Argylle

De lo más aburrido que ha ofrecido el cine de espías en mucho tiempo. Sí, vale, “Argylle” es una parodia del género, coge varios de sus clichés y se ríe de ellos, pero, más allá de tres chistes sobre gatos, no es divertida ni ofrece frescura. No es que se quede a medias en todo, sino que ni empieza.

La culpa no es de las talentosas personas que han participado. Detrás de esta película está Matthew Vaugn, que, en su lista de éxitos, tiene las dos primeras precuelas de X-Men, “Kick-Ass” y la olvidada, pero increíble, “Stardust”. El cast está bien, sobre todo, contando con Sam Rockwell, Samuel L. Jackson o Bryan Carston. Incluso hay alguna escena que es impresionante visualmente. ¿Qué falla? Sinceramente, todo el guion. Pretende jugar a hacer plot twists constantes, en esa burla hacia el género, pero son tantos y tan poco reveladores, que te encuentras con una insulsa sarta de explicaciones que ocupa dos tercios del metraje. Como si estuviesen rellenando el tiempo.

Lo peor es que, en más de una ocasión, tuve la impresión de que no estaba viviendo el guion; al contrario, me lo estaban contando y la mayor zancadilla que se puede hacer una película a sí misma es mostrar y regocijarse en sus propias costuras. Creo que, para que una historia funcione, tienes que entrar por completo en la ficción, hacerla tuya, entablar un diálogo. Y un diálogo es bidireccional. Si se siente como un monólogo, si la propia ficción te saca constantemente, el artificio narrativo se evapora y lo único que queda es una imagen plana. La tridimensionalidad de la pantalla desaparece.

Por eso, es difícil darle muchas vueltas a “Argylle”, incluso en sus intentos poco sutiles de empoderar a la protagonista intelectual y físicamente. Una lástima porque, con un poco más de mimo y de intención, hubiera levantado la cabeza.

Hay una escena en concreto que creo que representa todo lo que está mal en la película, se trata de cuando Samuel L. Jackson aplaude mientras mira un partido de básquet. Considero que no se puede tener a tanto talento haciendo tan poca cosa.