Andrew Scott, conocido por su papel en “Fleabag”, se junta con Paul Mescal, protagonista de “Aftersun” y “Normal People”, para protagonizar la adaptación que Andrew Haigh hace de la novela “All Of Us Strangers”, de Taichi Yamada.
Adam (Andrew Scott) es un guionista de cine huérfano, atrapado en la nostalgia y el dolor de sus recuerdos. El protagonista conoce a su enigmático vecino Harry (Paul Mescal), con quien empieza a establecer una relación, cada vez más profunda. Al mismo tiempo, Adam viaja a la casa de su infancia, donde se reencuentra con sus padres (Claire Foy y Jamie Bell) que murieron hace más de treinta años.
La película baila entre la realidad y los sueños, la alegría y el dolor, el reencuentro y la despedida constante, las ganas de volver a conectar y el miedo a tener que decir adiós otra vez. Viajamos en todo momento por la mente del protagonista, construyendo y comprendiendo su herida poco a poco. Gracias al guion, delicado y sencillo, entendemos la tendencia de Adam a reprimir sus deseos y a encerrarse en él mismo. La cinta nos envuelve en el mismo sentimiento de solitud que siente el personaje, de tristeza y de pérdida. Al igual que él, no sabemos ni dónde estamos ni hacia dónde vamos. Es difícil distinguir entre la realidad y las travesuras de nuestra mente, cuando el contacto es real y cuando es un simple reflejo de la carencia.
Poco a poco, tanto el protagonista como el espectador se van reconciliando con él mismo y con sus padres, mediante conversaciones que oscilan entre un pasado doloroso y un presente avanzado pero aún más difícil, dominado por la inseguridad. No todos los encuentros son felices, pero todos nos ayudan a poner una venda en la herida del personaje. Las conversaciones con Harry también nos ayudan a ver hasta qué punto Adam se ha dejado dominar por los fantasmas del pasado. “Sé lo fácil que es dejarse de cuidar uno mismo” le dice Harry, en uno de los encuentros donde ambos personajes empiezan a conocerse de verdad y a compartir una intimidad más allá de lo físico.
La fotografía, el guión y la música (con temas de Pet Shop Boys, Blur...) se combinan perfectamente para formar un relato real y onírico, dominado por el miedo y la pena a la vez que el confort y la reconciliación. Los dos protagonistas no solo muestran una química excepcional, también son capaces de transmitirnos con la mirada, los silencios, y el tacto del uno con el otro unos sentimientos que traspasan la pantalla para brindar al espectador una emoción que conmueve hasta la lágrima.
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