Negar el valor de las etiquetas o su entidad no es algo que, a quienes escribimos sobre música, se nos dé excesivamente bien. De hecho, gran parte del sentido de nuestra labor es esa, ni más ni menos, la de gran parte del sentido de nuestra labor es esa, ni más ni menos, la de etiquetar a todo ser viviente que deje entrever ciertas intenciones creativas y musicales. Sólo que, en ocasiones (algunas, pocas, muchas, ustedes juzgan) nos equivocamos.Diría más, con algunas el colectivo periodístico musical lleva años equivocándose. Veamos, nos referimos a la etiqueta rock industrial. ¿Realmente creen ustedes que, por el sencillo hecho de combinar elementos de la electrónica con guitarras de corte heavy metal, ya están ante una banda de rock industrial? ¿Entienden que Gravity Kills practican industrial?¿Incluso Nine Inch Nails? Quizás sí, quizás no, pero necesitamos etiquetar –vuelvo al tema- y en eso estamos. Una vez aceptado, entendamos que, por nada del mundo, podremos comparar a estas formaciones con Throbbing Gristle, SPK, Skinny Puppy, Cabaret Voltaire, Clock DVA, Sonar, etc. Y no hay nada de malo en eso. Sólo que mientras muchos siguen empeñados en hacernos creer que White Zombie e incluso Marilyn Manson son bandas industriales, siquiera son conscientes del significado del concepto. Aunque basta de meditaciones. Mejor nos centramos en las bandas que nos ocupan. Una vez supuesto que hablaremos de rock industrial, olvidemos a esas formaciones de heavy metal con efectos electrónicos –y no se trata de que no nos puedan interesar, no es eso-, y centrémonos en las que realmente evidencian una cierta influencia del industrial más genérico. Porque una cosa es tratar con Stabbing Westward, God Lives Underwater, Orgy, Gravity Kills, puede que hasta Filter, y otra referirse a los primeros Chemlab, a Cubanate, Ministry, My Life With The Thrill Kill Kult, Das Itch, NIN, Godflesh, Meathead, Swamp Terrorists, Pigface, Young Gods, incluso si me apuran Rammstein. No cabe duda de que, en los tiempos que corren, los de Trent Reznor y Ministry son las bandas más populares, pero tras ellos infinidad de formaciones siguen completando grandes discografías. Protagonizarán nuestro dossier los siempre inquietantes Ministry, los inmensos Godflesh y los tímidos Cubanate, pero, por su peso específico, deberíamos hablar de Nine Inch Nails. Nacidos de la inquietud creativa de un músico que vivía, coyunturalmente digo, rodeado por las creaciones de Nitzer Ebb, Front Line Assembly y similares, Nine Inch Nails sorprendieron a propios y extraños con un genial disco, «Pretty Hate Machine» (TVT, 89), que cierra la década tanto con cortes eminentemente electrónicos, como con esas piezas cargadas de guitarras cortantes que forman parte del movimiento («Head Like A Hole», «Terrible Lie», etc). Poco después –y más desde su aparición en el Woodstock de los noventa-, Trent Reznor dirigía una de las más grandes formaciones del rock de la década gracias a su creatividad, a su carisma, a sus devastadores directos, a discos como los minis «Broken», «Fixen», y a su espectacular segundo larga duración, «The Downward Spiral» (94). A continuación nos sorprendería coordinando bandas sonoras, descubriendo a grupos como Marilyn Manson, ofreciéndonos piezas con cuentagotas y, lamentablemente, alargando la espera hasta la publicación de su tercer largo –que se promete doble- hasta lo inimaginable. De todas formas, nosotros esperaremos y, ustedes, podrán ir leyéndose las entrevistas adjuntas para ir matando el tiempo.
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