“Edu Requejo presenta Baghoo” es una desvinculación directa del artista y su obra. En este disco, deja de importar Edu Requejo, para ceder el protagonismo a Baghoo, “un término que no representa una entidad o persona, sino las fuerzas inconscientes y el proceso creativo en sí mismo”. Huyendo del narcisismo característico de los tiempos actuales, Edu se presenta como el observador de su creación, entendiendo que la música no surge únicamente de la voluntad individual, sino de un flujo colectivo e intangible. Es por eso que el álbum se permite cuestionar las fronteras entre las culturas, apostando por el mestizaje y la fusión de la música latina, desafiando las posibles críticas de apropiación cultural. Comenta que “el globalismo que ha permitido Internet nos ha llevado a la interculturalidad. Como ciudadano de un país, sigo teniendo acceso a la música de otros lugares, y considerar los géneros expresiones distintas del mismo medio implicaría ponerles una barrera ideológica o cultural”.
“La música de este tipo, nacida en las subculturas humildes, ya no es capaz de esquivar el mainstream"
Edu va saltando por distintas geografías desde la primera canción, en colaboración con Mexican Institute Of Sound, hasta la última, en la que regresa a España para cantar junto a la madrileña Cecilia Lara. Una de las localizaciones más presentes en el proyecto es Cuba, lugar al que viajó para crear “Vuela Que Va”. Sobre la experiencia, destaca que “Alain Pérez y Pancho Amat vieron la felicidad de un chaval catalán tratando de hacer un tumbao. Estuvieron abiertos a colaborar en el estudio, y eso dice mucho de su humildad, pese a ser grandes maestros y referentes en su país”. La conexión cubana se refleja en la manera en que el disco dialoga con géneros como el reparto, al que recurre en “Malona”. “La música de este tipo, nacida en las subculturas humildes, ya no es capaz de esquivar el mainstream. Me pregunto cuál será el próximo hip hop, porque con la masificación actual, probablemente aparecerá en el lugar más inesperado”, explica.
El autodenominado “brujo del ritmo” ha construido un disco que, en su gran mayoría, es muy bailable. Requejo se describe como “una persona poco expresiva físicamente” y por eso su música pretende provocar justo lo contrario. Además, añade que “los géneros latinos son rítmicamente alegres, y esto ayuda a que producir el disco sea más divertido”. Aun así, evita romantizar el proceso de autoproducción, porque “algunos lo consideran una genialidad, pero muchas veces no queda otra. Es como los pintores que hacían autorretratos cuando no tenían a quién retratar”. La soledad puede ser algo intrínseco en la vida del artista, pero Edu también se ha rodeado de una gran variedad de colaboradores. “Tainy o Metro Boomin han hecho álbumes colaborativos que me inspiraron mucho, y desde el principio planteé este trabajo como un disco abierto”.
La variedad se aprecia notablemente en la riqueza lingüística de las canciones, con un “Baghoo (Ritmo Tropical)” que combina castellano y catalán, incorporando el verso “tinc el ritme tropical”. En “Saudade” también escuchamos a la brasileña Sofia Freire, a quien el cantante contactó por un motivo en especial. “Esa canción referencia la morna, un estilo musical de Cabo Verde que puso en el foco Cesária Évora. Yo sabía que a Sofia le gustaba mucho ella, y la forma más respetuosa de incorporar esta música en el álbum era contando con una voz femenina en portugués”. Este tipo de decisiones creativas responden a un profundo respeto por el pasado. El catalán pretende “coger una foto vieja y polvorienta, y engancharla en un disco en el que también hay fotos actuales”. “No quiero que mi música suene como un biopic. El aura de Bob Marley está en el footage de baja calidad, y no se puede recrear. En la era digital, las texturas nunca serán las mismas, pero intento encontrar el punto intermedio para traer el pasado sin la intención de convertirlo en otra cosa”.
En ese diálogo entre lo antiguo y lo contemporáneo, Requejo no esquiva la conversación sobre el reggaetón y el papel que ocupa en la cultura popular. Asume su integración en el disco sin pretensiones, entendiendo que “algunos pueden considerar inferiores las canciones que tocan este palo, pero esas voces enemigas son las mismas que criticaban ‘Gangnam Style’ mientras no podían dejar de bailarlo”. Esta contradicción es la base de todo, y hay que entender que lo que hacemos no siempre tiene un sentido. “Todavía no tengo claro por qué hago este tipo de canciones, pero la música es un reflejo inconsciente de los cambios históricos, políticos y sociales. La agencia del individuo roza al cero, y lo que yo hago seguramente forma parte de una corriente mayor”. Quizá por eso su álbum no pretende dictar un ritmo, sino hacernos bailar al compás de una época que, como él, se mueve sin saber del todo hacia dónde va.

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