Un bombardeo de belleza
Conciertos / Lagartija Nick

Un bombardeo de belleza

9 / 10
Eduardo Tébar — 11-02-2020
Empresa — Cajagranada
Fecha — 08 febrero, 2020
Sala — Teatro CajaGranada
Fotografía — JM Grimaldi

Como un sol dentro de un gran cajón. Así se experimentó la ambiciosa presentación en casa, en el Teatro CajaGranada, de Los cielos cabizbajos, el poema sinfónico concebido por el músico y periodista Jesús Arias antes de morir, y materializado de manera casi providencial por Lagartija Nick en un formato magno y difícil de transportar. Varios centenares de asistentes accedían turbados a la recreación sonora de un bombardeo, el particular Pika-don (<flash-boom>) de José Ángel Arias, cuyos efectos desasosegantes espolvoreaban el aire de nave berlinesa del recinto; fue un acierto plegar las butacas para permitir moverse, vivir aquello en pie y dejar que las nubes retumbantes se elevarán hasta el elevadísimo techo de este inmenso cuadrilongo.

Tan solo nueve días antes, los hermanos Arias homenajeaban a Val del Omar en el mismo escenario con el grupo Don Alhambro. Mecánica y mística de filtro psicodélico (las gafas anaglifas se dispensaban en la puerta)   para recordar, de paso, a otros taumaturgos impares como el bailaor Vicente Escudero o Emilio Herrera, el granadino que inventó la escafandra astronáutica. Al teclear la palabra cinemista (como se definía Val del Omar), la RAE deriva al término sinfonista (labor en la que acabó Jesús Arias). Y esta conexión invisible vincula ambos espectáculos: la voluntad de los Arias de divulgar, con mucho arte, un legado que el mundo debe escuchar.

En este caso, el recorrido poético, hecho canción, sinfonía y carne, a través de célebres episodios bélicos del siglo XX. Este disco es especial: Lagartija Nick lo interpretaron íntegro, de principio a fin, con el soporte del pianista David Montañés, y el Coro y Quinteto de la UGR. Cerca de una treintena de personas en escena, cañoneadas desde el cielo por innumerables focos de luz pálida. Y ahí, en los claroscuros, estaba la banda liderada por Antonio Arias. Resultan incontables los conciertos de sobresaliente de Lagartija en su ciudad. Y eso que hablamos de una criatura en constante mutación, alérgica a la zona de confort y con más de un autosabotaje a sus espaldas en estos treinta y pico años. Pues bien, la puesta de largo de Los cielos cabizbajos será recordada como una velada única, en la que sucedió algo insólito, logísticamente impensable, de una belleza abrumadora. La imagen de una formación en cénit creativo, en estado de gracia esa noche, saltando sin red.

Todo salió perfecto. Desde la voz de Antonio hasta el complicado ensamblaje acústico general, que hay que agradecerle a José A. Sánchez (Herr Ingenieur para estos menesteres). Quién iba a sospechar en lo que ha desembocado el experimento público con el que desbordaron el Paraninfo del PTS, en junio de 2018, con Estrella Morente. El director de orquesta es el mismo, Jorge Rodríguez Morata: la grave garganta que conduce el haiku de apertura (Kono michi ya yuku…) en Nagasaki entre sopranos, contraltos, tenores y bajos. Pelos de punta.

La batería de Eric, situado en su peculiar jaula a la izquierda, entró para quedarse en Buenos días Hiroshima. La pareja de guitarras, Codorníu-Pareja, unificadas en un limpio y pictórico sentido plástico. Las segundas voces de Juan Codorníu cobran cada vez más protagonismo en los temas. Y su actitud imprime carácter a los directos de Lagartija. Luego, que Antonio dibuje unas líneas de bajo nada convencionales mientras canta nos parece ya hasta normal, y no lo es.

El concepto álbum se le queda pequeño a un trabajo como Los cielos cabizbajos, una obra supramusical que definitivamente se engrandece en vivo. Dos décadas después de aquella fiebre de los titanes del rock con orquestas sinfónicas (Deep Purple, Metallica…), Lagartija Nick han sabido taquigrafiar el imaginario de Jesús Arias para escapar de cualquier tipo de cliché, incluido el de la fórmula sobada de cantarle a la paz. Más cerca de Wendy Carlos, o de Brian Eno entre líneas, solicitaron la entrada de las cuerdas de Ramón Rodríguez (Fandila) para ponerle “sabor alpujarreño” a la fase europea.

En la brutal Guernika 2019, pieza angular, todos pisaron el acelerador para reinventar aquella audacia punk de TNT. “Qué rara luz tiene la muerte”, dejó escrito Jesús en sus poemas de guerra, reunidos ahora en el volumen Un jardín contra tu nombre. La otra canción fetiche fue Sarajevo, el estremecedor relato de los Romeo y Julieta balcánicos, introducidos por la oportuna obertura de Tchaikovsky. De Shakespeare al recorte de prensa locutado por Jon Sistiaga, que cerró el círculo en Somalia. Hubo añadidos, como la inédita Dresde, con el influjo de Nietzsche. O la esencia punk lorquiana de El teatro bajo la arena en un bis conmovedor y coherente que remataron con Exilio. El título Los cielos cabizbajos es un poema en sí mismo. Lo que da de sí en directo, un milagro que acontece con cuentagotas.

 

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