Little Richard: I Am Everything
Cine - Series / Lisa Cortés

Little Richard: I Am Everything

8 / 10
Raúl Julián — 29-01-2024
Empresa — Avalon
Fotografía — Cartel de la película

Hay personajes que son carne de cañón para documental jugoso y sin desperdicio. Por icónicos, por innovadores, por talentosos, por rompedores, por ser poseedores de una imagen imbatible, por excéntricos, por arrasadores, por temperamento, por provocadores. Little Richard cumplía con todos y cada uno de esos requisitos. Y, de paso, unos cuantos más. “Little Richard: I Am Everything” (Avalon, 2023) prometía mantener el interés a lo largo de su hora y media de duración, en una suposición efectivamente satisfecha por la realizadora Lisa Cortés en un título que, tras su paso por el Festival de Sundance y el IN-EDIT de Barcelona, llega ahora a cines seleccionados. Un entretenido y sentido paseo por la trayectoria profesional y, sobre todo, personal y humana de Richard Wayne Penniman, quien ya convertido en Little Richard mutó en ese histriónico personaje absolutamente clave para entender la música contemporánea. Se trata, si hacemos caso de la (en realidad poco cuestionable) afirmación del protagonista, del inventor y arquitecto de todo este tinglado llamado rock & roll. Nada más y nada menos.

Un tótem queer –recordemos: gay y negro (que encandilaba a los blancos) en la década de los cincuenta en la Norteamérica segregada–, que abrió camino (tirando la puerta abajo con estruendo) para los que vinieron después. Entre ellos, no pocos artistas –de Mick Jagger a Paul McCartney, pasando por Tom Jones o Nile Rodgers– que aparecen en el propio documental mostrando eterno respeto por el maestro, y que con sus declaraciones ayudan a definir la figura en cuestión. Con visceralidad desprejuiciada al servicio del piano y un estilo vocal rompedor, la aparición de Little Richard supuso un torbellino creativo y cargado de sexualidad solo a la altura del peso de su propio personaje (artístico y personal). Un torrente sonoro y visual concretado en clásicos atemporales grabados en la memoria colectiva como “Good Golly, Miss Molly”, “Lucille”, “Tutti Frutti”, “Long Tall Sally”, “Ooh! My Soul” o “Rip It Up”, resultado de una amalgama imposible de rhythm & blues, boogie-woogie, jazz, folk y góspel.

“Little Richard: I Am Everything” da prioridad a los múltiples y acusados bandazos del autor, atrapado entre el vertiginoso y vicioso mundo del rock y su conversión al cristianismo radical. Dos mundos antagónicos entre los que deambuló sin remisión, apurados al extremo en plena convivencia con inseguridades varias y el convencimiento de que no había recibido el reconocimiento que su papel precursor merecía, circunstancia esta que lo atormentó hasta el final. La cinta reproduce el torrente imparable que fue la vida de Richard hasta poco antes de su fallecimiento en 2020, pero también señala a una persona confusa y temerosa, de buen corazón y algo acomplejada por la intermitente falta de atención. Una referencia vertiginosa, divertida y ardiente, pero también emocionante y honesta, en un equilibrio que resulta determinante en el éxito del producto. El reencuentro con un talento sin igual, que en inicio hizo suyas las influencias de Billy Wright y Esquerita para, a continuación, prender la mecha y convertiste en icono pop generalista, así como referente para un sinfín de artistas de generaciones posteriores que llegan hasta nuestros días.

 

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