Por eso Alex Gifford, alma mater del superdúo Propellerheads, ha tomado los mandos de la mesa de mezclas y ha barnizado el flow de estos veteranos MC’s con una colección de sonidos rabiosamente actual. El resultado es «V.I.P.» (Caroline, 2000) un álbum contagioso y desconcertante por lo de tener a un brit en el mixer. «Estuvimos buscando a varios productores que nos interesaban. Entre nuestras opciones estaban también los Dust Brothers, hecho que demuestra que no nos interesaba un productor británico por que allí están más familiarizados con el drum’n’bass y otros sonidos que actualmente nos atraen mucho».
Los hermanos de la jungla son paradójicos: cuanto más maduros más ácidos. En Nueva York son así. Y aunque muchos les consideren un híbrido tóxico entre el hip-hop más radiable y los ritmos de nuevo cuño, los auténticos estudiosos de la rima siguen besando sus fotos con una cantidad de pasión inversamente proporcional al número de prejuicios que albergan. «Sabíamos que nunca perderíamos el respeto de la comunidad rapera por experimentar con sonidos más bailables. Formamos parte de la historia de este género y aunque busquemos cosas nuevas, no pretendemos ir más allá de la esencia del rap».
Demonios; son unos clásicos. Por ello, hace tiempo que Afrika y Mike-G obtuvieron el mismo diploma que Public Enemy, A Tribe Called Quest o N. W. A., un documento escrito con sudor sanguinolento que les adjudica el respeto eterno. Jungle Brothers encarnan el albor del rap melódico y nos llevan a una época cercana en años pero lejana en ideas; días aquellos en que los niggers neoyorquinos que siguieron la ruta gueto-universidad-gueto enterraron a los gangsters de la costa oeste. Y es que junto a Q-Tip y De La Soul, estos dos amigos sentaron los cimientos de la rima inteligente y sirvieron de modelo para que Arrested Development, Jurassic 5 o Black Eyed Peas rellenaran sus partituras. «Y ahora parece que el hip-hop se encamina hacia el revival de finales de los ochenta. Grupos como los que mencionas lo dejan bien claro. Y sentimos que hemos contribuido a ello. Eso nos enorgullece».
Efectivamente: para rapear no es preciso que muestres los caninos y, por mucho que te cagues en la policía, las narices seguirán chocando contra las porras. Mejor buscar argumentos, olvidarse de los samples de guitarras e invocar a los hados de la fiesta a golpe de melodías robadas del jazz, el folk y el soul. La última época de Jungle Brothers es una vertiginosa montaña rusa que ha comprimido el estómago de nuestros niggers con las empinadas rampas rítmicas del jungle y el house. Alex Gifford ha vuelto a poner en marcha la máquina Propellerheads para sumergir los cánticos de este dúo casi mitológico en un ponche lisérgico atiborrado de tropezones de hip-hop, jungle, house, folk y lo que se tercie. Mi bendición, pues.

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