Calidad antes que cantidad

Esta segunda edición del Bona Nit Barcelona viene a confirmar que hay otras maneras de entender y realizar un festival de música. Lo de sostenible es un acierto. Ya en su vertiente matinal, Bon Día Barcelona, la combinación de actividades familiares, talleres, mercados y conciertos es un soplo de aire fresco. La versión nocturna demuestra una forma de ver y hacer las cosas diferentes y por suerte más agradable. Con el bello marco de la plaza principal del Poble Espanyol y un cartel breve, variopinto y de calidad nos dejaron a todos encantados. Comida de calidad, gente amable para servirte y sobre todo un sonido con una calidad envidiable, todo muy profesional. Lleno sin agobios, cosa importante en este tipo de eventos. El único pero, y no tiene que ver con la organización, es la creciente falta de respeto a los músicos y espectadores por parte del publico que prefiere dedicarse conciertos enteros hablando de sus tonterías que escuchando a músicos con un gran talento como Jose Gonzalez. Alguien debería hacer algo.

Abrieron Raydibaum, quienes combinaron con mano firme un set repleto de tensión, fiereza eléctrica y sutilidad pop en unas canciones épicas y embriagadoras como pocas. Presentaban su quinto trabajo “Estructures sota terra” y lograron ganar para su causa más adeptos entre el publico presente. Tras ellos una de las grandes sorpresas del día: Pompeya. La banda rusa sorprendió a quien no los conocía con sus canciones juguetonas. Pequeñas gemas de pop bailable con acertados aderezos de funk, jazz o reggae. Basaron su concierto en presentarnos su disco "Tropical" y sus singles más redondos fueron los más celebrados por el publico. "Slaver", "Power" y sobre todo "Tropical" caldearon el ambiente.

Erlend Øye fue el siguiente en subirse al escenario. Viejo conocido del festival, es la mitad de Kings Of Convenience, parte importantísima de The Whitest Boy Alive y productor de Kakkamaddafakka. Tenía mucho público expectante y su actuación, en la que presentó en exclusiva los temas que formaran parte de su segundo disco en solitario, cumplió las expectativas. Su pop saltarín con chispas de sonoridades tropicales funciono. El respetable se quedo con ganas de más. "Garota" o "La Prima Estate" hicieron bailar hasta al más reacio. Triunfador por su música, por su carisma y por la labor de unos músicos detrás impresionantes.

Tras el músico de Bergen llego el nombre más esperado por casi todos. Jose Gonzalez nos transportó a todos a su mundo monocromático. Repasó lo mejor de su discográfica, corta pero excelente, y basó acertadamente el setlist en su obra magna, “In Our Nature”. Ya fuera solo con su guitarra o en formato trío, su magia se escampó por todos los rincones de la plaza. Escalofriante por lo bella y trágica sonó "How Low". La atmósfera creada con "Crosses", emocionante hasta lo imposible, está a la altura de pocos. Su versión del "Teardrop" de Massive Attack fue la guinda con la que se metió al público en el bolsillo. Había ganas de Jose y no nos falló.

Tras su actuación alguna gente, más de la que debería abandono el recinto. Fue una lástima que se perdieran la actuación de Jorge Drexler (en la foto). El uruguayo poseído por un Jorge más bailongo nos presentó su nuevo trabajo “Bailar en la cueva”, un excelente compendio de canciones impregnadas de las raíces de la música de Latinoamérica. Empezó con el tema que le da título al disco y desde ahí hasta el final demostró jugar en otra liga. Sus brillantes y profundos textos (con un sentido homenaje a Ruben Darío incluído) fueron sazonado con una música que oscilaba de la cumbia al pop, de las candombes al jazz pasando por la bossanova, el rock o la salsa caribeña. Nos emociono con "Bolivia", nos hizo bailar con "Data Data", suspiramos con "La Luna de Rasquí" y vibramos con una espumosa "Todo se transforma". Un broche final perfecto para una maravillosa noche de verano.