Y en medio de esta sensación de vacío atormentado y de ilusión por haber tropezado con una piedra tan válida como peligrosa, me cuelgan de un auricular al otro lado del que, dicen, está Arnaud, que pasa tanto calvario para entenderse en inglés como uno en francés, así que terminamos buscando un lenguaje común, haciendo combinaciones entre inglés, francés y castellano para encontrar el cabo del que tirar para desenredar el final de la quimera de Diabologum, y el principio del mito post-industrial que es Programme. (Arnaud) “Lo de Diabologum fue una cuestión personal, algo malo que le puede pasar a cualquier banda, porque cuando convives con otros, hay muchas dificultades, además de que ha habido mucha envidia, que ha sido lo que ha producido que la gente se haya marchado del grupo”. A pesar de lo cual, existe el rumor de una posible reunión de rarezas de Diabologum en un álbum póstumo. Arnaud respira profundo. ¡Malditos idiomas! Le cuesta. No quiere admitirlo ni desmentirlo. ¿Cómo vamos a bucear entonces en las interioridades de la soflama encendida que es “Mon Cerveau Dans Ma Bouche” (Lithium/Green Ufo’s)? Porque eso de si ahora se reconoce más o menos el trabajo de Arnaud en Diabologum, no es lo que más le interesa, aunque sepa que su disco es el mejor nuevo disco de Diabologum con el que podríamos soñar. “Gracias -apunta en castellano-, pero entonces verás la sorpresa que será lo nuevo de Programme, mucho más acústico, con muchos más instrumentos de verdad y con sentimientos completamente diferentes. Será entonces cuando empecemos a dar conciertos”. Pero vamos con las diferencias con el pasado, para entender esta suite del fin de esta época que muere cuando aún no tiene nombre. “Hemos querido hacer algo más experimental y menos rockero, intentando hacer letras que fuesen historias, tomadas desde el punto de vista de una película, cosas que en Diabologum eran muy pequeñas, y que necesitaba expresar con más libertad”. Otra de las diferencias que le asalta al que habla más bien poco francés, es el valor creciente del hip-hop como telón de fondo y excusa para ensamblar este retrato social lleno de miedo contenido. “Escucho mucho hip-hop desde el final de los ochenta, aunque en Diabologum había mucho pop y era más difícil filtrar esa influencia, pero es algo que me ha guiado durante demasiado tiempo como para no darle salida por fin”. Estrangulamiento, incomprensión, una huida de las melodías y el intento de traducir el sentimiento primitivo del rock en el hip-hop y, sobre todo, el descubrimiento de que después de la prisa de los estilos, todo sigue lo mismo que antes, tan rock como antes, con una realidad tan afilada como antes. Es posible que nos entendiésemos poco. Qué más da inglés, francés o indio. Tal vez el problema fuese la línea telefónica. O tal vez sea esta sociedad que “prepara adolescentes perfectos y, de pronto, les hace tomar resoluciones para las que no están preparados ni sus mayores”, y luego con repartir culpas equitativamente, todo se arregla. Mierda de culpas.
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