“Soy fan desde 1975. Y mucho. Al final convertí a Lou Reed en mi médico personal. He esclavizado a Lou Reed. Canta solo para mí”. Eso sí, que nadie espere detrás de este curioso volumen a medio camino entre la biografía ficcionada y la novela algo convencional. “Uno mira las cosas desde unas coordenadas espacio/temporales. Mi mirada sobre la obra y la vida de Lou Reed ocurrían desde España. A lo que se añade la paradoja de que Lou Reed acabó siendo más famoso en España que en Estados Unidos. Lou Reed es una isla. Fue el que más lejos llegó en todo. Es un Kafka del rock and roll. No tiene nada que ver con Springsteen ni con nadie. Es otra cosa. Está solo. Lo que él hizo le dejó solo. Al final, solo Metallica le acompañó un poco. Si quieres escuchar un himno majestuoso a la desaparición y a la melancolía, allí tienes los diecinueve minutos de ‘Junior Dad’. Nadie en el rock sabe hacer una canción como esa. Lou Reed era un genio. Bob Dylan cantaba para el Papa de Roma, Lou Reed cantaba para Satanás”.
Para convertir en personaje novelesco al propio músico o incluso un país, no tiene problemas en utilizar cualquier recurso que resuelva el cubo de Rubik en que se convierte este destacable trabajo. “La literatura es como un motor, puedes subirlo de revoluciones, puedes acelerar y que ruja. Eso fue lo que hice. El riesgo es que el motor estalle. Lou Reed hacía lo mismo con el sonido. El riesgo es el ruido. Pero sin riesgo, para qué diablos escribes un libro o grabas un disco”. Algo que no cree que perjudique al lector. “Hay suficientes claves para que se entienda sin demasiados esfuerzos. Desde el primer momento, el lector sabe que la historia se va a contar desde distintos ángulos y con diferentes narradores, y eso también es una sorpresa, que busca entretener y captar al lector, que el lector se divierta”.
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