Space-Mullet
ComicsDaniel Warren Johnson

Space-Mullet

7 / 10
José Martínez Ros — 01-10-2025
Empresa — Norma Editorial

No tanto en el cómic más indie, pero en el mainstream norteamericano, dominado como siempre por los dos gigantes, DC y Marvel, la figura del autor completo parece cada vez más extinta. Hay “dibujantes estrella” (un buen número de ellos, actualmente, españoles) y un puñado de guionistas cuyas obras se acogen con mayor o menor expectación (los sospechosos habituales: Tom King, James Tynion IV, Jason Aaron, Kelly Thompson, etc). Pero no existe apenas ningún equivalente a figuras de antaño como Frank Miller o John Byrne, es decir, un autor que sea a la vez un guionista de genio y un dibujante más que notable… con una excepción. Y esta se llama Daniel Warren Johnson (1987).

De hecho, como en los casos de los citados Byrne y Miller, este se dio a conocer como dibujante, antes de demostrar que podía dar lo mejor de sí mismo con sus propias historias gracias a cómics tan magníficos como “Extremity” y “Wonder Woman: Tierra muerta”. Su fama hizo que, por ejemplo, en los últimos años, el todopoderoso Robert Kirkman le confiara una aplaudida colección de Transformers. Así que cualquier obra firmada por él es acogida, en principio, con mínimo de interés. No obstante, en el caso de la edición de Norma de Space-Mullet hay que hacer una advertencia previa: se trata de una recuperación de una obra primeriza, que Johnson serializó durante varios años como webcómic. El mismo autor, en un breve prólogo, señala que, cuando la emprendió, aún le quedaba muchísimo que aprender y que le sirvió, más que nada, como banco de pruebas de cara al futuro.

Esto hace que uno empiece la lectura de “Space-Mullet” con cierto escepticismo. Pero este se va disipando, en gran parte, con el paso de las páginas. No se trata de un cómic a la altura de “Extremity”, y tiene algunos defectos obvios, pero ninguno impide que se disfrute de una entrenidísima aventura espacial muy en la línea de “Cowboy Bepop”, por citar una influencia evidente.

Nos encontramos con un universo clásico de ciencia-ficción, en el que la humanidad se ha expandido por diversos planetas, y ha entrado en contacto con numerosas estirpes alienígenas. Esto no se ha conseguido sin fricciones. Los humanos son visto como una potencia imperialista; y la Tierra no duda en emplear sus aguerridos “marines espaciales” (al estilo de los que ideó James Cameron para “Aliens” o de las “Starship Troopers" de Verhoeven) para imponerse en cualquier conflicto o, incluso, mantener la obediencia de sus colonias. Nada de esto es especialmente original, pero sirve para que el cómic tenga una lectura de fondo, desgraciadamente muy actual, sobre los abusos del poder, las manipulaciones de los medios de información o sobre el modo en que se atizan los odios interétnicos.

Nuestra protagonista, Jonah, es precisamente un antiguo marine (con el ochentero corte de pelo tipo mullet al que alude el título) que desertó tras asistir a matanza cometida por sus propios compañeros de armas, un crimen de guerra que fue encubierto. Lo encontramos al inicio de la obra convertido en una mezcla de contrabandista y “camionero espacial”, junto a Alphius, un fornido alienígena con el que mantiene una relación de camaradería que recuerda, y mucho, a la de Spike Spiegel y Jet Black en “Cowboy Bepop”. En el curso de sus aventuras, se verán enfrentados a mafiosos esclavistas, usureros y, por supuesto, a los antiguos jefes de Jonah en los marines, que lo siguen viendo como un testigo incómodo.

Es probable que alguno de sus problemas más obvios de la estructura de “Space-Mullet” se deban a su origen como webcómic, La mitad del volumen se dedica a una extensa historia inicial que sirve para presentarnos a sus dos protagonistas, y su trasfondo. A esta le siguen otros episodios más breves en los que Jonah y Alphius se cruzan con otros personajes curiosos que se acaban uniendo a la tripulación de su nave. Sin embargo, el cómic se termina antes de que tengamos la oportunidad de conocerlos bien. Respecto al punto fuerte de Johnson, su enérgico dibujo, una especie de punto medio entre Katsuhiro Otomo y Jack Kirby, cabe afirmar que, si bien ya se aprecia su potencia, tanto en la fluidez con la que transcurre la acción como en los escenarios a menudo espectaculares de planetas y criaturas alienígenas, no llega al nivel de las obras que hicieron famoso.

Si no te has encontrado antes con un cómic de Daniel Warren Johnson, es aconsejable empezar por otra parte. Pero si ya te has convertido en un asiduo de las obras de uno de los más singulares creadores del noveno arte del siglo XXI, “Space-Mullet” es una curiosidad para completistas agradable y divertida.

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