Viajamos a Tremor, el festival en medio del Atlántico
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Viajamos a Tremor, el festival en medio del Atlántico

JC Peña — 02-04-2024
Fotografía — Cedidas por la organización y JC Peña

La isla de San Miguel, la mayor del archipiélago de las Azores (Portugal), acaba de albergar la undécima edición de Tremor, uno de los festivales de música más especiales del planeta.

Tuvimos la oportunidad de disfrutarlo in situ, entre cráteres de volcanes rellenos de aguas azul cobalto, bosques impenetrables y las magníficas iglesias barrocas de Punta Delgada. Tremor se ha consolidado como festival singular con un punto excéntrico y vocación artesanal y underground en el que propuestas muy diversas reunidas por los gustos de los organizadores se despliegan a lo largo de cinco días (del 19 al 23 de marzo) en la capital de Azores, San Miguel, y los mágicos entornos naturales salpicados por la isla.

Es un evento de pequeñas dimensiones, concebido para que la música, la comunidad local y la impresionante naturaleza de la volcánica y verde isla montañosa sean un todo, ofreciendo al visitante una experiencia insólita, sin masificaciones ni prisas. Es también una oportunidad también de disfrutar de propuestas del país vecino que no tienen nada que envidiar a las españolas o internacionales, pero a las que habitualmente damos la espalda por razones idiomáticas y culturales complejas.

De igual modo que la isla procura que su turismo no se convierta en un problema -un equilibrio siempre complicado-, Tremor mantiene unas dimensiones manejables que son parte esencial de su encanto. En esta ocasión asistieron alrededor de 1500 personas. Locales, de Portugal y el resto de Europa, Reino Unido y también de Norteamérica: la isla mantiene unos fuertes lazos con la costa este de Estados Unidos y Canadá, algunas de cuyas ciudades tienen una fuerte presencia de origen azoriano.

Para esta edición los organizadores ofrecían una selección de talento local, portugués, brasileño e internacional caracterizado por la ausencia de prejuicios genéricos: de la electrónica de vanguardia al rock sin concesiones, el hardcore, el pop inteligente, el post-rock atmosférico o el hip-hop, todo tiene cabida en Tremor -aunque es verdad que la electrónica inventiva tiene algo más de peso. La selección se ampara por el criterio y los gustos de sus curadores.

Los artistas de la programación se repartieron entre los escenarios de Punta Delgada (relativamente más convencionales: entre ellos varios teatros locales, la sala de Portas do Mar, próximo al puerto, e incluso una iglesia jesuita), y una selección de lugares insospechados y revelados en el último momento, repartidos por la isla (los asistentes dispusieron en todo momento de transporte adecuado). La aplicación del festival funcionó perfectamente a la hora de informar al público. Y la puntualidad de los shows fue escrupulosa. El tiempo, muy variable en las islas, acompañó.

El festival comenzó con una jornada de bienvenida animada por el colectivo de DJs de Manchester All Hands on Deck, que descargaron su potente house bailable en Portas do Mar. En los días siguientes el mismo emplazamiento albergaría, entre otros, los conciertos del artista ugandés de electrónica Faizal Mostrixx, las británicas Lambrini Girls con su punk airado, la banda portuguesa Glockenwise -equivalente a nuestros grupos de indie-, la canadiense Marie Davidson, o los londinenses Holy Tongue, cuyo dub psicodélico con elementos kraut fue uno de los picos de lo que tuve oportunidad de ver.

Colleeen

Otros escenarios de la localidad serían escenarios de propuestas tan diferentes como interesantes, que atrajeron el interés y el entusiasmo de los asistentes. La francesa Colleen se sobrepuso a ciertos problemas técnicos con su electrónica minimalista en el Teatro Micaelense. Mucho más fluido sería el set de la rusa afincada en Nueva York Kate NV, que dio una lección de pop electrónico inteligente en el Auditorio Luis de Camões. En las antípodas estilísticas de la rusa, el dúo belga La Jungle puso máxima intensidad en el Mercado Municipal de Ribeira Grande, mientras SUZANA desplegaba magia melancólica en el majestuoso escenario de la Igreja do Colégio, con una combinación de electrónica y melodías cercanas al fado.

Pedro Sousa y Filipe Felizardo combinaron ecos tradicionales de Azores con ambientes eléctricos post-rock y electrónica. En el teatro Micaelense la propuesta del saxofonista norteamericano Cole Pulice se acercaba peligrosamente a melifluos terrenos new age, y la japonesa PoiL Ueda, que recupera poemas medievales de su país, dejó en el Coliseo sensaciones encontradas con su insólita puesta en escena.

Son sólo unas muestras del eclecticismo del cartel, ampliado con residencias como las ocho horas de performance de la Orchestra Modular Açoriana con Marshtepper en Estúdio 13. Y, por supuesto, los conciertos sorpresa que tuvieron lugar en localizaciones secretas de miércoles a viernes, y que son parte fundamental del espíritu del festival.

El jueves tuvimos ocasión de hacer una marcha por el corazón boscoso de la isla -un entorno imponente- hasta un lago recóndito en el que una cantante y un guitarrista interpretaron un breve set mágico de canciones locales. En el otro extremo del espectro genérico, la banda de hardcore punk de Philadelphia Poison Ruin actuó por sorpresa en el duro y muy adecuado entorno de una cantera en activo. Además, el espíritu comunitario de Tremor brilló en el puerto pesquero de Rabo de Peixe, una de las zonas más deprimidas de la isla: la Rabo de Peixe Music School Band actuó con Sam The Kid e invitados, con un generoso set de hip hop en portugués complementado por las delicias gastronómicas locales.

El último día la organización dedicó varias actuaciones a los niños -circo y percusión inventiva-, dentro del Mini Tremor, en Estúdio 13, y Som Sin Zero propusieron un pasacalles por el centro de Punta Delgada. Entre conciertos, los asistentes pudieron darse una vuelta por La Bamba, la tienda de discos más occidental de Europa, que ofrece una más que digna variedad de vinilo. Durante el festival hubo un taller de pintura de figuritas (guiño a la artesanía local) y alguna conferencia.

Todos los elementos confluyen en un festival único cuya simbiosis con los encantos naturales e históricos de la isla de San Miguel, de dimensiones muy manejables (unos 65 kilómetros de longitud), es total. Por la mañana, el visitante podía admirar la belleza de maravillas naturales como las calderas de Sete Cidades -uno de los lugares más hermosos del archipiélago-, el valle de Furnas -con aguas termales en un entorno idílico, o incluso embarcarse en Punta Delgada para avistar cachalotes, ballenas y delfines, ya que las aguas que rodean las islas son de sus preferidas. La isla está cubierta de vegetación, incluyendo coníferas japonesas que importaron los colonos portugueses hace siglos.

En las afueras de la ciudad también puede visitarse una cueva de origen volcánico. Además, se puede admirar el fuerte del siglo XVI construido por los españoles (y que ahora alberga un museo militar), con sus estupendas vistas, junto a varias imponentes iglesias de la misma época y algo posteriores, o el famoso arco del siglo XVIII que da entrada simbólica a una ciudad que tiene algo menos de setenta mil habitantes.

También hay varios frondosos jardines botánicos con enormes árboles tropicales o de Oceanía que dan testimonio del clima húmedo que beneficia a la vegetación. De hecho, podrá visitar una curiosa plantación-invernadero de piñas, fruta que llegó a la isla en el siglo XIX, y con la que producen todo tipo de productos, cerveza y licor. La gastronomía azoriana está copada, como es natural, por una impresionante variedad de pescado y moluscos (pulpo, barracuda, bacalao…) y las sopas típicas de Portugal, sin olvidar el vino local de uvas crecidas en tierras volcánicas, y distintas variedades de queso.

Tremor no puede concebirse sin la isla de San Miguel ni su carácter artesano, con un cartel en el que los prejuicios brillan por su ausencia. La puerta está siempre abierta a las sorpresa, y en los entornos más bellos e insospechados. En la era de los macrofestivales y los menús cerrados en los que siempre tocan los mismos artistas, por no hablar de recintos imposibles por su tamaño y localización, su excéntrica filosofía es un soplo de aire fresco atlántico que nos recuerda que todavía se pueden hacer cosas a una escala humana y un poco distinta. Puestos a integrar los festivales en experiencias globales -o al menos, eso es lo que se vende una y otra vez-, los encantos de Tremor son innegables. Podremos volver a disfrutarlos del 8 al 12 de abril de 2025.

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