Hay que admitirlo, Kristoffer Borgli se ha superado con "Dream Scenario". Después de la ola de películas noruegas sobre personajes horribles, con "La peor persona del mundo" y la obra prima del director, “Enferma de mí”, Borgli adquirió fama gracias a su estética artificiosa y la atemporalidad de su tema central: el ego. En una reinvención de esa idea inicial y aludiendo a la vitalización de lo mundano, tenemos a un hombre mediocre, interpretado por Nicolas Cage, con el que todo el mundo empieza a soñar de repente. Una premisa de lo más interesante y tratada con suficiente mimo para dotarla de varios niveles de profundidad.
De hecho, el argumento es uno de los puntos fuertes del largometraje, pues, a pesar de haberlo visto desde diversas perspectivas a lo largo de la historia del cine, se siente fresco y contemporáneo. Una especie de dramedia donde el personaje de Nicolas Cage es llevado por la sociedad a la locura; ya casi un trademark del actor que recupera uno de sus roles más habituales, el de un donnadie arrancado de la rutina y arrastrado a la enajenación extrema. Algo que ya hemos visto, pero que, guiado por la dirección de Borgli, funciona.
Sin embargo, aunque es menos redundante que su predecesora, “Enferma de mí”, el director no consigue dejar atrás la naturaleza reiterativa de su forma de narrar. De nuevo, los personajes actúan de una misma manera durante varias escenas, solo que, en escenarios distintos y situaciones diversas, lo que ocasiona que el tedio sea la forma en la que se refuerza el mensaje. Y aquí es donde se siente que Borgli no acaba de confiar en que sus proyectos se comprendan. ¿Es necesario darle vueltas a una cosa una y otra vez para que se entienda? ¿Es el espectador incapaz de dialogar la trama sin que lo ayuden? Para ambas preguntas, la respuesta es no. Quizás se trata de un cine un poco más elevado que el blockbuster costumbrista, pero tampoco tiende a lo experimental.
A pesar de ello, no hay duda de que el cine de Borgli atrapa, que tiene un ojo estético increíble, que hay un tema que lo obsesiona y que es un director con mucho futuro. Seguro que, si midiese mejor los tiempos y confiase más en su espectador, podría hacer que sus películas fluyeran al mismo ritmo que su discurso.
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