La segunda oportunidad
EntrevistasThe Long Winters

La segunda oportunidad

Xavi Sánchez Pons — 09-01-2004
Fotografía — Archivo

Pocos se imaginaban que “When I Pretend To Fall” (Houston Party, 03), el segundo disco de The Long Winters, iba estar, por méritos propios, entre lo mejor del año. Alabados –con razón- por la crítica de medio planeta, la banda capitaneada por John Roderick ha superado el revés que supuso un primer álbum poco inspirado. Ya dicen que las segundas partes son siempre las mejores.

De aquel “The Worst You Can Do Is Harm” (Barsuk, 02) pocos se acuerdan, aunque no estaría mal darle otro repaso por si las moscas. Pero el hecho de que su continuación saliera tan rápidamente –en menos de un año-, parece apuntar que no estaban contentos con su primer asalto. Roderick contesta vía correo electrónico. “Bueno, siempre he admirado esos discos de Dylan de los sesenta y setenta que salían editados uno detrás de otro de forma muy rápida. No hay ninguna razón, la verdad, si las canciones vienen y tienes la posibilidad de grabarlas, ¿no harías un disco al año siempre que pudieras? Además, adoro el estudio de grabación”.

”Toda la gente que ha tocado en nuestro nuevo disco son fantásticos. Nada de egos, solo amor por el rock´n´roll”

Bueno, pues igual ya se puede atisbar en este geniecillo de Seattle otra de esas figuras musicales con una fertilidad desmedida. Bienvenida sea si todo lo que publique tras el fantástico “When I Pretend To Fall” mantiene el nivel. Un álbum que supera ampliamente a su predecesor. “Estoy mejorando. Sé como tocar más instrumentos y sé mejor como quiero que suenen las cosas. Creo que el próximo disco que haga será más rockero y más pop que éste". Dejando a un lado las mejoras técnicas y una producción de lujo, repleta de pequeños detalles que engrandecen las composiciones, su segunda entrega destaca por un puñado de canciones redondas y emocionantes, hit singles en potencia para cualquier fan del indie pop estadounidense con dos dedos de frente. Entre ellas las grandiosas “Stupid”, “Scared Straight”, “New Girl” o “Shapes”. “Bueno, creo que el primer disco también había un montón de buenas canciones pop, pero igual aún no sabíamos como grabarlas. Así que, cuando estaba haciendo el segundo disco, pensé más en hacer que las canciones sonaran como su fuéramos una banda de rock. Pero es difícil saber si la gente lo va a pillar o no”. Dejando a un lado la excelente factura de todos los temas, una de las razones que hace de Long Winters un grupo con una personalidad especial es la particular voz de John Roderick, una curiosa mezcla de melancolía adolescente y falsa euforia, algo que también se refleja en sus agridulces letras. “El contraste ya viene solo. La verdad es que no puedo cantar sobre la felicidad absoluta. Si lo hiciera estaría pretendiendo conocerla. Por eso canto sobre algunos momentos de felicidad en una vida triste, y eso me hace feliz cuando lo hago. Mi voz es un producto de demasiados cigarros y mucho café”. Otra de las características esenciales del cuarteto de Seattle son las diversas colaboraciones de músicos reputados de la ciudad que vio nacer el grunge que presenta su nuevo trabajo, cameos que también se sucedían en su primer disco. El ubicuo Ken Stringfellow, Jon Auer, Peter Buck, Chris Walla o Scott McCaughey son algunos de los que han aportado su granito de arena. Con tanto músico paseando por ahí uno piensa que la grabación fue un poco loca. “No. Lo más difícil fue mantenerlos alejados de los controles. Todo el mundo que ha tocado en el disco solo pasaba por ahí y grababa una parte. El estudio en que lo grabamos está en medio de Seattle, y todo el mundo lo conoce, además hay un montón de músicos en nuestra ciudad, y a veces tienes que cerrar la puerta para que no entren. Pero toda la gente que ha tocado en nuestro nuevo disco son fantásticos. Nada de egos, solo amor por el rock´n´roll”. El broche de oro para este renacimiento de los largos inviernos es el precioso diseño que Sean Wolfe ha realizado para el libreto del compacto, todo un trabajo de orfebrería. De los mejores que uno recuerda. “Sean es brillante, y es un muy buen amigo y vecino. Le di una copia del disco antes de que estuviera totalmente acabado y le gustó mucho. Y se sentó a escucharlo una vez tras otra, y a la vez iba dibujando y diseñando el libreto del compacto. Es realmente excepcional”.

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