Sorprendieron hace dos años cuando su propuesta de pop cabaretero y lujurioso a medio camino entre Tom Waits y los B52’s se llevaba el concurso Lagarto de Jaén. Problemas de salud de su entonces batería retrasaron la grabación de un debut largo que ahora por fin ve la luz. Pese a esta contrariedad, “Suit Vudú” no ha perdido el factor sorpresa que caracteriza a la música de Pianobomba, una piñata cargada de sensaciones. “Evocación, ensueño, gamberrismo y seducción. Elegancia y oscuridad. Pianobomba quiere ser muchas cosas, quizás demasiadas”. Pianobomba es un encuentro de melómanos, de inquietudes musicales que se canalizan en una especie de teatrito de variedades con personajes desheredados. “El perdedor ha sido una gran fuente de inspiración para este primer álbum. Intentamos reírnos de la figura del perdedor, puesto que todos lo somos en algún momento”. Sobre la producción del álbum, a algunos les puede sugerir un prodigio del corta y pega. El belén tiene muchas piezas: colchones mágicos, guitarras reverberadas, voces agridulces, todo para recrear esa atmósfera de luz tenue que de vez en cuando se abre a cielo abierto. “Quedamos con un estudio en el que podíamos tocar todos a la vez, pero no pudo ser por lo que le ocurrió a nuestro batería. Así que elaboramos una producción basada en el collage. A priori puede parecer más compleja de escuchar, pero creo que da una idea más real de todo lo que Pianobomba es capaz”. Y para realidad, sus directos, caracterizados por esa pátina de terciopelo y tachuelas que impregna cada escenario por el que van pasando.
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