(Puedes consultar las fechas de su gira al final de esta entrevista).
Posiblemente, Zaz sea la artista más internacional surgida en Francia en los últimos quince años. Desde el éxito abrumador de la canción “Je veux”, la carismática cantante no ha parado de crecer. A partir de su debut en 2010, llegaron discos como “Recto verso” (13), “Paris” (14), “Effet miroir” (18) o “Isa” (21) en el que buscaba recuperar a su propio yo. Tras ese tránsito más introspectivo, “Sains et saufs”, su sexto disco, recupera aquella chispa antaño abandonada. “Ante todo, quería divertirme y disfrutar. Ese fue el leitmotiv del disco. En todos los álbumes anteriores estaba más obsesionada con hacerlo bien y para ello tenía que tomar decisiones, lo cual nunca ha sido fácil para mí. Esta vez lo más importante era divertirme haciendo lo que me gusta, mezclando chanson francesa, jazz, electrónica… Probar muchas cosas y darme placer”. Como en todo proceso de creación, Zaz tenía nuevas ideas que aplicar a su música, sentimientos y melodías que compartir. “Sí, compartí mi estado de ánimo de manera bastante precisa con compositores y autores que me gustan. Me abrí mucho en los temas que me tocaban el corazón. Sabía de qué quería hablar, con lo que que marqué el tono emocional que quería para el disco. Y eso fue especialmente así con Noé Preszow, un artista belga. Hablamos mucho y él supo sintetizar mis pensamientos. Me abrí sobre la muerte de mi padre, sobre lo que me afectaba, sobre lo que estaba viviendo, sobre aspectos de mi vida personal. Y todo eso está en el álbum”. Quien tampoco podía faltar esta vez era Raphaël, un habitual en sus discos. "Por supuesto, como en cada álbum, también he trabajado con él. Nos reencontramos. Me encanta su poesía, además me propuso cosas para las canciones mientras nos sentábamos al piano. Trabajamos por instinto. Por ejemplo, para ‘J’imagine que tu sais’, él empezó tocando algunas cosas y yo sencillamente me dejé llevar tarareando una melodía. Y la canción nació de ahí”.
"Siempre me ha costado definir mi música"
De la producción se encargan Romain Descampe y Ziggy Franzen, del grupo Puggy. “Puede probar muchas cosas con ellos. ¡Sin frustraciones! Hice muchas armonías, muchos coros… Pasamos los instrumentos por máquinas o no. Fue una búsqueda muy larga e intensa de texturas. Una locura. Me encantó verlos trabajar así. Me acogieron en su estudio en Bruselas con mis dudas, mis ideas, mis ganas y mis exigencias. Si algo no funcionaba nos lo decíamos con naturalidad, pero me encantó su forma de trabajar, muy fluida y agradable, y también muy propia. Son muy creativos además de divertidos, tan profesionales como simpáticos. Así que fue perfecto. Y agotador, pero incluso cuando empujábamos los límites, era un placer estar con ellos. Los adoro”.
De su activismo –recordemos que se involucró en una polémica contra Paul Watson sobre la caza de ballenas– y de su manera tan directa de ver las cosas también nacieron canciones. “En ‘Mon sourire’ por ejemplo, fue diferente. Un día de tragedia y terremoto en Turquía me insultaron en redes porque estaba cantando en Francia y sonriendo. La gente no entendía y pensaba que no tenía empatía con ellos. Pero para mí la alegría es un acto político. Ese día estaba cantando para una asociación y estaba feliz de hacerlo. Así nació esa canción. Este álbum traduce mis sentimientos y lo que soy con mucha autenticidad. Y claro, un enorme trabajo de producción [risas]”.
A Zaz también la define esa personalidad medio nómada, como la que en su día tenía Lhasa de Sela. Eso y un estilo reconocible desde la primera nota. “Me alegra mucho oír eso, porque creo que hago música muy diversa. Siempre me ha costado definir mi música. Y en el futuro creo que no me costará divertirme haciéndola. En este oficio conocemos a tanta gente. Nunca terminamos de inventar ni de reinventarnos. De sorprendernos. De descubrir sonidos, nuevas formas de hacer… Siempre habrá sorpresas. No me preocupa en absoluto. Algunas conexiones crean alquimia y empezamos a sacar cosas que no habríamos hecho sin el otro”. Asimismo, reflexiona sobre cómo la música puede ayudarnos en estos tiempos convulsos. “El arte lo cambia todo, creo. La música ya de por si nos acoge, nos transporta, nos da un lugar para descansar, para expresarnos. Podemos reír con ella, llorar… Todas nuestras emociones tienen su lugar”.
Antes de concluir nuestra charla, le pregunto sobre un par de curiosidades. Por un lado que, entre sus seguidores, esté el actor Russell Crowe. “Descubrí que Russell Crowe escuchaba mi música cuando estaba de gira en Brasil. Me pidieron hacerle un pequeño vídeo para un programa de televisión en el que él participaba. Después intercambiamos algunos mensajes, pero reconozco que en esa época estaba desbordada y nos perdimos un poco la pista. Él me había enviado música con mucha humildad y sencillez. Parece ser alguien muy sensible y es buen músico. Veremos qué nos depara el futuro. En todo caso, ¡es un actor increíble!”. Por el otro, por las nuevas artistas que le interesan. Destaca a Theodora, a la belga Camille Yembé y a la hip hopera Asinine. Y obviamente a Zaho de Sagazan. “Tiene una gran musicalidad. Su gran carga poética y su presencia escénica son geniales. Tiene canciones preciosas y una propuesta visual muy interesante, integrando la danza. La verdad es que es muy agradable de ver en directo”.

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