Dejar el mundo atrás
Cine - Series / Sam Esmail

Dejar el mundo atrás

4 / 10
Fran González — 18-12-2023
Empresa — Netflix
Fotografía — Cartel de la película

¿Hacía falta otra película de corte apocalíptico que sumar a las cientos de producciones ya existentes que coquetean con el acabose en sus respectivas premisas? Conscientes de lo que responderíamos a esta pregunta lanzada al aire, reproducimos en Netflix el nuevo boom mediático de la plataforma firmado por Sam Esmail (“Mr. Robot”, “Homecoming”), basado en la exitosa obra homónima de Rumaan Alam y destinado a seguir avivando el fuego de un pensamiento conspiranoico que colma con más regularidad que nunca nuestras conversaciones habituales. “Dejar el mundo atrás” encuentra en el interrogante más abstracto y conceptual su particular intento por aportar algo nuevo al género, sin ver venir, tristemente, que el exceso de puertas abiertas en su narrativa termina resultando frustrante para ese espectador que, tras más de dos horas de metraje, continuará teniendo la misma cantidad de información inconclusa e irresoluta que al principio.

Asumiendo este “apocalipsis de IKEA” por premisa (elija su propio causante y mónteselo usted mismo en casa), la trama buscará a marchas forzadas conectar con nosotros de la mano de un discurso redentor y expiatorio que apela directamente a la humanización del yo 2.0 (convirtiéndose así en el perfecto caramelito lacrimógeno para estas fechas, tan propicias al balance y a los buenos propósitos). Gracias a esas notables briznas de esnobismo escapista y clasismo velado, veremos a sus protagonistas (el matrimonio compuesto por Ethan Hawke y Julia Roberts) jugar en una liga similar a la de las figuras caricaturizadas en “El triángulo de la tristeza” (con menos posibles, tal vez, pero mismo derroche de privilegios blancos), hasta incluso rozar un destello de denuncia racial a la Jordan Peele tan pronto como sus personajes se cruzan con los de Mahershala Ali y Myha'la Herrold.

El morbo de este choque de personalidades nos lleva directamente a presenciar algunas de las secuencias más engorrosas del film, donde atestiguamos desde dardos de ácida sinceridad femenina hasta breves connatos de infidelidad, pasando por comparativas vergonzantes entre los roles asumidos por los respectivos páter familias (la seguridad e implicación de uno, frente al descuido, confusión y hasta cobardía del otro). Salvan los muebles, eso sí, las aisladas dosis de terror al uso de su planteamiento y que tienen como fin alimentar los peligros de la tecnología autónoma (interesante la colleja a Musk con ese enigmático cementerio de Teslas en plena carretera) o las consecuencias medioambientales de esta guerra invisible entre peces gordos (nunca más volveremos a ver ciervos con los mismos ojos). Sin embargo, con otros recursos –un desaprovechado Kevin Bacon en el rol de un preparacionista red neck o esa metalepsis final con “Friends”, que gustamos de creer que podría ser un casual homenaje a Matthew Perry–, continuamos viéndoles errar en su afán por intentar quitarse del todo el mal sabor a americanada corporativa que sus dispares teorías han sembrado ya a lo largo de la película (¿Serán los iraníes? ¿Los coreanos? ¿Vienen a por nuestro petróleo? ¿Es un ciberataque? No es nada y es todo a la vez, porque el mundo nos odia y solo nos tenemos a nosotros).

A pesar de sus intencionadas incógnitas constantes (puestas ahí con la voluntad de extender la vida útil del film más allá de la pantalla y que éste no caiga en el irremediable olvido inmediato), no tendremos la sensación de haber perdido el tiempo con “Dejar el mundo atrás”, pues la continua tensión y las múltiples posibilidades de su relato dinamizan correctamente los tiempos de la cinta a golpe de expectativa e hipótesis. Es más bien en su intento por querer ir más allá, buscando entre sus distintas voces un discurso existencialista que atrape y cierre el círculo, donde quedan más a la vista las costuras (saldadas a golpe de efecto especial y poco más) de una cinta que trascenderá mucho menos de lo que su autobombo querrá admitir.

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