Pal siguen adelante. Y lo hacen viendo las cosas desde una altura creativa muy respetable, una altura conseguida gracias a los esfuerzos conjuntos de Alberto Ruiz, Carlos Toronado, Kike Pierrot y Pablo Carrillo. “Para este disco hemos dado más importancia a la voz y las letras, queríamos transmitir algo más que música en sí. Una buena música sin buenas letras es algo que queda cojo, y en este disco hemos querido darle más importancia a lo que dice la canción más que a hacer la canción en sí. Diferenciar texto de música es un error, es un todo. Por otra parte, las canciones han tomado su propio camino, de ahí que recalquemos mucho esa preposición de ´hacia´ del título. ´Dios Oppenheimer´ fue la primera canción del disco, aunque figure casi como la última, y marcó un poco el punto de partida hacia el tono de paranoia apocalíptica que puede tener el disco. En ese sentido es una especie de viaje hacia atrás en un intento de comprensión desde lo sombrío, la disposición narrativa del disco no es tan oscura como a primera vista pueda parecer”.
| "Nos gustaría que cada disco fuera diferente, en ese sentido por ejemplo nos fascinan Can o Yo La Tengo" |
Un grito sordo eso sí, tal y como nos cuentan Carlos y Pablo, que bebe de la poética desquiciada de Leopoldo María Panero, de las tesis de Walter Benjamin o Baudrillard, del eterno retorno de Nietzsche, del que ha fluido un conjunto de canciones como “Un hilo de wolframio”, “Hombre milenario” o “2+1 o el espacio de lo posible”, grabadas con más retraso del previsto en Cádiz y masterizado por John Golden (The Make-Up, Sonic Youth). “Lo bueno de Paco Loco es que a diferencia de otros productores no pasa su filtro a todos los grupos para que suenen a ´su´ manera, sino que trata a cada grupo de manera diferente para que suene a la manera del propio grupo”. “Canciones hacia el fin de una especie” tiene la gran virtud de sonar mucho más humano y a la vez desgarrador que su predecesor, “Factores que afectan al equilibrio”, bastante menos shoegazer y sí más vivo, con más presencia vocal y una electricidad más escogida. Un gran acierto conseguir demostrar que a la claustrofobia no se llega necesariamente mediante la distorsión. Como ejemplo, “Homo Demens” (basado en el homo sapiens demens de Edgar Morin), una pieza que lo dice todo con tan sólo la ayuda de una acústica y dos voces. “Nos sigue gustando el ruido, pero no tenemos una línea que seguir ni buscamos un objetivo claro, es positivo estar en permanente búsqueda y experimentar es fundamental, al igual que apartar lo banal para contar algo cada vez más sincero. Quizá en el primero al no tener tantos conocimientos técnicos lo suplimos metiendo más guitarras o arreglos distorsionados pero ya te digo que el ruido sigue estando ahí, de hecho el siguiente disco puede ser incluso más ruidoso que el primero. Nos gustaría que cada disco fuera diferente, en ese sentido por ejemplo nos fascinan Can o Yo La Tengo”. Son culpables los toledanos de armar el brazo y no apuntar a fantasmas ni eludir la autocrítica, sino de disparar en las direcciones más dolorosas, no siempre las más visibles. “La enfermedad mental está presente en nuestra sociedad de una manera cada vez más clara y puede que acabe incorporándose a ella como la gripe. El Lexatín se debe vender casi tanto como el Gelocatil. Y puede que haya algo de tranquilizante en la melancolía también, tal y como se dice es la que nos aparta de este mundo pero a la vez la que nos puede redimir. En el disco hay un sentimiento doloroso pero también purificador, el que sentíamos según lo componíamos”. Hay mucho aquí, en efecto, de catarsis en forma de rock, de ruido pero también de melodías limpias que apuntan no obstante a la cara más dramática -que no teatrera- y con inquietudes de un indie patrio demasiado ocupado en su ombligo, su pose y el eterno lamento de unos jóvenes guitarreros con complejo de inferioridad por no haber nacido en Londres o Nueva York. No es este el caso de PAL. Por mucho que a algunos se lo parezca, no es tan aburrido eso de no tener un loft por cerebro, y sí llenarlo de inquietudes. “Para nosotros el cine o la literatura son casi tan importantes como la música. Es difícil saber hasta qué punto y en qué grado de profundidad estas disciplinas pueden remover y cambiar algo en las personas, quizá esa es la ineficiencia y la esterilidad del mundo del espectáculo”.
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