Asumiendo que ya poco nuevo se puede decir de un tótem del cómic como es Marjane Satrapi y de “Pollo con ciruelas”, me limitaré a cantar las alegrías que sigue provocando la lectura de esta gema del noveno arte que ahora se reedita con nueva traducción y merecido lavado de cara general (rotulación, formato, diseño). ¡Y qué difícil es hacer algo así! Este hito se publicó en Francia en 2004 y se llevó el Fave d’Or del Festival Internacional de Cómic de Angouleme en 2005, entre otros muchos reconocimientos posteriores, adaptación al cine, etcétera. ¿Alguien no sabe de qué va? La historia está ambientada en Teherán en 1958 en pleno reinado del Sha de Persia. Nasse Ali Khan es un virtuoso del tar (un laúd tradicional iraní) que decide dejarse morir en la cama cuando su mujer –en una discusión algo subida de tono– le rompe su instrumento. Es entonces cuando el protagonista, ofuscado con el episodio y con una evidente intención de abandonarlo todo, decide retirarse a su habitación hasta dejar de sentir, vivir, existir. Durante los ocho días que tarda en morir, nuestro querido y atormentado personaje principal repasa episodios de su desgraciada vida, sus relaciones con la familia, el aprendizaje del tar, sus hijos y el que es su gran desengaño sentimental (no haremos spoiler aquí).
Esta dramedia sin fisuras es un colosal ejemplo de cómo narrar desde la biografía –un slice of life tamaño king size– una historia universal –la de una existencia frustrada– con un hechizo gráfico trufado de ecos a los cuentos orientales (las fábulas sufíes de Nasrudín o “Las mil y una noches”, sin ir más lejos). Pero “Pollo con ciruelas” –que se publicó después de “Persépolis”, confirmando la magia de Satrapi y su meteórica carrera gráfica– es mucho más que la historia de Nasse Ali Khan. Léanlo y saquen sus propias conclusiones. Una magistral novela gráfica.

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