Pese a haber realizado ocho populares largometrajes de ficción (“Los lunes al sol”, “Barrio”, “El buen patrón”...), Fernando León de Aranoa no se refiere a sí mismo como director, sino como guionista –faceta en la que se inició– o autor –adquirida con posterioridad–. Es la escritura, de prosa o cine, su modo habitual de supervivencia. “Entre los tres y seis meses después de empezar un guion ya puedo mostrar algo, pero los procesos de financiación toman mucho tiempo. En ese parón me pongo a escribir otra cosa porque no puedo estar medio año de brazos cruzados”, afirma. Eso genera un material escrito que puede llegar a no realizarse. “Hay muchos guiones de los que me he olvidado por completo, lo cual es un síntoma de que no había que hacerlos –comenta entre risas–, pero siempre hay dos o tres que siguen ahí. Uno de ellos, que está escrito hace casi veinte años, vuelve cada dos o tres años. De hecho, hace poco me he descubierto a mí mismo sacándolo de un cajón, desempolvándolo y convirtiendo el formato de escritura de entonces a Final Draft [software de guiones]”, confiesa sin revelar el título de ese proyecto ansiado.
“No debería haber limitaciones en la ficción”
Otra cuenta pendiente es la novela, campo que le gustaría intentar y para el que tiene en la cabeza “ideas y planes”, aunque “todavía no es el momento”, sentencia. Lector de cuentos convencido y entre cuyos autores de referencia cita a Raymond Carver, Tobias Wolff, Richard Ford y los latinoamericanos Augusto Monterroso, Julio Cortázar, Oliverio Girondo y, por “su carga política”, Eduardo Galeano, León de Aranoa dice que su desempeño en la narrativa corta tiene que ver con su “dedicación al cine y con el placer” que encuentra “en este tipo de cuentos por su brevedad y su manera de acercarse a algo sin especulaciones, sin escalas, ni preludios”. Y remata: “Me gusta que el cuento breve tenga pegada, que entre ya colocando al lector en un sitio que le lleve a pensar qué va a pasar aquí”.
El libro
Además de los autores mencionados, una influencia que destaca en “Leonera” es la del peruano Julio Ramón Ribeyro y sus “Prosas apátridas”. “Hay algo en su manera de contemplar el mundo y la aparente sencillez, pero enorme profundidad, con la que lo hace”, algo que León de Aranoa reconoce como una de las claves de su libro: “buscar, encontrar más bien, lo excepcional en lo cotidiano”. La brevedad de los cuentos invita a la lectura desordenada, pero esa no es su intención. Todo lo contrario. “El guionista o autor que soy busca no solo dar una coherencia, sino un sentido y que todo el conjunto de cuentos sea una narración. Traigo aquí lo que hago en la escritura cinematográfica, aunque el hilo es más emocional que narrativo”, declara.
Libro atravesado por el tiempo, “Leonera” encierra reflexiones a partir de la muerte de su padre, del crecimiento de su hija o de su propio encanecimiento. “Escribí este libro a la vez que hacía películas. Son los últimos diez años de mi vida y te pasan cosas que están en lo que escribes. En alguno de los cuentos se habla de la toma de conciencia de la mortalidad. Uno piensa que esto no se va a acabar nunca y, de repente, vemos una generación superior, la de nuestros padres, y empezamos a ser conscientes de que eso no es así”. Sin embargo, el libro no está subordinado a la realidad. “Uno, como autor de ficción que es, se toma la licencia de partir de algo personal y llevárselo a otro lugar e incorporar algo que no es propio o, directamente, una invención. Y viceversa: algunos parten de una idea más exuberante y distante a mí, pero, de repente, en mitad del cuento, hay una frase mucho más personal”.
Realidad y ficción
En el prólogo define el libro como nacido en la frontera de la realidad y la ficción, noción sorprendente al proceder de alguien cuya filmografía está enmarcada en el cine social. “Es verdad que parecen terrenos distintos, pero siempre he defendido la invención. ‘Barrio’ o ‘Los lunes al sol’ parten de lo real, pero lo toman como una pista de despegue para luego volar y especular alrededor de los personajes. Que a los chicos de ‘Barrio’ les toque una moto de agua es poco probable, pero no imposible. Y al final es una imagen icónica del film porque representa la fantasía de esos chicos anclada con una cadena a la realidad del barrio. La imagen no puede ser más metafórica ni más poética. ¿Es hiperrealista? No. ¿Puede suceder? Sí”, rebate.
Y es que la creación como territorio libre es una de sus reivindicaciones. “El de la ficción es el único territorio virgen de verdad y por explorar. No debería haber limitaciones. A los que tienen ansias o afanes regulacionistas y dicen que las historias han de tener esto y un porcentaje de aquello, hay que sacarlos como a los fariseos del templo, a patadas. Normalmente los que lo hacen son gente que no se dedica a la ficción e introducen sus prejuicios y maneras de pensar como si pretendieran urbanizar un suelo que no es urbanizable. Creo que es porque no se dedican a eso y tienen esa valentía. Eso sí que es una lucha”.

Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.