Esta es una historia atípica, de final feliz (y sin moraleja). Si tienes un rato, te la cuento, pero por favor siéntate, acomódate y sobre todo no me metas prisas. Es la historia de Miguel Angel Villanueva, artesano del pop-rock de guitarras, de melodías, de coros, de arreglos impecables, de cuerdas, de vientos. Vive en una tranquila ciudad costera llamada Castellón, donde tiene su cuartel general y desde allí nos inunda con una música que sirve de marco a unas letras introspectivas y tozudas que buscan significados. Léelas atento y dime qué otro compositor las trata con tanto mimo. «Una de las cosas que más me están chocando es que en las entrevistas se fijen más en el personaje que en la música. Mi edad (lo más cercano son los cincuenta en números redondos), el tiempo que ha transcurrido hasta la edición de este disco («Sin Ver El Sol» -Rock Indiana,98-)… no son más que anécdotas. Los Brujos existen, para mí, de tres años a esta parte. Antes, las primeras formaciones eran más bien aventuras personales. Me rodeaba de la gente que consideraba que era la adecuada en cada momento. Todos han sido proyectos muy concretos, relativamente cortos y para sellos muy determinados que llevaban una línea. Pero aunque cada disco es diferente del resto, si les oyes bien se nota que es lo mismo». Aún así, en su carrera hay diversidad, singles, ep’s de punk, de psicodelia, instrumentales o de temas tranquilos. Todo dependerá del estado de ánimo. Y es que Villanueva tiene pasado de sobras. «El primer disco de Los Auténticos es de 1981. Ahí también estaba Juan Morcillo. Más tarde formé junto a mi hermano Los Plomos, un grupo muy rompedor, por esa razón pasó desapercibido». De ambas formaciones existen ediciones en vinilo, editadas por el propio sello de nuestro protagonista, Discos Medicinales. Pero, en 1999, debemos hablar de Los Brujos, así que centrémonos de una vez. «Es un nombre puesto al azar pero el tiempo parece que dice que fue elegido de manera premeditada. Si es cierto que hay una serie de componentes algo mágicos que así lo determinan». Cuentan las leyendas que, en las marmitas de los brujos, las pócimas debían cocerse lentamente para resultar efectivas. Quizás por eso hayamos tenido que esperar a que el nuevo pop de Villanueva hirviese lentamente. «Surge en los ensayos del disco que sacó Animal. Ahí se me encendió la bombilla, vi lo bien que nos lo estabamos pasando ensayando las canciones, pensé ¿podría montarme un grupo y hacer un disco de verdad, hacer una gira...?». Para darle forma a ese grupo, a esa gira, a ese disco de verdad, Miguel Angel Villanueva se ha rodeado de amigos más que de músicos corrientes. «Casi siempre he utilizado músicos de otros grupos y la gente tenía sus propias historias. Ha habido temporadas que no he podido tener el grupo al completo por la disponibilidad de la gente. Ahora están conmigo Santi Campos de Malconsejo, David Bueno con su bajo de Los Nips y Alfonso Pachés que ponía la batería (la de verdad) en los primeros discos de Silvania». Con ellos nos ha permitido nuevamente disfrutar no solamente de grandes canciones, sino de unos textos entre lo reflexivo y lo surrealista. Ahora solamente queda asistir a una de sus actuaciones, aunque acércate sólo si tu música te interesa. Y es que él mismo lo dice, sus seguidores son pocos, pero conocen su pequeña historia. Quizás por eso esté orgulloso de ellos.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.