Vulnerable
Comics / Geneviève Castrée

Vulnerable

8 / 10
Laura Madrona — 22-05-2023
Empresa — Astiberri

Las tres últimas páginas de "Vulnerable" consiguen conformar un devastador final lleno, no obstante, de esperanza. Esas tres últimas páginas sitúan a Goglu, la protagonista de este durísimo coming-of-age, entre el mundo que deja atrás, una infancia caótica y marcada por la desatención de sus padres, y un futuro desconocido para el que se siente preparada porque al menos conserva todos los dientes. Su autora, Geneviève Castrée, fue una artista autodidacta de la escena underground de Montreal que canalizó su torbellino creativo a través del cómic y de la música. Murió de un cáncer pancreático en 2016, a los 35 años. Conocer este dato me parece importante al encarar su obra, ya sea gráfica o musical, para entender todo ese potencial que la muerte se llevó demasiado pronto.

No es difícil imaginarse que una de las influencias de Castrée fue la gran Julie Doucet, referente indiscutible del cómic autobiográfico cuya alargada e irreverente sombra ha influenciado a un grandísimo número de autoras, que han encontrado en su obra una inspiración para poder exorcizar algún que otro demonio. "Vulnerable" es, desde mi punto de vista, un relato de empoderamiento personal que huye de la autocompasión y del drama. En un intento por llegar a un acuerdo con su pasado y entender su presente, Castrée pone sobre el papel impresiones sobre su infancia y adolescencia, épocas de su vida condicionadas, sobre todo, por la complicada relación con su madre. Para ello se sirve de un flujo libre, y un tanto anárquico, en el que los recuerdos se suceden sin que la disposición cronológica tenga excesiva importancia, manteniendo una coherencia pura y simple y generando, así, un relato fluido en el que la memoria, lejos de ser una estampa fija en el tiempo, está viva. Castrée no habla desde su presente de adulta, habla desde su pasado, y por un momento es (y somos) esa niña que no entiende muy bien por qué su padre va y viene, hasta convertirse en una figura ausente, y es también esa adolescente marginal y confundida, acorralada por problemas mentales, que coquetea con las drogas y que encuentra finalmente en la creación artística una vía de escape y tabla de salvación.

El estilo naíf de Castrée ayuda sin duda a situarnos dentro de ese flujo de recuerdos, estableciendo un profundo contraste entre lo que explica y la delicadeza ingenua y humilde de su dibujo. Y en este punto es inevitable mencionar, por un lado, el arte folklórico de la canadiense Maud Lewis y la obra de Henri Rousseau, en los que he pensado a menudo leyendo esta novela gráfica; y, por el otro, en el excelente trabajo de rotulación que ha realizado Juanjo el Rápido para la edición de Astiberri, un detalle que no podemos pasar por alto, no sólo porque nos muestra el mimo que le pone la editorial vasca a su trabajo editorial, sino porque la labor de Juanjo, y la de Rubén Lardín a cargo de la traducción, enriquecen la obra de esta singular artista que brilló breve pero intensamente.

 

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