Stephen Graham se ha convertido en un actor tan imponente que no es de extrañar que “The Walk-In” haya sido publicitada indisimuladamente como la nueva serie del interprete, tras el éxito de productos de obligado visionado como fueron “Condena (Time)” (Lewis Arnold, 21) y “The Virtues” (Shane Meadows, 19). En cualquier caso, detrás de esta nueva mini-serie estrenada en nuestro país por la plataforma Filmin está también el afamado guionista nominado al Oscar por “Philomena” (Stephen Frears, 13) Jeff Pope, quien, junto al director Paul Andrew Williams, da forma a los cinco capítulos que conforman esta vertiginosa serie, idónea para degustarse en una única sentada. Partiendo de su libro “Nazi Terrorist: The Story Of National Action” (19), “The Walk-In” narra la historia real del neonazi reformado Matthew Collins, usando su caso particular como excusa válida para plantear el actual auge de los grupos de extrema derecha en Europa.
Un efecto que, en la práctica, apuesta por una trama tan concretada como bien argumentada, que va directa al grano para no alargar en demasía el asunto y ganar agilidad e interés de inmediato y que, en cualquier caso, señala con clarividencia hacia los motivos y consecuencias que han atenuado el ascenso de la ideología en cuestión. La historia sigue en paralelo al propio Collins –reciclado en periodista y activista de la organización benéfica ‘Hope Not Hate’– y a los componentes del grupo fascista británico ‘Frente Nacional’, hasta que los caminos de ambos se entrecruzan irremediablemente cuando uno de los miembros del colectivo pasa a ejercer como informador, en un punto de no retorno para todos los implicados. “The Walk-In” resulta aterradora bañada en su clima de violencia, odio y crispación mayúscula, y afronta el problema en cuestión de cara, con realísimo y crudeza, aprovechando los flashbacks del protagonista como potenciador.
La serie está protagonizada por unos actores en estado de gracia, más allá del siempre infalible y sobrio Graham, entre los que destacan un escalofriante Jason Flemyng en su papel de Jack Renshaw (líder de la organización), además de un turbador Andrew Ellis metido en la piel del infiltrado Robbie Mullen, atrapado entre una redención que aún asoma lejana, el sentimiento de pertenencia a un grupo y la amistad con sus colegas de ideología, y su animadversión por otras etnias y razas. El pulso se resiente levemente en su tramo final y palidece en comparación con tres primeros capítulos apabullantes; incluso no puede evitar apuntar a ciertos tópicos con moralina (quizá necesarios dado el talante del tema). A pesar de eso, “The Walk-In” es, en conjunto, una serie notable, tristemente necesaria por su vigencia y tan rigurosa como reclamaba la cuestión en sí misma, que no pierde ocasión de denunciar todas las hipócritas contradicciones en torno al mencionado apogeo de ultraderecha.
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