VANS WARPED TOUR 1999
ConciertosVans Musicians Wanted

VANS WARPED TOUR 1999

1 / 10
Redacción — 14-09-1999
Empresa — Cap Cap
Fotografía — Archivo

Abrir la tercera edición del mayor festival –aunque la cifra de asistentes dejase que desear y el baile de nombres sorprendiese a propios y extraños- itinerante del punk y hardcore internacional no es mal comienzo, sólo que debe aprovecharse la oportunidad. Y no es que Dickers no lo hiciesen, sino que, más bien, poco tenían que hacer. Repasaron «¿A Qué Esperamos?» («Telehipnosis», «No Me Importa»…) más algún tema nuevo, sólo que su combinación entre lo peor de Green Day y el rock urbano casposo (quizás sea la voz de Iker, no sé) no funcionó ni a la de tres. No hay más secreto. A continuación y sustituyendo a One Minute Silence, Ignite ejercieron como defensores del hardcore más puro (eso son «Embrace», «Black Light» o ese pequeño clásico llamado «In My Time»), con vocalista sumergido entre la audiencia como punto final. En cuanto a Suicide Machines, no se trata de que sus dos álbumes carezcan de todo interés, sino más bien que es su directo el que no lo tiene. Más duros de lo que imaginábamos en esta segunda visita a nuestro país, sobre el escenario demostraron ser una de las bandas más grises (por lo insustancial) del cartel. A continuación, Pietasters protagonizarían una actuación correcta, pero enérgica. Si no fueron más allá quizás fue a causa de unos problemas de sonido que acabaron por crisparles los nervios o por haberse tenido que enfrentar a la demostración de skate internacional en la half pipe anexa. Aún así, sonaron desde «Freakshow» hasta «New Breed», lo cual ya es bastante. Minutos más tarde, los germanos Beatsteaks se convertirían en uno de los highlights del festival. Presentaban segundo largo, vestían en negro riguroso (como Unwritten Law el año anterior) y demostraron ser capaces de –sólo en directo- acercarse tanto a Zeke como a Snapcase («Happy Now» algo tiene) o Rancid, permitiéndose de vez en cuando recurrir a temas melódicos para compensar la balanza. Y sí, su vocalista saltó desde el PA, se paseó sobre la audiencia sobre una funda de guitarra y versionearon en clave folk el «Kings Of Metal» de Manowar, pero eso no fueron más que pequeños y anecdóticos detalles. Mientras, en el Ladies Lounge, las Dj’s de drum’n’bass se rendían y daban por finalizada una lucha contra el desinterés total de los asistentes. Obviamente, Ice T no se acercó a pinchar como había prometido. Quienes no se deberían haber acercado siquiera a Europa deberían haber sido Less Than Jake. Efectivos en disco hasta el punto de acabar en una multinacional, capaces de lanzar un ep de versiones de Slayer (¡totalmente cierto!) y un split single junto a Megadeth, demostraron ser una broma estúpida y chabacana. Versionearon algún tema de los cincuenta, se pasearon con peluca y pantalones de cuero a lo Dream Theater y lanzaron fuego (bien, su go-go vestido de primate lo hizo), protagonizando de paso un espectáculo cutrón, únicamente superado por un directo de Vandals de vergüenza ajena. Vamos que le colocan el batería (John Freese) a Axl Rose y sus Guns’n’Roses y después no son capaces de defender uno de sus shows. Obviamente, «Summer Night» sonó como segundo tema y apenas empezar el cuarto Warren Fitzgerald protagonizó su habitual striptease, eso sí, batiendo su propio récord al introducirse un billete en el prepucio, correr arriba y debajo de la half pipe, etc. Por favor, que se tomen un descanso. Por suerte, con A volvimos a disfrutar unos minutos. Los británicos lucieron camisetas de Van Halen, echaron mano de tics rockeros («¡Are you ready to rock, motherfuckers!»), su teclista emuló a Roddy Bottum de Faith No More vía Melvins, versionearon brevemente a Rush y encima presentaron su segundo álbum, «Monkey Kong» -¿recuerdan aquel juego?-, con ese «I Love Lake Tahoe» como tema estelar. Divertidos y, por lo menos, algo personales. Ice T, finalmente único representante del hip hop, protagonizó una de las actuaciones más decepcionantes no del festival, sino de la temporada. Acompañado por Dj y Mc de soporte, el gangster consumió el setenta y cinco por ciento de su tiempo a base de ¡Say yes motherfuckers!, ¡Make some noise!, ¡My new name is Ice Motherfucker T!, ¡Fuck da police! De ahí que sonasen «The Seventh Deadly Sin», «Original Ganster» o «There Goes The Neighborhood» y poco más. Un fraude descomunal. Tampoco fueron demasiado allá los remozados Dog Eat Dog. Sin sección de vientos y convertidos en cuarteto, el grupo ha perdido infinidad de matices, convirtiéndose en uno más de esos combos que basculan entre el crossover y el punk, de ahí que sus hits más férreos («Isms», «Who’s The King» o «No Fronts») se quedasen en poca cosa. En cuanto a Good Riddance, apenas se puede apuntar nada nuevo. Buen repertorio –el de siempre-, buena ejecución y fuerza. Como de costumbre. Por su parte, Pennywise –y pese a la pobre performance de «Stand By Me»-, volvieron a marcar la diferencia con sus más directos competidores, sonando con firmeza y demostrando porque todo el mundo conocía a la perfección piezas como «Perfect People», «Can’t Believe It», «Society» o «Same Old Story». También versionearon a los Misfits y se tuvieron que enfrentar en «Bro Hymn» a la habitual invasión del escenario (incluyendo a los descerebrados de Less Than Jake). Así pues y a modo de resumen, un cartel desigual, pero con sus buenos momentos.

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