Cuando acecha la maldad
Cine - Series / Demián Rugna

Cuando acecha la maldad

8 / 10
José Martínez Ros — 19-01-2024
Empresa — Shudder, La Puerta Roja, Aramos Cine, Machaco Films
Fotografía — Cartel dela película

¿Cómo definir “Cuando acecha la maldad”, la gran vencedora del último Festival de Sitges? Si atendemos a sus influencias, podríamos decir que es un afortunado cruce entre la Trilogía del Apocalipsis de John Carpenter (formada por “La cosa”, “El príncipe de las tinieblas” y “En la boca del miedo”) y la Trilogía de las puertas del infierno de Lucio Fulci (“Miedo en la ciudad de los muertos vivientes”, “El más allá” y “Aquella casa al lado del cementerio”. La película del argentino Demián Rugna habría podido pasar por una cuarta parte apócrifa de cualquiera de estos dos monumentos cinematográficos del terror y, a la vez, cuenta con su propia personalidad.

Nos recuerda a Carpenter por la impresión de hallarnos ante una amenaza total, un ejemplo de horror cósmico lovecraftiano, con el que se enfrentan unos protagonistas desgraciadamente inadecuados, y un cierto aire de western fronterizo, al situarnos en un paraje aislado y solitario, una pequeña ciudad extraviada en la inmensa Patagonia. Allí viven dos hermanos, Pedro (Ezequiel Rodríguez) y Jimmy (Demian Salomon), que tienen bastantes motivos para estar insatisfechos con sus vidas: en ambos casos, sus circunstancias familiares son difíciles. Pero todo queda anulado cuando descubren que una “pandemia” que se había extendido por muchas grandes ciudades ha llegado al fin a su tranquilo pueblo. Pero no se trata de ningún virus: los que la contraen están poseídos por un demonio. A partir de este instante, “Cuando acecha la maldad” avanza con un pulso inexorable, sin ofrecer apenas un momento de pausa.

Uno de los aspectos más satisfactorios de la película es lo detallada y coherente que es la mitología que crea en torno a este hecho Rugna. Existen algunas cosas que se pueden hacer para evitar que la “enfermedad” se extienda, pero los protagonistas se muestran incapaces de atenerse a las reglas. No porque tomen decisiones estúpidas e ilógicas, como en tantas películas malas de terror, sino por ser seres humanos corrientes, normales, que ceden a los impulsos más obvios de su naturaleza: intentar salvar a sus seres queridos y huir. Sólo cuando, en la segunda mitad de la película, se incorpora a la historia una “especialista” –por así expresarlo, un equivalente del Dr. Loomis en “La noche de Halloween” o del personaje de James Woods en “Vampiros de John Carpenter”– habrá una pequeña esperanza de detener la plaga: una muy débil.

Por otro lado, del cine de Fulci toma una atmósfera tremendamente malsana, un uso muy efectivo de imágenes impactantes y un refinado gusto por la crueldad narrativa. Si en una película de Hollywood podemos estar seguros de que, no importa lo complicadas que se pongan las cosas, si aparece una mujer embarazada, un niño o un perro, estos se salvarán, Rugna los convierte en sus primeras víctimas. El mensaje es claro: nadie está a salvo, este es el final para todos.

 

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