Noches del Botánico. Sonaba tan bonito que casi parecía una quimera. Un milagro. Pero los milagros son cosa de santas, ya se sabe, y en ese campo no hay divinidad más apabullante que la de Dorset. Harvey veía con “XI Inside The Old Year Dying” (Partisan, 23) bajo el brazo, un disco de asimilación compleja y enésima prueba de que su firmante es incapaz de apostar por la autocomplacencia. Para desesperación de algunos y algarabía de otros, Polly Jean ha sido, es y (casi con toda seguridad) será, una creadora incandescente enfrascada en la continua búsqueda de nuevas maneras y sonidos con los que materializar sus canciones. En la senda de lo que hizo David Bowie durante los sesenta y nueve años que pisó nuestro planeta, si se permite la comparación con otro ser extra terrenal.

El paso de Harvey por el Jardín Botánico de la Universidad Complutense de Madrid derivó en presencia arrasadora, por momentos etérea –con ese blanco inmaculado deambulando por el escenario mientras adopta diferentes formas– y, sobre todo, magnética. Es difícil, casi imposible, retirar la mirada (aunque sea por un segundo) de la artista y esa intensa aura que la acompaña. De una protagonista que reveló, en mayor o menor medida, con más o menos insinuación, sus múltiples personalidades sobre las tablas. La intimista; la reivindicativa; la delicada; la agresiva; la seductora; la teatral; la punk. La primera mitad del concierto quedó reservada, en exclusiva, para defender los temas del mencionado “I Inside The Old Year Dying”. Piezas como “Prayer At The Gate”, “Autumn Term”, “I Inside The Old Year Dying” o “A Child's Question, August”, convenientemente potenciadas y aderezadas, al contacto con el directo, en base al carisma y desarrollo vocal de la autora y el impecable hacer de los cuatro músicos que la rodean (James Johnston, Jean-Marc Butty, Giovanni Ferrario y su inseparable John Parish). Por su parte, la segunda mitad quedó concretada en impagable repaso por el catálogo previo, desde la belicista “The Glorious Land” a las finales “Down By The Water” (que justificó, por sí misma, el precio de cualquier entrada) y una “To Bring You My Love” recuperada desde las mismas entrañas. Entre medias, canciones del calibre de “The Words That Maketh Murder”, “50ft Queenie”, “Black Hearted Love”, “The Garden”, “Man-Size” o “Dress”, ante las que sólo quedaba asentir y agradecer a quien mueva los hilos allá arriba, el hecho de estar justo allí en ese preciso momento.

Si para entonces aún quedaba alguien en pie, los bises debieron resultar suficientes para completar el asalto, con otro clásico ardoroso como “C'mon Billy” y el cierre definitivo recayendo sobre la bellísima “White Chalk”. Dos sets bien diferenciados a lo largo de hora y media, en una muestra de poder absoluto durante la que PJ Harvey pareció dar prioridad a esa lectura introspectiva, casi de folk vanguardista, latente en su propia obra y que, de algún modo, comenzó hace tiempo con “White Chalk” (Island, 07). Aquella versión más eléctrica de la inglesa –la que conquistó sin remisión hace tres décadas– apareció de manera intermitente y comedida, rebotando así con especial acuse de recibo en el público. Son, en realidad, diferentes capítulos de la misma historia. La que señala a la diosa entre las diosas. La que consiguió que, durante la pasada noche de cielo cubierto, el sueño del encuentro con PJ Harvey al amparo de un entorno impecable cristalizase en realidad a través de ese tipo de solemnidad religiosa sólo al alcance de las elegidas.

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