Este su tercer sencillo, avanza entre golpes secos de batería, líneas de bajo que marcan el pulso y guitarras que se abren paso entre parones y arranques.
Es una canción que no corre: se contiene, salta y vuelve a empujar. Vemos aparecer esas influencias del art punk y el krautrock.
Todo está medido: el ruido, el silencio, el parón justo antes del golpe. “Dorsal 33” es la seguridad de lo inseguro: de lo impalpable, de lo mágico, de lo soñado.
Es el convencimiento de que existen otras cosas, otros paisajes, otras caras y, sobre todo, otros caminos más allá de los marcados por unas líneas pintadas sobre una pista por la que se corre en círculos.
El dorsal 33 no es un símbolo de victoria, sino de movimiento y cambio.
Cien Galgos son Samuel Escribano (guitarra y voz), Manolo Sánchez (batería) y Alba Pla (bajo), es una casa de tres paredes, una estampida canina por un prado pardo, una queja lanzada al aire por el simple hecho de poder hacerlo, una carcajada que suena a hierro.
Ruido y melodía. Un power trío afincado en València que ya estaba unido antes de nacer el propio grupo y de que vinieran las canciones.
Al fin y al cabo, son años de amistad y muchas las tardes de humo escuchando a Pom Poko, Parquet Courts o Alvvays. Y muchas las noches de ruido que vendrán.
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