Don The Tiger, esta vez en directo
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Don The Tiger, esta vez en directo

Xavi Sánchez Pons — 18-09-2013
Fotografía — Archivo

La gira empieza este viernes en Madrid

Don The Tiger, es decir, Adrián de Alfonso (ex Veracruz) inicia sus fechas españolas este viernes en la sala Clamores de Madrid, junto a Extraperlo y Anntona. Aunque la gira continuará durante el resto del mes. Ahí estará presentando su primer disco, “Varadero” (Canadá, 13).
Don The Tiger actuará también en Oviedo (Humofest, 21 septiembre; junto a El Último Vecino, Juanita y Los Feos, A Veces Ciclón, Moon Duo y Las Nurses), Azkoitia (Matadero, 27 septiembre, con Caballo), Bera (Kattaku, 28 septiembre, junto a Caballo) y Gernika (Astra, 29 septiembre, junto a Caballo y Za!).

El debut de Don The Tiger, fraguado a lo largo de unos cuantos años, supura vicio, sexo, suciedad, sudor, cierta decadencia, nocturnidad; y se titula “Varadero”. Adrián, este disco está editado bajo el nombre de Don The Tiger, pero creo que recoge cosas de todos los proyectos en los has estado involucrado a lo largo de tu carrera. ¿Crees que de alguna forma “Varadero” funciona como una especie de fresco de todas tus obsesiones musicales, además de un resumen de toda una vida dedicada a esto de la música?

Estoy de acuerdo contigo en que la mayoría de lo que suena en “Varadero” ya podía escucharse en mis anteriores proyectos. A decir verdad, mis intenciones han variado poco durante estos últimos años. Quizás haya encontrado nuevas maneras de proyectar ciertos recursos, pero el fondo de mis obsesiones es el mismo de siempre. De todas maneras, resulta curioso que siga en las mismas, porque lo que escucho ahora mismo poco o nada tiene que ver con lo que escuchaba hace un par de años, o incluso hace dos semanas.

Seré sincero y directo. Decía que “Varadero” me parece un disco que supura vicio, sexo, suciedad, sudor, cierta decadencia, nocturnidad… ¿Hasta qué punto esos elementos han sido importantes para su creación?

Todos los elementos que mencionas han sido muy importantes no sólo de cara a hacer música, sino en mi vida en general. Muchas veces no para bien, pero ahí están. Siendo más específico, estoy seguro que mi nocturnidad algo tendrá que ver con que siempre me decante por tempos pausados o por perforarlo todo con golpes y silencios. Tampoco es muy difícil adivinar ver qué tipo de experiencias han marcado el carácter de mis letras. Y hablando de mala vida, no sé si le pasará a otros, pero uno de los remedios que más recomiendo para combatir la resaca es plantarse delante de un amplificador del que salga ruido a toda castaña. Es como ponerse de cara al viento, se te va todo. También te confesaré que metiendo mucha tralla alguna vez he llegado a excitarme, así que podríamos decir que buena parte de mi sonido está bastante ligado al sexo, sí.

Me encantan los zapateados, onomatopeyas, los zumbidos, los gritos del más allá, los aullidos que se escuchan en “Varadero”… También me parece que en el disco juegas a ser otras personas. ¿Hasta qué punto en el disco la frontera entre el Adrián de Alfonso persona y artista/actor se sobrepasa?

Bueno, realmente no soy muy dado a actuar en el sentido de encarnar un papel, pero después de mucho tocar uno se da cuenta de que realmente hay ciertos recursos –como los zapateados o los gritos que citas- que le ayudan a uno a motivarse y a dar un concierto mejor. Para mí más que jugar a ser otro, hacer ese tipo de cosas lo consideraría una especie de instigación necesaria para ponerme a tono. Algo parecido a lo que se les hace a los animales para hacerlos sentar, saltar, morder…

Cuéntame un poco cómo consigues no volverte loco al completar el puzzle que ha sido dar forma a este “Varadero”. Un disco confeccionado a lo largo de muchos años. ¿En algún momento pensaste que no llegaría a publicarse?

Cuando me meto en algo que me gusta intento fijar la vista dentro hasta llegar a un nivel atómico y luego ya puedo empezar a actuar con tranquilidad. Más que desesperarme por todo el trabajo que queda por hacer, me olvido del cuadro general. Supongo que todo ello lo aprendí estudiando arquitectura: los grandes conjuntos empiezan a tener sentido en el momento en que te pones a cuidar sus partículas y los nexos de unión entre ellas. Está claro que una idea general hay que tenerla, pero personalmente dar con moods o con imágenes para hacer una canción no es algo que me cueste demasiado. Yo tuve la suerte de que un buen día Canadá me propusieron sacar el disco, lo que implicó tener deadlines y me obligó a abandonar buena parte de los jueguecitos. Confieso que me costó, pero valió la pena, porque aprendí mucho haciéndolo. Ya te digo, si por mí fuera estaría treinta y cuatro años dándole vueltas a una canción y seguiría tan contento de la vida. Aunque también es verdad que a veces hago justo lo contrario: dibujar un pequeño gesto de guitarra, feedback, voz o lo que sea y cerrarlo como si fuera la más completa de las canciones. No sé. Ser contradictorio entra dentro de mis planes. Siempre.

¿Hasta qué punto una ciudad como Berlín ha marcado la forma y el contenido final de “Varadero”?

Ni la forma ni el contenido de “Varadero” han sido marcados por Berlín. Lo único que me ha permitido esta ciudad es trabajar más horas seguidas en mis acertijos, lo que sin duda habrá ayudado a que todos los golpes y chirridos que conforman las canciones suenen más claros y nítidos en la mezcla que hace unos años. Por las razones que todo el mundo sabe (y que no repetiré), en Berlín es más posible tener tiempo libre que en España.

Hay dos canciones en el disco que me vuelven loco, “La celada” y el instrumental “Quebrantahuesos”, las encuentro preciosas, dos remansos de paz dentro de la tormenta que es “Varadero”. ¿De dónde surgen las ideas para esos dos temas?

“La celada” habla de un amor que no se deja hacer por culpa del miedo. Ni mucho menos es mi primera canción de amor, y tampoco será la última. Si dominase ese género estaría exprimiéndolo sin parar. Me encantan las canciones que te hacen llorar. “Quebrantahuesos”, en cambio, es una improvisación que grabé de un tirón, pensando en las alas y el cuello del pájaro en cuestión. Es la única canción del disco que no está editada a dolor.

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