Bien sabemos que David Benioff y D.B. Weiss tienen callo en lo que a hacer adaptaciones imposibles se refiere (aunque a muchos resabiados todavía les rechine recordar el remate final de “Juego de Tronos”, a la dupla hay que reconocerle ser responsable de uno de los éxitos más celebrados de la ficción reciente y esas credenciales todavía computan). Su firma (junto a la de Alexander Woo) nos depara un nuevo encuentro en formato audiovisual con la célebre trilogía literaria de Liu Cixin, la cual, con toda su buena voluntad, busca convertirse en un sello de garantía que convenza a los fans de la saga y atrape con potencial tirón a quienes sean ajenos al texto original.
Unas manos de fiar que han terminado produciendo uno de los primeros bombazos del año en el catálogo de Netflix y una aceptable occidentalización de la obra de Cixin a partir de ocho episodios que retratan con comedido respeto los sucesos acontecidos en su primer volumen, “El problema de los tres cuerpos”. Ubicando su casilla de salida en un ajusticiamiento público que muchos conectarán en su memoria con el de cierto Stark en Desembarco del Rey (lo que les gusta a estos dos maltratar a sus personajes y a la audiencia, ¿eh?), la serie desenvuelve con paciencia el enigma de su trama a golpe de salto temporal, trasladándonos desde la dictatorial década de los sesenta en China hasta el presente de nuestros días. Ahí conoceremos a nuestros protagonistas, una suerte de súper-grupo compuesto por cinco cerebritos cuidadosamente trabajados a nivel narrativo y con quienes no tendremos más remedio que terminar empatizando a partir de su fragilidad humana y sus circunstancias personales (el diagnóstico de una enfermedad terminal, amores no correspondidos, frustración laboral, adicción a las drogas…).
Es tal el derroche de carisma por parte de este multirracial grupo de físico-teóricos de Oxford que, gracias a su capacidad para crear un relato coral y bien orquestado, terminaremos obviando las notables licencias que los responsables de la partitura se han tomado con respecto a la novela original y que de seguro levantarán ampollas entre los lectores más exigentes. Si por alusiones lo que buscas es una concordancia más fidedigna en detalles, su versión china de treinta episodios le sacará los colores a su hermana más mediática en términos de fidelidad y exactitud y cumplirá con su función de café para muy cafeteros.
Pero volviendo a su versión para dummies (y ojo, que aún así bajar la guardia o desconcentrarse aquí se penaliza), es muy posible que “El problema de los tres cuerpos” consiga captar con mayor eficacia la atención de ese espectador que jamás se ha asomado –ni probablemente lo harán– a las páginas de Cixin, en favor de la de a aquellos que esperan una minuciosa revisión en imagen real de las mismas. Y es que si algo nos demostraron ya los Benioff y Weiss de última época es que gustan de hacer bandera de una licencia poética muy sui generis y padecen el mal de la prisa, en tanto que buscan ir al meollo sin exceso de desvíos o pormenores. Huelga decir que este apunte puede ser perfectamente entendido como un punto a favor de la serie, en tanto que su dosis de turra nerd quedará fundamentalmente reemplazada por una posproducción insultantemente costosa con la que garantizan no perder al espectador medio y mantener su atención a golpe de FX. A fin de cuentas, si no conocemos el relato base tampoco notaremos que su respectiva adaptación se resiente en ningún momento y, al margen de su condición paratextual, no podremos negarnos ante su ineludible capacidad para engancharnos.
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Hablamos de una serie de ciencia-ficción porque la distopía propia de su trama nos lleva a naturalmente a esa etiqueta (un pueblo alienígena contacta con una vengativa humana que, harta de sus congéneres y del dolor que estos son capaces de causarse los unos a los otros, decide abrirle las puertas de nuestro planeta a sus nuevos amigos intergalácticos para propiciar una futura invasión). Sin embargo, la obra reduce al mínimo los componentes de fantasía y extravagancia y apuesta por un discurso considerablemente verosímil, más próximo al terror psicológico y a la reflexión humanista que al canon sci-fi más convencional (desde luego, no esperemos toparnos con razas de color verde o criaturas abriéndose camino a través del tórax de nadie).
A cambio, y como redención ante sus fallas, “El problema de los tres cuerpos” coge los fundamentos principales de su respectivo punto de partida y los desarrolla con inteligente proporción para ganarnos a partir de un planteamiento particularmente único y misterioso. A pesar de su desabrido cierre (nuevamente, volveremos a tener recuerdos de Vietnam con los finales marca Benioff y Weiss), sus últimos compases nos alentarán a querer seguir descubriendo más acerca de este conflicto diplomático a nivel interestelar, cuyos respectivos showrunners ya han anunciado que requerirán de varias temporadas para hacerle justicia al best-seller madre. Si su plataforma será benevolente con la continuidad del proyecto, ya es otra cosa.
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