Los milagros de Daptone Records
Especiales / Charles Bradley

Los milagros de Daptone Records

Alfonso Cardenal — 04-05-2016
Fotografía — Shayan Asgharnia

Troutman Street es una calle tranquila de Bushwick, un barrio de inmigrantes de Brooklyn. Una calle con grafitis, vecinos de ascendencia latina y caribeña y un par de negocios destartalados. Junto a un taller mecánico se encuentra el número 115, un viejo edifico de dos plantas de ladrillo rojo sin ningún atractivo. Una casa más sin nada especial en un barrio con poco que ofrecer a los visitantes. Allí, sin embargo, suceden milagros cada año. Milagros musicales como convertir a una funcionaria de prisiones en el emblema del funk del siglo XXI o cuentos de hadas como el que llevó a debutar en la música a un sin techo de sesenta y dos años que llevaba cuatro décadas como imitador de James Brown. Todo bajo un emblema que luce orgulloso en la puerta: “Daptone Records, house of the soul”.

La historia de Daptone Records parece un cuento, una fábula, una historia de éxito que crece año tras año siguiendo las directrices que hizo grandes a los míticos sellos de los años cincuenta. En sus tres lustros de vida han conseguido consolidar un proyecto que sonaba utópico en sus or

La historia de Daptone Records parece un cuento, una fábula, una historia de éxito que crece año tras año siguiendo las directrices que hizo grandes a los míticos sellos de los años cincuenta. En sus tres lustros de vida han conseguido consolidar un proyecto que sonaba utópico en sus orígenes, pero que ha calado entre los amantes de un tipo de música que estaba de capa caída. Gracias a Daptone, el soul ha resurgido con fuerza en la última década tras el éxito de “Back To Black”, el álbum que catapultó al estrellato a la tristemente fallecida Amy Winehouse, y cuyas grandes canciones fueron grabadas en ese estudio tan retro y viejo que parece estar a punto de romperse en cualquier momento.

Sus fundadores

Gabe Roth y Neil Sugarman crearon Daptone sin grandes pretensiones, sin apenas dinero y con muchos sueños. Sueños añejos que pasaban por recrear el sonido y las formas de grabar de los sellos con los que crecieron de niños. “Gabe y yo comenzamos el sello porque teníamos dos discos preparados, uno de Sharon Jones y otro de The Sugarman 3, dos buenos discos que intentamos vender, pero no encontramos ninguna discográfica que encajara con lo que teníamos”, explica Neil. Estos dos cuarentones afables y soñadores querían montar un proyecto personal, dar forma a un catálogo coherente y volver a grabar en analógico tras unas décadas en las que la tecnología se había adueñado de las producciones musicales hasta casi eliminar el calor humano del sonido final.

Pero nadie, y menos ellos, podían esperar que aquella aventura se convirtiese en uno de los proyectos musicales más interesantes del nuevo siglo. Si quiera esperaban que el disco que grabó allí Amy fuese un éxito. “Lo escuchamos y nos pareció que no estaba mal, pero no nos resultó especial. Creo que hasta nos reímos cuando Mark Ronson nos dijo que sería un éxito. Nunca esperamos que se convirtiera en uno de los discos más vendidos de la década”, rememora Neil Sugarman. Ahora el Grammy que obtuvieron por aquella grabación adorna un cuarto de baño pequeño y mal iluminado. Roth y Sugarman, amigos desde el instituto, comparten una pasión por la música afroamericana -ambos son blancos- y un pasado musical en bandas importantes. Roth, también conocido como Bosco Mann, es fundador de Antibalas, la banda de afrobeat más interesante fuera de Nigeria, y Neil es el líder de The Sugarman 3, con quienes todavía edita discos mientras que Roth lleva años centrado en las labores de producción de los artistas del sello a lo que también acompaña sobre las tablas. Juntos han desarrollado un modelo de negocio tan arcaico como el sonido del cuatro pistas con el que han grabado a todos sus artistas, una joya de 1971 que ya no se fabrica y que Roth maneja con gran maestría. Aunque el secreto del sello es su modelo familiar. “No somos hombres de negocios, pero sabíamos que para hacer buena música solamente necesitábamos un buen grupo de intérpretes, hacer que fuesen felices y crear una familia”, explica Neil. Y lo consiguieron. Los músicos del sello se sienten como en casa en sus oficinas y la mayoría de ellos colaboró a levantarla o a decorarla, como Sharon Jones (1956), que pintó la cocina de un color púrpura chillón y que ha usado el patio interior para la portada de uno de sus discos.

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