Pobres criaturas
Cine - Series / Yorgos Lanthimos

Pobres criaturas

8 / 10
Daniel Grandes — 24-01-2024
Empresa — Fox Searchlight
Fotografía — Cartel de la película

Retrocedamos brevemente al “Frankenstein” (1931) de James Whale. Mientras el fáustico doctor está recopilando todas las piezas necesarias para completar su creación, le pide a su criado Fritz la importante tarea de robar un cerebro de la universidad. Cuando el esbirro se cuela en la institución, comete el error de no llevarse un cerebro sano, sino uno que perteneció al cuerpo de un criminal. En la adaptación de Whale de la novela de Mary Shelley, la psique es una certeza mientras que el cuerpo se convierte en un misterio para el espectador (sabemos cómo se comportará el monstruo, pero no cuál será su inimaginable aspecto). Sin embargo, era predecible que una adaptación de Frankenstein imaginada por Yorgos Lanthimos no pasara por la novela originaria, sino por “Pobres criaturas” de Alasdair Gray, una obra en la que el cuerpo renace simplemente para volver a comprender las peculiaridades de la psique, leitmotiv indiscutible de la filmografía del director.

Sobre el papel, lo último del cineasta griego es una película delirantemente impracticable. “Pobres criaturas” es una comedia excesiva en todos los sentidos, una ópera rock sin rock cuya pomposidad invade cada apartado artístico de la propuesta. La fotografía de Robbie Ryan hiperboliza el ya hiperbolizado uso de los grandes angulares de “La favorita”, rozando en algunos fotogramas una dimensión impresionista más propia de la novela gráfica que del cine. La música del debutante Jerskin Fendrix encapsula a la perfección ese alma autómata y circense del universo ciber-victoriano de Lanthimos en una banda sonora situada entre lo onírico y lo artificial. El director apuesta por una comedia cada vez más corporal desplegada a través de una Emma Stone monumental, dispuesta a entregar cada parte de su cuerpo a la causa. La actriz, junto a un Mark Ruffalo fascinantemente desvergonzado, regalan a esta propuesta de screwball sexual el logro de ser una de las comedias más atípicas de los últimos años.

Pero más allá de su superficie excesiva, “Pobres criaturas” propone una traducción al fantástico de todas las preocupaciones temáticas que han sobrevolado siempre el trabajo de Lanthimos. Tanto los experimentos semióticos sobre el lenguaje y el encierro de “Canino” como los dilemas sobre la carnalidad tras los códigos sociales de “La favorita” tienen sus reminiscencias en esta adaptación. Siempre siguiendo los pasos del moderno Prometeo, Lanthimos retrata lo insólito de volver a comprender el mundo a través de volver a comprender cómo el cuerpo se relaciona con él. En esta especie de “Boyhood” inmovilista, la madurez de la protagonista no se materializa en su evolución corporal sino ideológica.

“Pobres criaturas” se convierte así en un (re)descubrimiento de los horrores del capitalismo, la monogamia y el patriarcado a través de una Emma Stone en constante aprendizaje. La paulatina madurez de la infantilizada Bella Baxter provoca la infantilización de los hipotéticamente maduros hombres que conforman su ecosistema social. Lanthimos rompe con el romanticismo del “Frankenstein” de James Whale, pues ahora poder crear vida no engrandece al hombre, sino todo lo contrario. Explorar el humanismo desde el patetismo vuelve a ser la mejor arma del cineasta griego, por mucho que a veces se aborden cuestiones demasiado de puntillas. Uno podría llegar a pensar que el dispositivo visual parece alejarnos de la naturaleza sociológica de Lanthimos —estoy en desacuerdo con aquellos que creen que está es su película más accesible—, o al menos que este le exime de justificarse con algo más de entusiasmo. Pero es innegable que Yorgos se mueve ya por el cabaret hollywoodiense como Pedro por su casa, priorizando el divertimento alocado a cualquier victoria del aura filosófico.

 

 

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