Tanto si la prístina reverencia de Fleet Foxes les sabe a poco como en el probable caso de que añoren los tiempos en los que Wilco parecían llevar la tradición del país de las barras y estrellas hasta sus límites expresivos: no hallarán mejor elixir sonoro esta temporada que “Megafaun”, el soberbio álbum homónimo (pese a ser el cuarto) de los tres ex compañeros de correrías de Justin Vernon (Bon Iver) en aquella seminal banda que fue DeYarmond Edison. Lo del título homónimo, llegados al cuarto disco, viene porque “sentíamos que habíamos llegado a un punto como compositores de canciones difícil de describir. Sin discutir la validez de nuestros anteriores discos, lo que esos trabajos hacen es mostrar nuestro proceso a la hora de tratar de ser songwriters, ya que inicialmente éramos instrumentistas y arreglistas”. Se puede decir, por tanto, que están más cerca que nunca de ese equilibrio perfecto entre experimentación y melodías diáfanas. “Cada disco marca una progresión en nuestra integración de ideas conceptuales y elementos de inmediatez. Es como una escala, en cuyos extremos tienes la disonancia y la consonancia. Nos desplazamos entre uno a otro, pero lo más interesante es cuando las canciones se cierran en un círculo, desorientando al oyente, que tiene difícil identificar qué partes son las normales y cuáles las extrañas. Nuestra travesía se cifra en encontrar ese desafío en todo lo que hacemos”.
En todo caso, parece que hay consenso en la banda en identificar “Megafaun” como su trabajo más accesible. “Sí, sin duda. La inmediatez es el resultado natural de nuestra mejoría compositiva”. Claro que no sólo se debe a la madurez, sino a ciertas reconocidas influencias de cabecera que últimamente han asomado con fuerza, caso de The Beatles o Jackson Browne. “Sí, son músicos a los que siempre vuelves, pese a que no les hayas escuchado en años. A veces esas referencias son obvias, y en otras es una sorpresa absoluta”. También la producción se ha beneficiado del buen hacer de BJ Burton (guitarrista y productor de bandas de la zona de Carolina del Norte como The Love Language) quien “ha tenido mucho más control sobre el resultado final del que tuvo en ‘Heretofore’ (mini álbum del pasado año), ya que él mismo lo mezcló mientras estábamos de gira, lo que no deja de ser mucho delegar para una banda como nosotros, que siempre hemos grabado por nuestra cuenta. Hizo un trabajo mejor de lo que podíamos imaginar, y nos sugirió cosas que finalmente repercutieron en la orientación de las canciones. Hemos aprendido mucho de él”.
Consultados acerca de su posible imbricación en una escena concreta, muestran un escepticismo que les lleva a confesar que “somos amigos de Sharon Van Etten, The Tallest Man On Earth, Bon Iver, o Akron/Family y solemos tocar un par de temas con ellos sobre el escenario siempre que podemos, pero no por eso formamos parte de ningún movimiento neo folk ni nada por el estilo”, aunque sí conceden que el ambiente musical de Carolina del Norte se presta a “la polinización cruzada de ideas y a una admiración compartida, sin la cual nuestro modelo de banda, basado en el reconocimiento del colectivo por encima del individuo, no sería el que es”. Y dado que en ese espíritu de camaradería, como ellos mismos afirman, Justin Vernon sigue siendo mucho más que un amigo, ¿qué piensan Megafaun de la descollante última entrega de Bon Iver, espanto para puristas del folk? “Es lo más bello y sorprendente que ha hecho nunca. Lo hizo para sí mismo, no para nadie más, y eso es muy honesto. Cierto que no es muy inmediato, porque es más hondo en arreglos y las melodías son más expansivas, pero una de las cosas más interesantes para un músico es el tratar de entender cómo reacciona la gente ante sus propias expectativas de cómo debería sonar un disco. Eso es algo que también nosotros consideramos siempre con cada disco que hacemos”.
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