Tras el impacto temprano e inesperado de “Punheta”, primer gran éxito de Mondra (Martín Mondragón) junto a Berto y Fillas de Cassandra, el artista gallego fue ganando presencia y visibilidad con su debut “Arden” (Altafonte, 23), un álbum pop y electrónico que conectó con el gran público sin renunciar a una sensibilidad tradicional y, a la vez, alternativa. “Sigo sintiéndome profundamente identificado con ese disco, me enorgullece. Pero hubo un momento en el que sentí que tenía que hacer las cosas de otra manera”, explica. Una incomodidad latente con ciertos estándares de la industria lo llevó a replantear su rumbo. “Me sentía incómodo con esa parte más artificiosa de la industria, con ciertos lugares en los que no me sentía del todo yo”.
“De Ronda” nace de ese malestar, pero también del deseo de reencontrarse con una forma más física y verdadera de hacer música. Si alguien pudiera interpretar todo ello como un paso atrás, se equivocaría. Es un paso hacia dentro. Un disco que se canta alto, mientras susurra madurez. Como quien no necesita adornarse para seducir. Grabado en los estudios Soyuz bajo la producción de Hevi, el disco prescinde de electrónica, loops o ediciones milimétricas. “Grabamos como antes: voz y percusión en un micro, repitiendo tomas una y otra vez. Sin correcciones, sin atajos. No hay copy-paste, no hay retoques vocales para afinar”. Una joya de orfebrería cuyo productor reconoce como la ocasión en la que más tiempo pasó un artista en sus estudios. La percusión orgánica, ejecutada con instrumentos tradicionales y objetos cotidianos, vertebra el álbum entero. Golpes sobre el cuero, respiraciones, silencios. Un trabajo minimalista en lo formal, pero profundo en lo emocional. “La idea era hacer canciones contemporáneas que pudiesen sonar a hoy, pero con elementos que podrían ser también de los años cincuenta. Repetíamos cosas hasta treinta veces para encontrar el lugar exacto. Lo importante era llegar a la emoción, no a la perfección”.
"Ahora quería que la música y su mensaje estuviesen en el centro"
Ese gesto tiene también una lectura política. No solo se trata de cómo suena el disco, sino de dónde quiere sonar. Mondra renuncia a ser cabeza de cartel del festival de turno y busca espacios donde su música pueda compartirse con total honestidad. “Sentí que esa parte ya la habíamos puesto en ‘Ardén’. Ahora quería que la música y su mensaje estuviesen en el centro”. En la conversación sobrevuela la palabra hit, y Mondragón lo tiene claro. “Tiene que ser, antes que nada, una buena canción. Bien escrita, bien construida. Luego necesita contexto, necesita personas. Esos otros ingredientes que no controlas”. Quizás “De Ronda” no aspire a tener un hit en sentido comercial, pero sí lo es en el sentido más hondo: el de conseguir tocar algo en aquel que lo escucha. “Si algo define este disco es la humanidad. Hay deseo, hay celebración, pero también hay aceptación, comunidad y verdad”. Porque desnudarse no es renunciar. Es abrirse. Y en ese gesto, como en este disco, hay una belleza radical.

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