“No me tomo a mí mismo ni a los demás muy en serio, pero sí mi música”
EntrevistasRoddy Frame

“No me tomo a mí mismo ni a los demás muy en serio, pero sí mi música”

José Carlos Peña — 13-05-2014
Fotografía — Archivo

Admitiendo que los periodistas somos dados a la hipérbole, puedo asegurar que el compositor y guitarrista escocés es una de las personas más agradables y con la cabeza mejor amueblada que he entrevistado. Por supuesto, con eso no es suficiente. Pero si trae bajo el brazo el magnífico “Seven Dials” (AED/Music As Usual, 14), entonces es el no va más.

“Tengo cincuenta años, tío, así que cualquier cosa que me venga es un plus. ¡Todo lo que tenía que ocurrirme me ha pasado ya!”. Roddy Frame, pequeño, delgado y con aspecto juvenil, está radiante en la cafetería de un hotel madrileño. Dejando a un lado sus apariciones como guitarrista junto a su amigo íntimo Edwyn Collins, hacía 21 años que no tocaba en España, y esta misma noche lo hará en un concierto íntimo en el que tocará parte de su nuevo álbum. Niño prodigio del pop británico, guitar hero precoz y compositor superdotado, su versátil y personal carrera de fondo le ha coronado como artesano de canciones de una melancólica atemporalidad. El adjetivo “exquisito” aplicado a su música es un tópico totalmente certero.


¿Estás disfrutando en España?

Totalmente. Estoy emocionado por estar aquí…cuando me llamaron para decirme que iba a venir, flipé.

Han pasado casi ocho años desde tu anterior álbum, “Western Skies”. Escuchando “Seven Dials” reafirmo mi impresión de que eres un perfeccionista consumado. ¿Es ésa la razón de que seas tan poco prolífico?

No tengo ni idea. Diría que es una mezcla de vaguería y perfeccionismo. No veo el sentido de sacar algo que no sea realmente bueno. Puedo sonar un poco arrogante, pero me parece que en este momento ahí fuera hay demasiada gente haciendo demasiados discos. Sufrimos una especie de polución sonora. Sé que no debería decir esto, pero creo que a muchos de mis amigos, y no te voy a dar nombres porque les quiero, les pasa esto. Por ejemplo, me encantan The Fall pero…alrededor de su disco 26.000 pensé: Daros un respiro, ¡absorbed! (risas)...Es como si tuvieran que alimentar una máquina. Yo me he tomado las cosas con calma desde que era joven. Alan Horne, de Postcard Records, estaba constantemente preguntándome: “¿Dónde está tu próximo álbum?” Pero siempre me he tomado así la vida, no me doy prisa y detesto cualquier obligación. En realidad, elegí ser músico porque pensaba que era lo contrario a tener un trabajo con el típico horario de oficina.

Y precisamente por eso, tienes los derechos de tus canciones…

Sí, de casi todo mi catálogo. Imagino que es la mejor manera de hacerlo, no pertenecer a nadie para ir a mi ritmo. Este disco lo distribuye el sello de mi amigo Edwyn Collins, AED, así que no tengo ninguna presión. Somos como familia, pero sin tantas cosas malas.

Pero ese perfeccionismo del que hablas y que es evidente, ¿en qué medida condiciona las grabaciones de tus discos?

Es una cosa peliaguda, porque por un lado la canción tiene que ser buena antes de que entres al estudio, pero una vez dentro, no puedes estar demasiado tiempo con ella para no perder las vibraciones, la frescura. Conseguir ese equilibrio entre los detalles de los arreglos y el rock and roll es complicado. Perder esa espontaneidad es tan fácil…a veces estás mucho tiempo con una canción y acabas tirándola a la papelera. Te voy a poner un ejemplo: Una de las canciones del disco, “English Garden” empezó con un riff muy potente estilo Johnny Thunders. Estábamos con ella y un día el ingeniero de sonido, Sebastian (Lewsley), me dice: “¿Te gusta esto?” Y yo le respondo: “¡Sí, tiene un rollo fantástico!” Y me replica: “Sí, desde luego, ¿pero es suficiente?” Al final, acabé dándole la razón. Me propuso que la rehiciéramos como un vals, con guitarras tranquilas, escobillas y reescribiendo la letra. Y así es como quedó. Completamente diferente. Es una de las mejores canciones del disco precisamente por eso. Es un proceso divertido pero puede ser un poco enrevesado.

Por lo que cuentas, tienes mucha confianza en Sebastian.

Ha trabajado mucho con Edwyn Collins. Le conozco desde hace 20 años. Es un granuja inglés, tío (risas). Muy cruel, pero el mejor productor que he conocido nunca.

Las críticas del disco están siendo excelentes. ¿Crees que es de lo mejor que has hecho nunca?

Es demasiado pronto para decirlo. Pero las críticas están siendo muy positivas, sí. ¿Crees que lo serán también en España? Si vendemos algunos discos me sorprenderá mucho, porque ya tengo 50 años...Lo que sí puedo decir es que he esperado a tener algo que decir. Quizá es esto lo que la gente aprecia. Es un disco muy personal. Ya no soy tímido ni tengo inseguridades. Cuando empecé en esto era tan joven…y según te haces mayor, llega un momento en que te da igual lo que la gente piense. No me avergüenzo de abrirme para que la gente vea de qué voy. Siento que es un disco muy honesto que trata de relaciones y rupturas.

¿No te da pudor ser demasiado explícito con tus letras, revelar tus sentimientos?

Es que ése es precisamente mi trabajo. Sinceramente, no me tomo a mí mismo ni a los demás muy en serio. Cuando oigo a un chaval de 21 años hablando del “arte” y la “lucha”, pienso: vaya, es como una flor que está floreciendo. Pero cuando veo a un tío de 50 años hablando del “arte” y la “lucha”, pienso: “Tío, vete a la mierda, dame un respiro”. Lo que yo me tomo muy en serio es mi música pero todo lo que la rodea es un añadido. No me da miedo revelar mis sentimientos, pienso que mi trabajo es abrirme y mostrarme a los demás para que de alguna manera se sientan como cuando yo escribí la canción. Hablábamos antes de que hay demasiada música. Te confieso que no toco todos los días en casa. Puedo estar días o incluso semanas sin coger la guitarra, viendo películas o haciendo otras cosas. Lo bueno que tiene esto es que cuando pongo un disco o me pongo a tocar es genial, porque no lo estoy haciendo constantemente. La música es una cosa maravillosa que hay que tratar en condiciones. Tanta promiscuidad nos insensibiliza.

Tengo que decirte que el disco es muy melancólico, lo cual no es ninguna novedad. ¿Tan a gusto estás con este sentimiento?

¡Me encanta! De hecho, en el estudio, cuando grabábamos “English Garden” y no podía evitar meter algún acorde mayor, por la manera que tengo de tocar, Seb (Lewsley) me decía que sonaba demasiado “esperanzador”, “no queremos meter ninguna esperanza aquí” (risas).

Se te considera como uno de los mejores guitarristas de tu generación. ¿En qué medida ha cambiado la relación con tu instrumento en todos estos años?

Creo que soy mejor ahora que entonces por una serie de razones. Una de ellas fue que hice un disco con Mark Knopfler (se refiere a “Knife”, segundo trabajo de Aztec Camera, publicado en 1984), que fue una cosa que realmente jodió a todos aquellos chicos indies de la época, lo cual me alegró, porque era lo que pretendía (risas). Cuando tienes 19 años no quieres vestirte igual que cuando tienes 15, ¿no? Me gusta llevar la contraria, hacer lo que la gente no espera. Así que hice el disco con Mark Knopfler y tocamos juntos. Con sólo verle tocar diez minutos aprendías muchísimo. Me recomendó que tocara por el medio del mástil. Aprendí que cuando tocas ahí, el vibrato del acorde puede ser muy bonito. Como persona, puede ser un poco complicado, pero es un gran guitarrista. Y muy elegante y distinto a lo que yo conocía. Yo crecí escuchando a Mick Ronson, Wilko Johnson, Steve Jones, el primer disco de The Banshees y también cosas de jazz: Django Reinhardt, Wes Montgomery…Por otro lado, hace como quince años decidí aprender a hacer fingerpicking (técnica del blues y el folk norteamericano) en condiciones. Me obligué a mí mismo a sentarme tranquilamente y hacerlo, lo cual iba contra mi naturaleza. Pero lo conseguí. A veces tienes que parar y volver a empezar de nuevo.

En todo este tiempo has sido testigo del ascenso y declive de la industria discográfica. Tú mismo pasaste de un una independiente a una multinacional, y ahora estás en la pequeña discográfica de un amigo. ¿Cómo valoras Internet y todo lo que ha supuesto para la música?

Hay una cosa muy positiva, y es que la gente joven ha vuelto a comprar vinilos. Cuando veo a un chaval de 21 años con mi vinilo, le tengo que dar las gracias. En su momento, nos deshicimos de los vinilos para que la gente comprara CDs, de eso se trataba…Pero por otro lado, la democratización que ha supuesto Internet ha hecho que toda la música esté disponible al mismo tiempo y gratis. Realmente, me da igual que la gente se baje música gratis si puede hacerlo, pero veo un par de problemas: En primer lugar, los responsables de Spotify e Itunes se metieron en el negocio antes de que los músicos supieran de qué iba y pudieran negociar unas remuneraciones dignas. El segundo es que debido a esta democratización, con la que parece que cualquiera puede hacer canciones, hay toneladas de material y se han perdido los filtros que existían antes, con lo cual las discográficas pagan a los artistas menos. Lo hablaba antes con un colega tuyo en relación al periodismo…Todo el mundo quiere escribir y cualquiera está dispuesto a hacerlo, pero el resultado no es el mismo. Con la música, tengo da la impresión de que todo lo que tuve que hacer yo, enviar las cassettes a las discográficas, ensayar más para ser suficientemente bueno y poder tocar en una determinada sala, ese proceso doloroso pero que realmente ayuda a que la música sea mejor, ya no existe. Suena pretencioso, pero realmente pienso que ese proceso se está perdiendo.
El lado tremendamente positivo de todo esto es que si busco el título de una canción en mi móvil, lo voy a encontrar. Recordándome a mí mismo de chaval rebuscando siete pulgadas en las tiendas locales, me parece maravilloso, ciencia-ficción.

No puedo terminar sin hablar del reciente 30 aniversario de “High Land, Hard Rain”, tu debut largo con Aztec Camera. ¿Qué relación tienes con este disco?

¡Me encanta! Tengo tan buenos recuerdos…Grabamos el disco en el único estudio que nos podíamos permitir: International Christian Communications, en Eastbourne. Y nos portamos muy mal…A ver, éramos buenos chicos pero a veces nos pasábamos, y la gente que había allí lo flipaba. Fue una época muy romántica. Recuerdo sobre todo que grabábamos una canción en una cinta, nos metíamos en el coche y dábamos vueltas por las colinas de alrededor escuchándola, pensando que no sonaba muy a Neil Young, y por lo tanto, que no era tan buena…¡En esa época yo quería ser Neil Young! Sólo tengo recuerdos felices. Y creo que lo mejor es que el disco aguanta bien y condensa mi visión de cómo veo la música y es una buena foto de cómo era con 19 años.

Lo siento, debes estar para publicar un comentario.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.