Lubianka. La noche que no conoce el alba

El trabajo de Pablo Auladell ya me impresionó hace tiempo con la reinterpretación que hizo de “El Paraíso Perdido” de John Milton, así que sabía que, con su nueva obra, no quedaría defraudado. La Lubianka del título hace referencia a la sede central de los órganos de seguridad de la Unión Soviética y, por consiguiente, a uno de los edificios más representativos de la topografía del terror en Moscú.

El guionista Felipe Hernández Cava sitúa la trama en la capital rusa en el año 1934, donde un poeta que ha caído en desgracia es sometido a una purga depurativa a base de múltiples sesiones de “ablandamiento” en dicho edificio. Su captor es Volodia Gubin, un escritor mediocre que siente envidia por el talento de Evgueni Petróvich Gógoliev y, sobre todo, por la bella mujer del poeta, así que aprovecha la coyuntura del régimen estalinista para saldar sus cuentas personales.

Con esta historia y con este contexto entre manos Pablo Auladell dibuja con genialidad unas estampas sin alegría alguna, de tintes deprimentes, poniendo en práctica un planteamiento sobrio y haciendo uso de un color gris predominante; todo muy acorde con la época más triste de la dictadura del camarada Stalin.

Todos los capítulos de esta novela gráfica comienzan con trozos de un discurso del ideólogo Andréi Zhdánov sobre las bondades de la literatura soviética, pero pronto quedan al descubierto las incongruencias y la perversión de aquel régimen dictatorial: “La historia es muy cambiante. Nadie puede asegurarnos que lo que hoy hacemos bien, puedan considerarlo erróneo mañana. ¿Por qué no fantasear incluso con unas masas añorando en el futuro a los Románov?”.

Si, como yo, eres un apasionado de las distopías políticas del calibre de “1984”, “Un mundo feliz” o “Rebelión en la granja”, ya tardas en colocar “Lubianka. La noche que no conoce el alba” en la misma estantería que los clásicos imprescindibles de Orwell y Huxley.