Guardianes de la galaxia: Volumen 3
Cine - Series / James Gunn

Guardianes de la galaxia: Volumen 3

7 / 10
Daniel Grandes — 09-05-2023
Empresa — Walt Disney Pictures
Fotografía — Cartel de la película

Si la segunda parte de “Guardianes de la Galaxia” abría el telón al ritmo de “Mr. Blue Sky” de Electric Light Orchestra, el último lienzo de este tríptico espacial lo hace bajando la cabeza, en un aura casi fúnebre, mientras suena “Creep” de Radiohead. Desde el primer minuto de metraje es posible intuir el tono crepuscular que va a rodear la última película de Marvel justamente porque (en teoría) son dos últimas películas al mismo tiempo. Por un lado, “Guardianes de la galaxia: Volumen 3” supone el final de esta banda justiciera en el universo cinematográfico y, por el otro, será la última firma que James Gunn dejará esbozada en un fotograma de la compañía. Es normal entonces que este Star-Lord tenga algo de ese John Wayne de “Centauros del desierto”, un héroe que siente que sus aventuras empiezan a no tener tanto sentido como lo tenían antes.

Decir que “Guardianes de la galaxia: Volumen 3” es la mejor película de Marvel en años no tiene ningún tipo de valor a estas alturas, pero supongo que sí lo es. Es innegable que de todas las miradas autorales que han decidido posarse sobre la Marvel post-“Endgame” la de Gunn es la que mejor ha sabido mantenerse a flote en este océano siempre interesado en homogeneizarlo todo en favor de el todopoderoso universo cinematográfico. Ni Waititi ni Raimi (lo siento Sam, te amo, pero “Doctor Strange en el multiverso de la locura” no se salva) salieron victoriosos de sus batallas mientras que Gunn demuestra que incluso su peor película es capaz de consolidarle como uno de los mejores directores del género (si no el mejor). La trilogía de los Guardianes demuestra el carácter envidiable de una mirada que, sin excentricidades ni prepotencias, ha sabido salirse del molde sin romperlo. Esta última entrega sigue la misma línea editorial desenfadada y alocada mientras añade al conjunto un toque melancólico que, aún necesario, acaba condenando al metraje a un ocasional horror vacui que a veces funciona y a veces no (como todo en la vida, supongo), justamente cuando la magia de la primera residía en su sencillez.

“Guardianes de la galaxia: Volumen 3” es una película agotadora, más para mal que para bien. Desde que Marvel condenó a todas sus aventuras a una coralidad obligatoria, sus narrativas quieren abordar tanto que acaban narrando poco (menos Adam Warlock y más Groot). Por mucho que me encante que se pueda entender lo último de Gunn en la compañía como una necesaria origin story de Rocket (además de una tímida crítica, pero crítica al fin y al cabo, al especismo), la necesidad de que esta odisea sea una despedida la condena en muchas condiciones a dejar de lado su condición de odisea y, al mismo tiempo, la necesidad de que esta despedida sea una película de Marvel la condena a no ser suficiente despedida. Sin duda me arrodillo ante la indiscutible escena del pasillo en la que Beastie Boys coreografían una de las mejores escenas de acción de la historia del universo cinematográfico. Pero al mismo tiempo poca adrenalina cinematográfica habrá llegado a la sangre del espectador hasta entonces. Por supuesto, comparar esta película con “The Suicide Squad” de Gunn (¡absoluta obra maestra!) sería injusto, pero ponerla sobre la mesa permite afirmar que, mientras que a la despedida de los Guardianes le sienta genial un western crepuscular, la despedida de Gunn tenía que ser mucho más spaghetti western para ser una verdadera despedida de Gunn (¡para lo que te queda en el convento cágate dentro, James!). Demasiado “Creep” durante estas dos horas y media cuando lo que pide el cuerpo es muchísimo más “No Sleep Till Brooklyn”.

Pero más allá de los desequilibrios que la película pueda presentar (hay personajes que se merecían mucha más atención), “Guardianes de la galaxia: Volumen 3” supone una muestra de atrevimiento(s) que, aún presentada en pequeñas dosis, da un golpe sobre la mesa a un universo cinematográfico no sólo a la deriva, sino también acomodado. Innegable su exquisito diseño de producción que, además de regalarnos un planeta Cronenberg, una distopía furro y un guiño a “Among Us”, no tiene miedo a proponer algunos breves instantes de lucidez de género, ya sea en forma de mutación animal o de referencia al kaiju. También se merece una mención especial la dupla Pom Klementieff-Dave Batista por conseguir una vez más otorgar al dúo Mantis-Drax un carisma excepcional y la sobresaliente incorporación de Chukwudi Iwuji como villano maniqueo, pero absolutamente funcional. Y sí, ese final de viaje que confirma que “Dogs Day Are Over” (Florence + The Machine) consigue ser efectivo y convertirse en una despedida a la altura de los Guardianes. Y sí, esa última escena post-créditos tira todo lo crepuscular por los suelos a golpe de intereses empresariales. Y sí, me duele que una película de Howard The Duck dirigida por James Gunn sólo pueda existir ya en mi cabeza.

 

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