Un maratón sonoro que cruza surf-punk, psicodelia, indie jerezano y electrónica, pensado no solo como una gran fiesta de final de año, sino como la culminación visible de un trabajo cultural sostenido durante todo el año. No es casual que la propia organización asuma esta jornada como el infierno: muchas horas de música, cero concesiones y una experiencia intensa de principio a fin.Detrás del Palante Fest está La Escena DLF, un colectivo que funciona como auténtica columna vertebral del proyecto y que mantiene viva la actividad cultural en Jerez y su entorno los 365 días del año, combinando conciertos, sesiones de DJ, presentaciones literarias y talleres. La filosofía es clara: reivindicar el talento cercano, activar comunidad y demostrar que existe un público comprometido con propuestas que se mueven fuera del carril principal.
Encabezando el cartel, Airbag, que llegan a Jerez con aroma a regalo de Navidad. Los malagueños seguro que aparecen con alguna sorpresa bajo el brazo —están en ello— para una cita marcada en rojo en el calendario. A su lado, el art punk afilado y urgente de Amor Líquido, una de esas bandas que convierten el directo en un ejercicio de tensión, sudor y comunión colectiva.
El resto del cartel funciona como un juego de amigo invisible perfectamente afinado, donde cada nombre aporta una pieza distinta al conjunto. Montaña aterrizan en Jerez tras un año frenético de carretera y escenarios internacionales, poniendo el broche a una gira que los ha llevado mucho más lejos de lo habitual. Leda Tres protagonizan uno de los regresos más celebrados del festival: una banda que llevaba tiempo en silencio, pero nunca fuera del radar emocional de la escena, convertida ahora en uno de los grandes aciertos de esta edición.
La cara más estilosa y militante la pone Paramecios, defendiendo con orgullo una forma de entender la música que nunca pasa de moda, mientras que Crymmm llegan avalados por su reciente reconocimiento en el circuito de bandas emergentes, demostrando que lo suyo no es una promesa, sino una realidad bien afilada. Y para cerrar la noche como merece, Space Surimi se encargan de poner el punto final con una sesión pensada para exprimir las últimas horas del año, cuando ya no queda otra que bailar.
Más que un festival, el Palante es una declaración de intenciones. Una forma de entender la cultura como espacio compartido, como resistencia frente a la homogeneización y como celebración de lo cercano. Aquí lo minoritario no es un problema, sino una virtud; y lo local, lejos de ser un límite, es el punto de partida.
Porque cerrar el año también puede ser esto: juntarse, sudar, escuchar, bailar y demostrar que la escena existe porque alguien la cuida. Y en Jerez, eso se hace Palante.
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