Creemos que conocemos a Carla. No puede ser de otra manera, ¿no? Ella misma se nos ha contado en sus films. Primero, “Estiu 1993”, en la que Frida, una niña, asume la muerte de sus padres por SIDA. Luego, “Alcarràs”, inmersión en una familia campesina, entorno cercano a la cineasta. Y ahora “Romería”, en la que una joven, Marina, futura cineasta, viaja a Galicia para indagar sobre sus padres, también fallecidos de SIDA cuando ella era pequeña. Parece, pues, la secuela de su debut.
Sin embargo, no es tan sencillo. “Para mí, ‘Romería’ no tiene que ver con ‘Estiu 93’. Este personaje podría ser el mismo porque tiene que ver conmigo, pero por el punto de partida y por cómo está narrado, para mí tiene sentido que tenga otro nombre”, cuenta Simón. Además, revela que ella no hizo el viaje de la cinta. “Con dieciseite años, conocí a dos de mis tíos, pero fui a Madrid porque vivían allí. A Galicia fui bastante más tarde. La película comprime muchos viajes. Fui conociendo a mi familia a medida que tanto ellos como yo estábamos preparados para eso. Un proceso muy largo de casi diez años”. Igualmente, la familia del film, con “personajes muy inventados”, difiere de la real.
“Tengo la voluntad de cuestionar el realismo”
Se diría que sus primeras obras se han construido en su zona de confort. Pero ¿qué confort hay en rememorar un pasado en el que confluyen dolor, la muerte prematura de los progenitores y el estigma de la enfermedad? “El confort tiene que ver con que es una zona que conozco y a la que tengo acceso. En ‘Romería’ esta familia me ha explicado cosas, que no es lo mismo que aparece”, señala. Y añade: “A nivel personal, siento que toda esta historia la tengo colocada en un lugar que me hace estar tranquila, pero en ‘Romería’ hay una búsqueda que jamás acabará. Entender el pasado, la historia de amor de mis padres. Todavía me encuentro a gente que conoció a mi padre y me explica algo nuevo. Es un proceso que siempre estará vivo”.
Creemos que conocemos el cine de Carla, abanderada del realismo y defensora del estilo documental. Lo tenemos claro, ¿no? Pues no. “Tengo la voluntad de cuestionar el realismo”, suelta. Y continúa: “Se me asocia a él porque es lo que he hecho hasta ahora y me siento cómoda, pero eso no quiere decir que no pueda salir de ahí”. En “Romería” abre una vía –ya tanteada en su corto “Carta a mi madre para mi hijo”– en la que la fantasía se acomoda en el relato. “Es una fantasía imaginada. Me pasé toda la promoción de ‘Estiu 1993’ diciendo que, si no tienes recuerdos, te tienes que apropiar de los de los demás. Con el tiempo me he dado cuenta de que, cuando haces eso, las cosas no cuadran porque cada uno interpreta los recuerdos a su manera. Ahí pensé que sí podía generar recuerdos. Para eso está el cine, para crear imágenes que desearías haber tenido. Tiene ese poder evocativo y poético”, confiesa.
A diferencia de “Alcarràs”, “Romería” cuenta con intérpretes reconocidos como Tristán Ulloa o José Ángel Egido. No así los protagonistas: Llúcia Garcia, estudiante de filosofía encontrada por la calle (“Venía de unos campamentos con la mochila y le preguntaron si quería hacer el casting”, informa la cineasta) y Mitch, joven rockero de las bandas Análisis y Boston Babies, que encarna al primo de Marina (“Tuve un pálpito con él por Instagram y le hicimos más castings”, señala Simón aludiendo a la estética del intérprete, que conecta con el cine quinqui al que el film se acerca por momentos).
Además, frente a la austeridad sonora de su cine, “Romería” se distingue por una música evidente, obra de su hermano, Ernest Pipó. Ambos la pensaron como “la antibandasonora”. “Una cosa muy contundente y marcada, que no subrayara ciertas emociones, sino que aportara algo nuevo. Cada vez que suena, Marina se siente conectada con su madre”, descubre. Hay también un número musical a partir del “Bailaré sobre tu tumba” de Siniestro Total. “Me apetecía encontrar una concreción poética de la idea generacional: esta historia no es solo la de esta pareja, sino la de toda una generación”, revela. Ese fragmento es, a la vez, “una especie de ensayo” de su próxima película, un musical flamenco, aspecto que ha provocado una pequeña polémica en redes en la que personajes mediáticos catalanes han criticado el carácter español del proyecto. “Me parece absurdo porque el mundo flamenco en Barcelona ha existido y existe. Carmen Amaya era de aquí. El flamenco también es catalán. Me parece importantísimo reivindicar eso. Está bien recordar la cantidad de bailaores y cantaores que han salido de aquí”, responde Simón.
Y ahora qué. Tras tres obras (semi)autobiográficas, Carla Simón se enfrenta al reto de construir su mundo fílmico sin mirar atrás. “Da vértigo en el sentido de que pueden ser muchas cosas. Pero para mí es positivo: veo un horizonte con muchas posibilidades”, afirma. Simón, que ha sido madre por segunda vez apenas un mes antes de la entrevista, admite tener la sensación de “cierre de ciclo”. “No es casual que haya coincidido el nacimiento del segundo hijo con esta película. Me desengancho de dónde vengo, tengo mi propia familia y vienen cosas nuevas”, concluye.

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