La Noche que Logan Despertó
Cine - Series / Xavier Dolan

La Noche que Logan Despertó

7 / 10
Xavier Dolan — 21-08-2023
Empresa — Canal + / Filmin
Fotografía — Cartel de película

Con la sombra por bandera de una retirada en falso, l’enfant terrible por excelencia del cine de autor de la década pasada firma su particular despedida de la silla de tijera y la claqueta con “La Noche que Logan Despertó”, su primer proyecto en formato miniserie y la adaptación en cinco episodios de la obra de teatro homónima de Michel Marc Bouchard (cuyo imaginario no es la primera vez que ilumina e inspira al joven cineasta canadiense, pues ya ocurriría lo mismo exactamente diez años atrás, cuando éste nos entregaba su destacada “Tom en la Granja”).

No resulta casual que sea precisamente la narrativa de Bouchard la que nos devuelva ahora al mejor Dolan, prácticamente olvidado desde que se coronara con “Mommy” (14) y comenzara a portar sobre sus hombros la admiración y la repulsa de la crítica a partes iguales. Y aunque el acierto y el tino le hayan sido relativamente esquivos en el último tramo de su trayectoria profesional, ahora puesta en barbecho por motivos personales, el joven actor y cineasta nos demuestra nuevamente llevar dentro de sí el potencial necesario para redimirse y alcanzar el mejor tono de su registro, gracias a un thriller familiar, sobrecogedor, oscuro, retorcido y lleno de humanidad.

Si alguna vez has creído que tus hermanos mayores eran insufribles o un desastre, espérate a conocer a los Larouche: una familia numerosa, tan henchida en miembros como en secretos turbios, cadáveres en el armario y traumas que abogan por saldarse desde el ostracismo y el silencio. El misterio de estos, paradójicamente, será el mismo aditivo que alimente nuestra curiosidad como también dificulte nuestra conexión con el relato en sus primeros compases, como consecuencia de un entramado repleto de enigmas que jugarán con la paciencia de ese espectador que desearía ver resueltas ciertas preguntas con una mayor inmediatez. Para lograr que nos quedemos dentro de su narración, Dolan se esforzará por entregarnos un cuidadoso y pormenorizado despiece de sus carismáticos personajes, a quienes atiende individualmente con una mirada repleta de sensibilidad y un surtido de planos cortos, deudores del séptimo arte, que nos harán amar cada pulgada de sus escenas. Una exquisita fotografía, analógica repleta de grano o su personalizado foco en los pequeños detalles (desde una silla, hasta un anillo, pasando por el icónico Astro Boy), serán otros alicientes que avivarán nuestro antojo por esta crónica contemplativa, donde las palabras omitidas transmitirán incluso más que las expresadas.

Entre saltos temporales que nos trasladan desde el presente hasta los noventa, y viceversa, comprenderemos la intención del director por construir un castillo de naipes que veremos derrumbarse a cámara lenta tan pronto como el implacable y sórdido pasado de los Larouche formule su repercusión en el aquí y el ahora (remarcando, a través de escenas semi-oníricas que coquetean con el horror más lynchiano, la verdadera fuente de aquello que tortura a nuestros protagonistas). Lo que a priori comienza siendo un drama intrafamiliar muy concreto y por el cual no podremos evitar mostrar más que un dudoso hechizo en sus primeros tanteos, terminará convenciéndonos progresivamente gracias al lenguaje universal que su desarrollo maneja: esa relación madre e hija que solo el tiempo termina sanando, ese agujero vital en el que el cuarteto Larouche entierra sus malas decisiones (entre las que se esconden fetiches sexuales y recaídas constantes en las drogas), o esa naturaleza descarnada y cruel que empaca las acciones de unos personajes tan complejos como verosímiles.

Euforia y miseria son dos caminos diametralmente opuestos que conducen a un mismo lugar, como mencionará el propio Dolan en la piel del pequeño de los Larouche, resumiendo en escasas líneas el vómito visceral y emocional que su ejecutor nos entrega en esta trama y el vasto surtido de giros de guión con el que el serial nos sacude. Un retrato íntimo, desnudo y tóxico de nuestras particulares condenas en vida, resuelto de la mano de los encantos de una abrumadora banda sonora (con factura de Hans Zimmer y David Fleming), de caras conocidas dentro del dolanverso (con Anne Dorval convertida ya en actriz fetiche para el canadiense) y de un agridulce y tembloroso adiós de cuestionable reverso. Xavier Dolan podrá haber dejado el cine, pero el cine nunca le dejará a él.

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