El noveno arte parece haberse convertido en el refugio de muchas personalidades de Internet que, no contentas con su fama digital, también buscan medrar en las posibilidades que ofrece el alcance de la viñeta y la historieta. No nos engañemos, la mayoría de productos que salen de estos experimentos se merecen el inmediato olvido, y aunque Poppy tenga callo en lo que a desarrollar su potencial plástico se refiere (también en el mundo del cómic, con su previo “Génesis 1” de 2019), este posterior trabajo, titulado “El Infierno de Poppy” (25), supone un viaje visual muy potente pero con varias reservas narrativas.
Casi un lustro después de su publicación original, la editorial Dibbuks nos trae a España esta suerte de secuela de aquello que la artista ya nos planteó en su primera novela gráfica, poniendo una vez más al servicio de terceros ideas con las que busca exorcizar (nunca mejor dicho) el tortuoso y polémico arranque de su carrera musical. ¿Es imprescindible disponer de cierto contexto para entender las diferentes referencias a su vida privada y profesional? No necesariamente, pues muchas de las nociones que Poppy plantea en su obra están llenas de lugares comunes que cualquiera que mínimamente esté familiarizado con la industria musical y sus tópicos entenderá a la perfección. No obstante, el volumen es un absoluto “fan-service” de principio a fin, plagado de elementos propios del lore de la artista, cuyo conocimiento previo facilitará indudablemente su disfrute.
Hablamos de guiños al universo inmediato de la cantante, como la presencia de su gato egipcio Pi, convertido en un fiel escudero durante ese lisérgico descenso a los infiernos, o de su némesis en la Tierra, apodado “El Empresario” y que a todas luces comparte un look diabólicamente semejante al de Titanic Sinclair, su antiguo colaborador y pareja sentimental. Quienes conozcan un poco de qué va el tema, sabrán que Sinclair fue denunciado por la artista por manipulación emocional y amenazas (acusaciones que, tal y como se narra en el cómic, también suscribieron anteriores parejas de Sinclair, como Mars Argo, aquí convertida en una anónima periodista extorsionada por este mefistofélico personaje).
Pero más allá del chisme, lo que Poppy consigue con su cómic, en alianza con Ryan Cady, es pergeñar una crítica feroz hacia la industria, denunciando desde su estilo personal (tan enigmático como emocional) el control mediático y la mercantilización de la identidad a la que los artistas pop están expuestos. Lo logra entre alegorías (imaginándose a sí misma como una Dante Alighieri contemporánea) y ocurrencias explícitas (“Es como si estuviera olvidando quién soy, de dónde vengo, qué quiero,… Cómo he acabado haciendo esto”, llega a verbalizar en primera persona su homóloga gráfica). Elementos enfrentados en un relato de puro ego que se exime por los pelos gracias a las veladas alusiones al “Me Too” y a ese mensaje de sororidad entre artistas que parece querer intuirse. La guinda transmedia la pone la propia artista, confeccionando un álbum de rock ruidoso que propone como banda sonora para su respectiva lectura (“Music to Scream To”).
Sin embargo, lo que realmente salva los muebles y resuelve las carencias de guion es la propuesta estética firmada por Zoe Thorogood y Amilcar Pinna, responsables de trasladar la intensidad del universo musical de la artista a la viñeta a partir de formas gráficas que oscilan entre lo etéreo y lo grotesco. Paisajes casi apocalípticos, tanto en lo simbólico como en lo terrenal, infestados de figuras retorcidas, ambiguas y opacas que representan a aquellos que hicieron mella en la confianza de la cantante durante sus primeros pasos profesionales.
Harían falta varias novelas gráficas más para poder entender dónde empieza y dónde acaba el personaje, y aunque esta obra, por lo pronto, posea varios elementos harto cuestionables, no cabe duda de que su responsable es uno de las figuras más singulares que la cultura pop nos ha regalado en los últimos años, con un mundo interior sumamente fértil y un ingenio narrativo suficiente para comenzar a crear más allá del yo.

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